Las cosas estuvieron tranquilas luego de la reunión con las deidades. La mayoría aceptó hospedarse en el Olimpo, y gracias al tamaño descomunal del palacio pasaron los días sin que me topara con ninguna deidad de cuidado. Me reuní con Diana para comer al día siguiente de la reunión, quería saber lo que pensaba de todo lo que oyó. Sus consejos siempre servían. No dijo nada que yo no supiera o intuyera, salvo una cosa que resonó en mi cabeza.
«Cuidado con Kratos. Sus intenciones son dudosas.» Me dijo Diana. Eso reforzó mi disgusto hacia el dios. Por suerte tampoco lo vi luego de la reunión.
Dado que todo lo que dije durante la reunión era mentira, y había más de una deidad que lo sabía, tenía que apurarme en darles buenas noticias.
Pero la investigación sobre Urano no arrojaba demasiados detalles. Kirok no encontró mucho sobre el incidente, pero seguía en la tarea. Sus oídos en Kamigami y su influencia en el Inframundo eran de gran ayuda, pero justo en ese caso no era suficiente. Al parecer era un tema del que la mayoría de las deidades no quería hablar. Las guerras antiguas habían sido brutales, temían que la guerra contra Pandora fuera igual y no hablaban sobre guerras pasadas.
Cuando les dije a los demás que investigaba sobre Urano me apoyaron. Evan estuvo de acuerdo en que era un buen hilo que seguir. Por lo pronto mantendríamos el hecho de no encontrar a Pandora como el mayor problema, cuando lo cierto era que aunque la encontráramos ahora no estaba segura de poder contra ella, al menos no sin mi espada.
Cuando atacamos su palacio en Madre Gea creí que podría hacerle frente, que mi entrenamiento y mis avances me lo permitirían. Pero luego de perder mi espada esa poca confianza se fue a la basura. Y algo me decía que Pandora lo sabía y por eso envió a Anfión, para ver cómo me rompía junto con mi arma.
Un recordatorio de que, a su lado, aun sin su caja, no era nada. Pero yo quería creer que sin su caja ella no alcanzaría un poder primordial y yo sería suficiente contra ella. Algo que no estaba cerca de descubrir.
No me atrevería a enfrentarla sin mi espada. Eso era un hecho.
Por eso necesitaba algo capaz de apagar la energía primordial, así ella no tendría salvación. Algo definitivo e irrefutable, que no le diera chance de volver.
Epimeteo seguía dormido, Andrew también trabajaba en eso. En eso y en la alianza, en verificar que todos estuvieran cómodos y tranquilos. También seguía investigando lo de Dominique. Así que lo veía poco, había días en los que no lo veía. Eso me daba espacio y tiempo, que quizá era lo que él quería, darme espacio. Y lo apreciaba, porque así podía concentrarme en otras cosas, pero al mismo tiempo odiaba que me diera espacio. Siempre pensábamos mejor juntos, él veía cosas que yo no. Me hacía falta eso, esconderme ene sus brazos y dejarme llevar.
Nunca dejé de entrenar, de meditar y canalizar mi energía, de fortalecer mi cuerpo. No sabía qué día despertaría y Pandora aparecería de la nada. Y todo eso me mantenía tan ocupada que era la excusa perfecta para no tener nada que ver con los humanos.
Habían pasado cuatro día desde la reunión cuando Evan encontró algo de Pandora. Al parecer la vieron cerca del monte Otris, no el de la Tierra, sino el de Kamigami.
—¿El monte Otris? —preguntó Sara, como si las palabras de Evan no hubieran sido lo suficientemente claras.
Evan asintió, con el ceño fruncido, preocupado.
Estábamos los siete reunidos en la sala de los Dioses Guardianes mientras Evan nos proyectaba un mapa en 3D de la isla de Otris y sus alrededores. El clima en ese lugar era siempre horrible para ahuyentar a los curiosos. Entraba toda la luz de la mañana, que se reflejaba en la mesa del centro y los candelabros, pero también en el vestuario de los chicos, que siempre era el que más resaltaba.
—¿Es de confianza la información? —preguntó Andrew, receloso y tenso—. La última vez que la vieron fue en su palacio, palacio vacío, tan vacío que solo encontraron a Epimeteo.
Logan bufó. Un brillo en sus ojos verdes relucía, algo molesto.
—Temis dijo que el minotauro decía la verdad, sí vio, o creyó ver, a esa mujer en el palacio. —Su mirada se afiló, un brillo verde iluminó sus ojos—. Ella debe estar jugando a las escondidas con nosotros.
—La vio un grupo de oceánidas —dijo Evan con tono lúgubre—. Eso fue hace un día helio. Envié exploradores… pero nadie más la vio o encontró evidencia de que estuvo ahí.
Un frio me recorrió la espalda. No pude evitar que una mueca se me escapara. Eso no pintaba nada bien.
—¿Por qué en el Monte Otris? —preguntó Cailye. Se acercó al mapa y lo miró de cerca, curiosa—. Lo veo como cualquier otra montaña. ¿No había estado por la cordillera de Maya hace dos años? ¿Qué quiere con las montañas?
Todos ahí se tensaron por la pregunta. Sara le lanzó una mirada preocupada a Evan y él a su vez miró a Andrew. Yo casi ni me moví, pero fui yo la que respondió.
—Porque en el Monte Otris vivían los titanes. Creo que… luego de los años los sacaron del Tártaro y los encerraron en las profundidades de esa isla. Era peligroso tenerlos en el Tártaro y Hades no quería tener nada que ver con ellos.
Cailye pegó un brinquito e hizo una mueca, comprendiéndolo. Retrocedió un par de pasos del mapa.
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Editado: 03.11.2024