Kamika: Dioses Oscuros

32. Acciones a tomar

—¿Te encuentras bien? —preguntó Kirok.

Levanté la cabeza cuando vi sus pies frente a los míos. No, no estaba bien, tenía el estómago revuelto y las manos además de sudarme me temblaban, no dejaba de sentir que un rayo me partiría en dos en cualquier segundo.

Asentí y me incorporé, tomando aire de nuevo, con la espalda recta y la cabeza en alto.

  —Sí. Vamos, tengo otro asunto que atender.

Comencé a caminar. Me quería alejar de Zeus tanto como pudiera, mientras más mejor. Bajé las escaleras casi corriendo y atravesé varios pasillos y recodos a gran velocidad. Kirok trataba de seguirme el paso.

—Deberías descansar, los efectos de las algas no tardan en pasar y cuando lo hagan vas a caer dormida sin importar dónde te encuentres.

Fruncí el ceño y ejercí presión a través del vínculo. Noté que apretó su mano para disimular el dolor, pero no lo consiguió.

—Lo haré cuando arregle esto. No olvides lo que te dije, Kirok, aún estoy muy enojada contigo.

Agachó la cabeza con resignación.

—Sí, ama.

Lo observé por algunos segundos más. Cuando lo veía recordaba todo por lo que tuve que pasar para encontrar el espejo. Pensaba en todo lo que pude haberme ahorrado, en todo lo que pude evitar.

Y aun así, cuando lo veía, también veía un corazón roto y un alma que quería un abrazo. Entendía su deseo de ver otra vez a At, de verla como ella y poder tocarla aunque no le correspondiera. Todos esos años de espera y culpa debieron ser muy difíciles de sobrellevar.

Eso solo me creaba conflicto. Quería estar enojada con él, estaba tan furiosa que si me hablaba solo me daban ganas de golpearlo. Pero al mismo tiempo sentía que tenía que consolarlo y decirle que todo estaba bien.

Regresé mi atención al pasillo, evitando pensar en eso. Tenía cosas más urgentes en donde ocupar mi cabeza.

~°~

Cuando les dije a los demás que Zeus accedió a dejar el tema en nuestras manos y no intervenir, no podían creerlo.

—¿Así de fácil? —repitió Sara por tercera vez.

Estábamos sentados alrededor de la mesa de la sala de los Dioses Guardianes, ese que tenía un mapa de Kamigami en todo el centro y a veces, con la ayuda adecuada, aparecía el globo terráqueo en medio de la sala.

Lo bueno de la mesa era que era redonda, por lo que nadie estaba a la cabeza de la mesa, todos ocupábamos el mismo espacio. Porque no quería imaginarme ocupando la cabecera de una mesa rectangular como Zeus.

Los seis estábamos ahí, pero la silla que ocuparía Andrew a mi lado estaba vacía. Me pregunté si estaría en la habitación con nosotros o en alguna otra parte del Olimpo, observando. No tenía forma de saberlo.

Asentí hacia Sara. Se había cambiado de ropa y arreglado su aspecto, ahora vestía el uniforme igual que los demás y tenía el cabello recogido a un lado.

—Sí. A mí todavía me cuesta entenderlo, pero aceptó mis peticiones sin problema.

—Te quiere muerta, probablemente —comentó Logan, mirándome—. O no sé, tal vez te tiene miedo. Es Zeus, por Urano, no sedería tan fácil sin una buena razón.

Eso hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo. Tener a Zeus de enemigo no me atraía, de hecho sería un gran problema.

—Por la razón que sea lo importante es que lo hizo —terció Evan—. Nuestra prioridad ahora es llegar a un acuerdo con los humanos, terminarán destrozándose entre ellos antes de poder intervenir.

Logan se encogió de hombros.

—Sigo apoyando el plan de Zeus, no tengo inconveniente en el «borrón y cuenta nueva».

Sara frunció el ceño ante su postura en el tema, Evan tan solo dejó salir un suspiro. Por lo visto era algo que decía a menudo.

—¿Alguien más tiene una sugerencia que no involucre un genocidio mundial?

Por unos segundos hubo silencio, hasta que Daymon se rascó la barbilla y tomó la palabra.

—¿Y si les damos regalos? Como esos regalos que hacen los políticos durante su campaña antes de las elecciones. A muchos les funciona.

Lo observamos por un momento, hasta que Cailye lo apoyó.

—Me agrada la idea. —Se encogió de hombros—. No le hace daño a nadie un buen regalo.

Creí que al menos Logan haría un comentario al respecto, pero incluso él se guardó lo que fuera a decir.

Al final Evan tuvo que retomar el hilo de la situación.

—¿Alguien más? Mientras más ideas mejor, así habrá de dónde elegir.

—Nos ahorraríamos muchos problemas si hacemos lo que les dije desde el comienzo —dijo Sara. Se inclinó hacia la mesa y nos observó a todos antes de seguir—. Obligarlos a aceptarnos. Con mi habilidad y un poco de ayuda de Mnemósine sería pan comido.

Los ojos azules de Evan se fijaron en ella con cansancio.

—Ya te dije que no podemos hacer eso, no es correcto. Tomar el camino más corto nunca sale bien. No tienes idea de las consecuencias que algo así podría traer ni si podríamos lidiar con ellas.




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