Kamika: Dioses Oscuros

37. Promesa de siete

Olvidé la mayor parte de los acontecimientos que siguieron a nuestro regreso al Olimpo. Las voces que se alzaron a nuestro alrededor y todos los cumplidos se archivaron en un lugar de mi memoria al que no le hacía mucho caso.

Me dolía el cuerpo y el alma cuando volvimos, tenía muchas cosas en la cabeza al igual que mis amigos, por lo que poco prestamos atención a oídos curiosos de deidades menores que querían detalles sobre nuestro encuentro con Pandora. Al parecer el espectáculo fue visible incluso desde Kamigami, por lo que oí la Luz de la Esperanza llegó a cada rincón de los tres mundos, su luz alcanzó incluso a Perséfone, pero claro, los humanos no vieron eso, solo las deidades lo hicieron. Todo el mundo estaba intrigado con la esperanza, querían ver a la diosa que resplandecía con, según oí, el brillo de mil estrellas.

Evité dar mucho la cara los días posteriores, aun no controlaba el brillo que aún no era capaz de ver, si una deidad me veía sin duda reconocería el aura que al perecer cubría mi cuerpo como una antorcha.

Había un gran alboroto por todas partes, tanto así que no sabía quién era más urgente, si los humanos o las deidades sedientas de información que incluso querían traspasar las puertas del Olimpo.

—Lo mejor será que te ocultes por un tiempo —había sugerido Andrew mientras ambos, en lo alto de una de las torres del Olimpo, observábamos a la puerta principal cómo Evan y Logan trataban de calmar a las deidades dispuestas a entrar a la fuerza. Algunos eran curiosos, otros querían reclamar la parte del trato que les ofrecí a cambio de ayuda. Sus ojos oscuros no se apartaron de la ventana mientras me habló—. Al menos hasta que la situación se calme un poco. Un problema a la vez.

No era que no quisiera cumplir con mi parte del trato y darles la recompensa a las deidades que se jugaron el pellejo al lado de mis amigos, era que aún no sabía cómo.

En ese momento yo solo asentí, resignada. Dejar a mis amigos con las manos llenas de problemas no me parecía atractivo, pero si yo sumaba en esa lista lo mejor sería desaparecer por un tiempo. Como unas pequeñas vacaciones.

Me oculté en una casa escondida a los ojos de todos, tanto humanos como deidades, bajo el cuidado del Olimpo, en alguna parte de Suecia junto con mi familia mientras las cosas se calmaban un poco. Cuando regresé a casa a papá casi le dio un infarto, me bombardeó con tantas preguntas que no supe a qué responder primero. Por suerte tuvimos mucho tiempo para ponernos al día.

Durante tres semanas me quedé con mi familia, resguardados en un paraíso vacacional donde ninguno de los cuatro quería estar, al menos al principio. Mamá se adaptó rápido, comenzó a estudiar medicina natural, a sembrar todo tipo de plantas medicinales. Papá, por otro lado, estaba que se volvía loco por el encierro. Quería regresar al mundo, a su vida, a su universidad, pero aunque nunca se lo dije directamente, ambos sabíamos que eso ya no sería posible.

Me sentía mal por ellos, de un día para otro los saqué de sus vidas y los arrastré a la mía. Perdieron sus amigos y la vida que tenían en un instante. Ninguno de los dos me culpaba de nada, ambos me reconfortaban y agradecían el tiempo que pasé con ellos en esa casa grande donde daba mucho el sol. Pero yo sí lo hacía.

Cody, por otro lado, poco salía de su habitación. Con el paso de los días comenzó a pasar más y más tiempo a solas. Intenté acercarme en algunas ocasiones, pero él siempre me echaba y me cerraba la puerta en la cara. No habíamos hablado como me hubiera gustado. Algo le preocupaba, y a mí me preocupaba que no lo compartiera conmigo. Mis padres tampoco tenían mucho éxito, mamá consiguió que comiera con nosotros, pero cualquier charla sobre él en la mesa ni siquiera alcanzaba a comenzar. Cuando alguno tenía la intención de tocar el tema de su comportamiento, él usaba su habilidad de ver el futuro y se levantaba de la mesa antes de que alguien pudiera abrir la boca.

Mamá lo enfrentó un par de veces, supe que al segundo intento ambos se encerraron en su habitación durante dos días. No los vimos a ninguno en esas cuarenta y ocho horas. Cuando por fin mamá salió nos dijo que él estaría bien, que solo necesitaba su espacio y que evitáramos presionarlo demasiado. Le pregunté lo que sucedió, pero ella solo ponía una mirada triste y me decía que aunque quisiera ayudar, no podría, así que lo mejor era dejar de molestarlo.

Le obedecí. No volví a intentar hablar con Cody. A pesar de que su apariencia seguía siendo la misma, que más allá de ojeras no había cambiado, su actitud distante y su falta de ingenio al contestar cuando se le hablaba fueron pruebas suficientes de que algo grave le sucedía.

Recibía noticias de mis amigos todos los días, pero era como verlos a través de una pantalla, como una película. Hubo varias reuniones con la Corte Suprema para hablar sobre Pandora, estuve en cada una de ellas aun a distancia. Zeus no parecía muy contento con el hecho de que la mujer se hubiera escapado, pero lo compensaba el que ella ya no tuviera su caja. Si quería su custodia, no dijo nada al respecto. Fue más que un hecho que Andrew la vigilaría, y nadie se opuso a la idea.

El asunto de los humanos era aún un tema fresco. Evité que mis padres vieran noticias, que se enteraran de lo que sucedía fuera de ese paraíso que nos envolvía. Pero lo cierto era que todo solo empeoró luego del fracaso de conferencia de prensa, el ataque del Tifón, y la Tragedia de Michigan, como llamaron al evento en el que nos enfrentamos a Pandora.




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