Kamika: Dioses Oscuros

36. El legado de los dioses

«Vi una sonrisa borrosa en medio de la niebla. Todo era blanco, tan cegador que la misma sonrisa era difícil de identificar. Vi sus dientes y sus labios, supe que le pertenecía a una mujer. Era borrosa y a pesar de lo cerca que estaba de mí, la sentía lejos, demasiado inalcanzable.

—Todo final es un comienzo. —Oí las palabras como si estuvieran bajo en agua, no salieron de la boca que me sonreía, pero sentí que la voz le pertenecía a esa persona—. Y para que una era pueda comenzar otra debe terminar.

La sonrisa se desvaneció en el ambiente blanco, entre la niebla, como un fantasma.»

~°~

Sentí la dureza bajo mi cuerpo, el dolor de mis extremidades y la incomodidad. Algo se me enterraba a un costado. Estaba empapada y tenía frio. Olía mucho a tierra, a concreto y a humedad, también a petróleo.

Me removí antes de abrir los ojos, pero cualquier movimiento que hiciera fue recibido por pequeños golpes accidentales. La superficie de aquello que me golpeaba resultaba resbalosa y compacta, no fue hasta que pude abrir los ojos que reconocí la causa de esos dolores.

Un cielo diurno me recibió, las nubes jugaban con los colores del amanecer sutil que se alzaba sobre mí. Vi pájaros volar, los oí cantar. Por unos segundos la paz de ese amanecer, la humedad de la mañana y el frio que llevaba el viento, consiguieron que olvidara cómo fue que terminé ahí.

Las rocas abrigaban mi cuerpo, la tierra humedad debajo de mí pasó a un segundo plano ante la calma del ambiente. No había ruido, no había miedo, todo era quietud y armonía. Pero cuando intenté moverme y sentí el peso del cansancio y el dolor, recordé todo lo que sucedió esa noche.

Me incorporé en medio de escombros y me quedé sentada en medio de las rocas, el barro y el agua. Pero eso no fue lo que llamó mi atención. Podía ver el cielo, no había techo sobre mi cabeza. El coliseo, no, la preparatoria entera había desparecido. Un cementerio de escombros se alzaba a mi alrededor, enterrada en medio de un escenario desolado azotado por una catástrofe.

Las piedras me hacían presión, me incomodaban bajo mi cuerpo, algunas me punzaban con sus puntas filosas. Estaba sucia y mojada, mi uniforme era un desastre y a pesar de que todas las heridas importantes sanaron, aun podía sentir el dolor fantasma de cada una de ellas.

Pero el aspecto que más me impactó fue que el cráter en el que estaba, la destrucción que dejó el hoyo negro de Pandora, no se limitaba al área de la preparatoria.

Llegaba tan lejos el daño que mis ojos no alcanzaron a ver hasta dónde. Las casas cercanas, manzanas enteras, reducidas a escombros y tierra. Algunas tuberías sobresalían rotas, botando el agua que aun pasaba por ellas. Había partes de autos y tejados, utensilios de cocina e incluso pedazos de tela por ahí esparcidos. Los hogares quedaron totalmente destruidos, no quedó ni rastro de la preparatoria. Como si un tornado hubiera arrasado con todo.

El corazón se me encogió. Pensé en todas esas personas, en esos cientos de vidas que se encontraban cerca. No quería imaginar hasta dónde llegó el poder destructivo de Pandora, me aterraba saber de cifras, de pérdidas. Casi vomité de solo pensarlo.

Aunque el plan de Andrew hubiera funcionado Pandora sí se llevó algo de nosotros. No quería pensar en las consecuencias de ese hecho, en el dolor de quienes perdieron todo en esa noche. Primero el Tifón y ahora esto… comenzaba a justificar el odio de los humanos hacia nosotros.

A ese paso no quedarían humanos para proteger.

Lo único que me dio alivio cuando mis ojos recorrieron la devastación que nuestro encuentro dejó fue ver a mis amigos cerca. Todos estaban tirados igual que yo, en medio de los escombros, abrazados por la humedad, la tierra y el concreto. Los vi de lejos, me era difícil caminar en ese terreno inestable. Inconscientes, pero a salvo. Vi a Kirok también. Era el que se encontraba más lejano, a al menos tres cuadras de distancia. Vi su ropa ondeante al viento, boca arriba se encontraba, fue así como pude ver el movimiento de su pecho.

Respiré profundo. Saber que se encontraban vivos me quitaba una preocupación del alma.

Quise ir hasta él para revisarlo, quise ir de uno en uno para al menos agruparlos o despertarlos. Pero cuando di el primer paso me di cuenta de que faltaban dos personas. Ni Andrew ni Evan estaban por ninguna parte.

Me giré, presa de un creciente pánico. ¿Y si algo les pasó? ¿Y si estaban enterrados bajo todo ese concreto? ¿Y si Pandora se los llevó con ellos a través del hoyo negro? El aire se atascó en mi garganta como si me asfixiara.

Me llevé una mano al corazón, me impresionaba que aun después de todo lo que pasó aun tuviera uno que siguiera latiendo.

—Ailyn.

Me sobresalté y di un pequeño brinco cuando oí que esa voz familiar me llamó desde mi espalda.

Cuando me di vuelta de nuevo en su búsqueda mis piernas fallaron. Sin haberlo notado desde que desperté seguía agitada, mi torrente sanguíneo volvió a llenarse de adrenalina y solo cuando lo vi pude sentir que no había necesidad de estar tan nerviosa.

Era un desastre, casi tanto como yo. Él no estaba cubierto de barro y con el traje de otro color por la suciedad, pero lucía golpes, tenía sangre seca en el rostro y en el pelo despeinado. Las puntas de sus dedos estaban negras como si hubiera escrito con marcador, sus manos magulladas.




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