Mi cuerpo me dolía todo el tiempo, cada músculo y en cada movimiento. La ira era mi constante compañera, siempre estaba furiosa, por lo que había sucedido y por como todo parecía romperse entre mis amigos y yo.
Me senté en mi cama con el mundo sobre mis hombros, pesada, respirando menos oxigeno del que requería mi cuerpo, y observé la luz del sol adentrarse por el balcón al otro lado de la habitación.
Kirok levantó sus ojos de un libro por un segundo para observarme, luego continuó con la lectura en silencio, sin demostrar siquiera que estaba ahí. Él se había vuelto casi invisible esos dos días. No salía mucho de mi habitación, él decía que lo hacía para avanzar en entender todos los enredos de Logan, pero yo sabía que le preocupaba que dejara de respirar otra vez.
No salí mucho luego de ver a Astra. Después de saber que Dominique sí tenía un despertar extraño y Astra no tuvo nada que ver, además de saber que existía una forma de viajar a la cabeza de Pandora, no me dejé ver demasiado en el palacio. Cailye todavía me odiaba y no había sabido mucho de mis otros amigos.
Andrew iba a verme tres o cuatro veces al día, solo para comprobar que estuviera viva. Él también sintió la descarga de poder y sabía que fui yo, pero no mencionó nada al respecto. Tan solo observaba a Kirok como si pudiera enviarle mensajes telepáticos.
Aún no le decía que Astra no fue la responsable del milagro de Dominique.
—Te levantas temprano —mencionó Kirok sin mirarme—. No tienes que unirte a mi maravillosa lectura todavía, puedes seguir durmiendo.
—No soy un oso, a este paso voy a hibernar. Y, además, Andrew no debe tardar. En un par de horas será el homenaje a Logan, no puedo llegar tarde.
Evan había organizado un homenaje para Logan en el salón de los Dioses Guardianes. No supe si convenció a los demás para ir. Cailye no salía de su habitación, Daymon seguía sin volver al Olimpo, y no sabía en dónde estaba Sara. Estaba demasiado triste y furiosa como para ir a buscar a mis amigos. Quería estar sola y lidiar con todo lo que me aplastaba.
Ese mismo cansancio y pesadez, mi falta de energía y mi bajo poder divino, era lo único que me había impedido viajar al interior de Pandora. Sabía que si lo intentaba como estaba terminaría por servirle un maravilloso plato a Pandora, así que solo esperé y descansé, en busca de ese equilibrio que me permitiría usar lo que Astra me dio.
Kirok me observó mientras me levantaba, no despegó sus ojos cuando me dirigí al baño. Traté de no tardar demasiado, y al salir busqué entre mis cosas mi vieja ropa. Nada de vestidos o capas, tampoco joyas o tiaras, ese día quería ser Ailyn, la chica que iba a la ceremonia de su amigo, no Atenea, quien había perdido a Hermes.
Un suéter negro y un jean fue mi elección. Dejé mi cabello suelto, ocultando la marca, pero con el pendiente de Atenea a la vista; lo más despampanante y frágil de mi apariencia. Cuando volví a mi habitación Kirok no mencionó nada, solo siguió en lo suyo.
—¿Irás? —le pregunté. No quería obligarlo, pero me sentiría mejor si estaba conmigo.
Sus ojos rojos se posaron sobre mí con cierta intención.
—Creo que estoy cerca de descifrar el orden de todo esto. Será mejor si no dejo de leer. Y, además, aunque la loca de Artemisa esté presente, sé que no te podrá poner un dedo encima.
—No la llames así.
Enarcó una ceja.
—Ella está loca, siempre lo ha estado. ¿No oíste lo que dijo sobre ti? Te culpa de todo lo que le ha pasado. Te apuesto a que si su perro se hubiera muerto atropellado también sería tu culpa. No le debes amistad ni comprensión, ella fue la que te disparó, no tú. Actúa como si el mundo estuviera en su contra, es una niña quejumbrosa e inmadura. Tú, por otro lado, eres terriblemente blanda con todos ellos. Te aferras demasiado a las personas, y cuando te disparan te echas la culpa. No eres responsable de las acciones de los demás, no les debes nada a ese grupo de dioses mediocres.
—Son mis amigos. —Se lo recordé con cierta firmeza, el ceño levemente fruncido.
Kirok bufó.
—Y aun así una de ellas casi te mata, otros dos se echaron a perder y al otro parece no importarle nada de lo que sucedió. Ninguno de ellos ha venido a verte desde que Hermes murió.
Fruncí más el ceño.
—Todos lidian con su propio dolor. Y Andrew sí que ha venido.
Ahora rodó los ojos. Cerró por un momento el libro para darme toda su atención.
—Esa es una excusa. Y sobre el rayito de sol… es lo mínimo que puede hacer. Y él también lo sabe.
—Yo tampoco he ido a buscarlos.
—Pero tú estás cargando el peso de los mundos, ellos no, que yo sepa. Siento cómo te duele, eso te indispone. ¿Cuál es la excusa de ellos? Actúan como si solo ellos hubieran sufrido, en especial Artemisa.
Apreté las manos con fuerza.
—Solo tratas de excusarme. Ellos ni siquiera saben eso.
Sonrió con cierta maldad perversa, una sonrisa oscura que no llegó a sus ojos.
—¿Y por qué crees que no lo saben? No es un secreto. No les interesas lo suficiente para tratar de averiguar por qué sigues encerrada, ni siquiera extrañan tu presencia. ¿Tus amigos? Ese vínculo ya no existe.
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Editado: 07.12.2024