Una audiencia se llevó a cabo al día siguiente del incidente con nuestras familias. Hacía varios días que nuestros aliados y protegidos no me veían, y entre lo de los portales, Logan y nuestros padres, de repente habían cambiado muchas cosas en el Olimpo. El miedo era una contante, los rumores no ayudaban mucho y las noticias volaban demasiado rápido para retenerlas.
Había muchas preguntas cuando los convoqué, a todo interesado en escuchar, en uno de los jardines del palacio, uno que quedaba justo al lado opuesto de las habitaciones de nuestras familias. Respondí dudas, muchos tenían miedo, otros exigían verdad absoluta sobre lo de Logan y otros se querían ir por miedo.
Ese día me mantuve tranquila, con una máscara fría y el corazón tranquilo. No lloraría frente a esas deidades, esa certeza me daba confianza. Mis amigos estaban conmigo, excepto Cailye, quien se cambió de dormitorio a la punta más lejana del mío, casi a una hora a pie de camino en la inmensidad del Olimpo. Ninguno de nosotros la había visto desde lo de Logan, no lo suficiente, y no podía negar que una parte de mí se sentía inquieta por no saber sobre ella.
Les dije a las deidades lo que pasó, el sacrificio de Logan. Aclaré rumores y consolidé nuevas normas. Les reafirmé que Pandora no podría tocarlos si se quedaban en el palacio, y que tenían la completa protección de los Dioses Guardianes. Además, anuncié que nuevos humanos vivirían ahí y tenían especial protección de nosotros. Dejé en claro que, si tan solo alguno los llegaba a mirar mal, yo misma les sacaría los ojos. Y cuando pregunté si había quejas al respecto el silencio que se expandió fue tenso.
Para cuando quedaron solo nuestros aliados, las deidades dispuestas a atacar cuando diera la orden, me endurecí todo lo que pude. La ira que contenía salió a flote apenas lo suficiente para dar la orden sin titubear.
—Cada fracción enviará a una parte de su ejército a la Tierra. Elijan y prepárenlos, partirán al alba. Ares los guiará en tierra, los demás los supervisaremos desde aquí.
Hubo confusión hasta que Bóreas habló.
—No estamos aquí para proteger a los humanos —aclaró, los demás lo siguieron con susurros y asentimientos de cabeza.
—No irán a la Tierra a proteger humanos, lo harán a cazar. —Me tomé un momento, los hombros tensos—. Pandora está en la Tierra, con los portales cerrados no podrá atravesar los mundos. Además, circulan armas antidioses. Encuéntrelas y destrúyanlas. Tenemos razones para pensar que son propiedad de Pandora. Barreremos la Tierra, ningún rincón se quedará sin revisar.
Hubo expectación durante unos segundos, sorpresa y cierto temor. Algunos aun no estaban muy seguros de lo que ir contra Pandora significaba. Dos años sin ninguna aparición confiable había generado una peligrosa ilusión de paz.
No pude evitar notar la sonrisa maliciosa de Kratos entre las deidades, sus ojos encendidos de una excitación que alertó mis sentidos. Tenía que pedirle a Daymon que no lo perdiera de vista.
—¿Qué haremos con los humanos? —preguntó un dios.
Sentí la mirada de mis amigos sobre mí, excepto la de Andrew. Él no me miraba, tan solo observaba a la multitud como si fuera una estatua puesta para intimidar. Se comportaba así desde que volvimos al Olimpo; no se atrevía a mirarme a los ojos. Aun no habíamos hablado de lo que pasó, tampoco le había dado las gracias por darme algo de equilibrio.
Entrecerré los ojos, saqué más el pecho.
—Si se interponen, si muestran resistencia, defiéndanse. No maten si no es necesario, procuren usar golpes no letales. Pero si los atacan prioricen su seguridad y la de su gente.
Silencio. Hasta que alguien silbó. Kratos, un silbido agudo y burlesco.
—Pero qué curioso. Tú, la gran Atenea, defensora de los más débiles, amante de la humanidad… ¿los abandonas? ¿Pero qué hicieron para matar tu amor por ellos? —indagó él con intención, queriendo plantar zozobra—. ¿Irás a una guerra contra ellos? ¿Qué nos puedes decir cuando un día los amas y al otro los matas? Si lo hiciste con ellos, ¿cómo podemos confiar en que no nos deseches también?
Las deidades lo miraron, luego a nosotros, sus ojos con cierta sombra de duda.
Andrew se tensó más, noté un tic en su mandíbula. Yo me quedé en mi lugar, mirando a Kratos sin vacilar.
—Atacaron a mi gente —respondí con simpleza—. Yo defiendo a los míos.
—¿Y no somos nosotros tu gente también? —Sus ojos brillaron de suspicacia y picardía—. ¿No lo eran ellos? Al parecer, tus lealtades son muy cambiantes. Tal vez no los amabas lo suficiente como solías afirmar.
Sentí la ira hervir en mi sangre. Mis ojos se encendieron en ese dorado sobrenatural y mi energía divina fluctuó a mi alrededor, como si incluso esa parte de mí quisiera explotar.
—No supieron valorar mi amor, ahora afrontarán las consecuencias de sus actos. ¿Tú también lo haces, Kratos? ¿Dudas de mis habilidades, de mi lealtad? Entonces te reto, luchemos, y el ganador podrá poner el tela de juicio al otro. Miremos quién está más comprometido.
Oí el gemido sorprendido de Sara, se mezcló con las exclamaciones de las deidades. Pero ninguno de mis amigos se me acercó, o me detuvo, ni siquiera Andrew.
Kratos sonrió, una amplia y perezosa sonrisa se deslizó como mantequilla en su rostro. Conservó una calma aterradora.
#417 en Fantasía
#50 en Paranormal
#18 en Mística
mitologia griega, magia y amistad, romance fantasía acción aventuras
Editado: 16.02.2025