Kaori, la esfera mágica

Capítulo 5

Nos dividimos en dos grupos: el explorador y el de vigilancia. Fuimos a la parte trasera del museo, donde unos bloques de ladrillo derrumbados nos servirían de entrada. Nos colamos arrastrándonos como serpientes.

—Ya estamos dentro —dijo Tony con nerviosismo.

—¡Empieza la exploración! —Ebi estaba tan emocionada como yo.

Nos sacudimos el polvo de la ropa y comenzamos la inspección de aquel maravilloso museo… O eso pensábamos nosotros.

Aunque la oscuridad nos cegaba, encendimos nuestras linternas y poco a poco los ojos se acostumbraron a la poca luz. La emoción me embargaba, nuestra primera vez dentro del museo, dando vida a lo que había estado muerto durante décadas.

Distinguimos un corredor con decoraciones bastante lujosas que subían por las paredes de mármol. Había vitrinas pequeñas con trozos de cuero, estacas, hojas de papiro escritas… ¡Estaba alucinando! Quería recorrer el edificio entero.

—¡Guau! —Feny tenía la boca abierta.

—Es mucho mejor de lo que imaginaba —dijo Ebi impresionada.

—¡A explorar se ha dicho! —exclamé.

Recorrimos el pasillo mientras alumbrábamos con las linternas los nuevos lugares por descubrir.

—¡Eh, chicos, mirad esto! ¡Es increíble! —nos llamó Raúl.

En una de las vitrinas había un papiro con un símbolo, un hexagrama. Se podía leer una descripción:

El hexagrama es, básicamente, una estrella de seis puntas formadas por la intersección de dos triángulos equiláteros. La clave es la sangre, pero no es una simple estrella. Representa la decisión final de los demonios, el símbolo de Devonshire, el «Satanás vampírico». En este hexagrama gobiernan los siete planetas. Es utilizado para destruir o invocar cualquier conjuro maligno, ya sea poseer, matar o destruir un país entero. Además, es uno de los símbolos más potentes usados en los poderes de las tinieblas.

¡Hay que tener cuidado con su uso!

¡Se me pusieron los pelos de punta!

—Es demencial —dijo Christina.

—Un poco sí, la verdad —asintió Ebi.

—¿Cómo que un poco sí? Si esto fuera real ¡lo habrían utilizado para matar a muchas personas de forma injusta! —exclamó mi hermana.

—Christina, es un museo maldito repleto de cosas sobrenaturales: vampiros, sangre, conjuros, brujería… ¿Qué querías encontrarte? ¿Un paraíso con unicornios, arcoíris y todo color de rosa? —pregunté con la ceja arqueada—. ¡Estamos en un lugar abandonado, no en una pradera!

La broma surtió efecto y todos rieron, aliviando un poco a los que estaban asustados.

Seguimos con la inspección. Cada rincón emanaba historia. Entramos a un salón resplandeciente decorado de forma tan exquisita como el pasillo. Aunque se había estropeado a causa del incendio, se podía apreciar la delicadeza y el esfuerzo. Cada pliegue, cada giro, cada hendidura estaban perfectamente detalladas. Pudimos apreciar algunas partes que habían sido restauradas con la intención de recobrar el esplendor de antaño, manteniendo los detalles históricos. El profesor Castor nos contó que la reconstrucción se canceló por falta de dinero.

Sin embargo, no solo el interior y la detallada arquitectura hacía del museo un lugar mágico. Su imperturbable temática conseguía introducirte en la historia de forma sorprendente. Cada paso que dábamos, nos acercábamos a lo espiritual. La sensación era indescriptible.

—No entiendo por qué no lo han reconstruido, es hermoso. Ya han tenido varios años para hacerlo —comentó Feny mientras observaba minuciosamente cada detalle.

—Yo tampoco lo entiendo —susurré mientras me acercaba a una de las vitrinas de la habitación con el tamaño de una persona.

Lo que pasó a continuación no sabría cómo escribirlo, pero lo intentaré… Aquel objeto me atrapó. No era más que una simple esfera de cristal, o eso parecía, pero hizo algo dentro de mí, algo que no era normal. Mis pies se movieron solos hacia ella. Me sentía como hipnotizada, estiré el brazo con la intención de cogerla, pero un escalofrío recorrió mi cuerpo. Erizó cada poro de mi piel, dejando mi interior helado. Había algo o alguien detrás de mí. Lo ignoré. Seguí con mi empeño de coger la esfera hasta que esa extraña sensación terminó cuando choqué contra la lámina de cristal que la protegía, provocando un ruido ensordecedor.

Mis amigos se giraron hacia mí con los ojos abiertos por la sorpresa. Permanecimos en silencio unos segundos. Observábamos la vitrina, aguantábamos la respiración… y la soltamos de golpe al ver que no se rompía. Un coro de carcajadas resonó en el lugar.

—¡Pero mira que eres torpe! —rio Tony mientras me señalaba con el índice.

—¡Casi entras dentro de la vitrina! —siguió riendo Ebi.

—¡Eres la bomba de este museo! —se sumó Feny.

Hubo unos segundos de silencio y luego más carcajadas. Yo no me reí, tardé en entender el chiste. El incendio fue provocado por una explosión cuyo origen se desconocía… A eso se referían.

La verdad es que el chiste tuvo su gracia, más o menos.

Después del momento «carcajada» continuamos nuestra exploración, aunque ya no pude dejar de pensar en lo que había pasado. El escalofrío, la sensación de que alguien estaba a mi lado…




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