Kaori, la esfera mágica

Capítulo 3

El profesor Castor nos hizo prometer uno por uno que no iríamos al museo y uno a uno le dimos nuestra palabra. Qué pena que alguno de nosotros cruzásemos los dedos a nuestra espalda; de esa manera la promesa quedaba invalidada. ¡Trucos de niños!

A la salida de clase nos reunimos los diez en la puerta del instituto para planear nuestra quedada del jueves por la noche. Aún quedaba un día, pero el viernes era puente y así dispondríamos de tiempo suficiente para planificarlo todo.

—¿Cómo te enteraste de que había una entrada? —preguntó Feny animada.

—Por Carlos, un chico que está en un curso mayor. Habló de esto con sus amigos en el servicio.

—¿¡Entraste en el servicio de los chicos!? —se escandalizó Isa.

—¡No, tonta! Los escuché desde el pasillo. Esos niños gritan mucho cuando hablan —aclaró Ebi.

—¿Sabes bien dónde está? —indagué.

—Sí. Bueno… Yo digo lo que he escuchado. —Se encogió de hombros antes de continuar—: Se supone que está situada en la parte trasera del museo, donde están los escombros, pero no es la parte que se incendió, sino la que está a salvo. Podemos colarnos sin ningún peligro.

—¡Genial! —exclamó Feny.

—¿Estáis seguros de querer ir? —Raúl no parecía convencido del todo.

—¡Por supuesto! —saltamos Feny, Ebi y yo a coro.

—Siempre he tenido curiosidad por ese lugar, pero nunca he preguntado porque ya sabéis que en el pueblo el tema del museo es tabú —comenté.

—Pero ¿y si pasa algo? —Mari estaba algo asustada.

—¿Qué podría pasar? Es un sitio solitario; lo más peligroso sería que hubiera un asesino —rio Ebi.

—¡¿Un asesino?! ¡¿Te parece gracioso?! —se alarmó Sivir.

—Hay cosas peores que los asesinos… —Feny dejó esas palabras en el aire.

—¿Qué cosas? —preguntó Elena temerosa.

Se hizo el silencio.

—¡Hablad ya! —exigió Isa.

—Por favor, ¿qué puede haber más peligroso? —Tony empezó a preocuparse.

—Ya sabéis… —murmuró Ebi.

—No, no lo sabemos. Si lo supiéramos no haríamos tantas preguntas —se molestó él.

—¿Seguro? —sonrió Feny.

Christina, Mari, Isa, Raúl, Elena, Sivir y Tony asintieron a la vez.

—Pues… —empezó Ebi.

—… Esas cosas… —siguió Feny.

Ambas me vieron esconderme y sonrieron, sabiendo lo que pretendía.

—Se meten por tu cuerpo… —Ebi habló despacio.

—… Entran por el ombligo…

—Hacen de tus intestinos un hogar.

—Y se reproducen allí. —Feny sonrió, ya habían alargado la conversación lo suficiente.

—Y…

Silencio de nuevo.

—¡¿Y qué?! —presionó Sivir casi gritando.

—¿No los conocéis? —preguntó Feny.

—¡¡NO!! —soltaron los siete a la vez.

—Se llaman…

—¡¡BUUUUUUUUH!! —los asusté, apareciendo de repente.

Los siete empezaron a chillar como desquiciados, corriendo a ninguna parte. Unos se tapaban los ojos con las manos, otros los cerraron con tanta fuerza que daba la sensación de que el párpado superior y el inferior se habían convertido en uno. Feny, Ebi y yo acabamos en el suelo, agarrándonos la barriga muertas de risa.

—Sois tres personas crueles sin alma ni corazón —dijo Christina, haciendo un puchero.

Nosotras no podíamos parar de reír. Ojalá hubiéramos grabado el momento, lo habría visto en bucle.

—¡Os lo habéis creído! —dijo Feny entre risas.

—¿Era todo mentira? —Mari nos miraba anonadada.

—¡Por supuesto!

Volvimos a estallar en carcajadas.

—Lo primero, ¿quién quiere ir? —preguntó Ebi cuando conseguimos calmarnos—. Yo sí quiero.

Se escucharon varios síes en el grupo.

—Entonces iremos Christina, Feny, Ebi, Tony, Raúl y yo ¿no? —concluí.

Feny asintió.

—Bueno… Si queréis puedo ir, pero solo para vigilar el exterior por si viene la policía —se ofreció Isa.

—En ese caso, ¿puedo ir contigo a hacer guardia? —se sumó Sivir.

—Yo también —añadió Elena.

—Vamos, Mari —la animó Sivir—. Solo faltas tú. Vente con nosotros, será divertido. Si no quieres entrar, puedes quedarte con nosotras haciendo guardia.

Ella dudó, pero acabó aceptando.

—¡Genial! ¡Al final iremos todos! Cuatro guardias y seis exploradores —se alegró Feny.

—Mañana ajustaremos los últimos preparativos y a la noche ¡aventura! —sonreí de oreja a oreja.

Nos despedimos y cada uno se fue a su casa.




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