Karami

KARAMI

Es la última hora de la clase y el pizarrón está lleno de fórmulas matemáticas que me provocan dolor de cabeza.

Estoy harto de este curso para el examen de la universidad, es demasiada información que mi cerebro debe retener de distintas materias y solamente, para complacer a mis padres para tener así, la oportunidad de estudiar en una escuela de élite, contabilidad. Una carrera que evidentemente, nunca deseé a pesar de ser bueno con los números.

Soy hijo único, todas las expectativas de sus sueños frustrados de jóvenes, recaen en mis hombros. Dejar de vivir modestamente y convertirme en funcionario público.

Mi papá es obrero y mi mamá, cuidadora en un asilo de ancianos, por lo que debo aprovechar al máximo todos los esfuerzos para que el futuro de su querido hijo sea diferente. Aunque yo lo único que desearía hacer, es dibujar sin parar, ni siquiera sé qué más esperar de mi corta y simple vida. Dibujo paisajes, retratos y todo lo que me inspire en la cotidianidad.

Escucho nuevamente los murmullos detrás de mi asiento, mis compañeros llevan toda la semana hablando sobre la serie de asesinatos que llevan ocurriendo todo el mes de septiembre. Es casi octubre, parece una mala broma.

Y de manera inevitable, de tanto escucharlo, he dibujado las descripciones que salen en las noticias día con día cuando desayuno, lo que escucho en las pantallas al tomar el tren y lo que platican como si en realidad, supieran algo más al respecto que los rumores de lo que pareciera una figura que atrae, y guía a sus víctimas a su fin, una barata y creciente, leyenda urbana.

Repiten una y otra vez, que quieren ir a “El vacío”, la alcantarilla abandonada en donde se encuentran los cuerpos vacíos de las víctimas del asesino en serie. Algunos solamente vandalizan la zona, tiran piedras o se hacen los valientes al investigar como si fuera urbex.

Hay una nueva víctima cada semana, y como se dice; está completamente vacía por dentro. Sin órganos ni fluidos, como si fuera una cáscara hueca. Es como si hubieran absorbido su ser.

Las imágenes no salen de mi cabeza y tengo varios dibujos a lápiz sobre el puente en donde está la entrada a la alcantarilla, la intensa oscuridad por dentro, y los detalles que mis sueños, extrañamente me han dado. Tal vez, alimentando ese delirio.

Es una chica, con rasgos tan inhumanos y bellos a su vez. Piel pálida, largo cabello de color oscuro con flequillo que llega hasta la mitad de su frente, ojos rasgados con una profundidad impresionante, lunares a los lados, hoyuelos y una sonrisa que aunque a los demás les parecería demoníaca, me resulta bella. Una belleza terrorífica que solamente los cómics de terror se atreverían a crear.

Sé que el porcentaje en que haya asesinas seriales es mucho más baja, aunque todo es posible en esta retorcida y podrida sociedad.

—Quarrel Oshira, resuelva el siguiente ejercicio, por favor —el profesor Izane me llama, y asiento sin otra opción.

Su voz es tan relajante que luchas por no morir de aburrimiento o soñar despierto durante sus clases, entonces mi táctica es mirar a la nada y fingir que presto atención y cuando se voltea, acomodo mis pertenencias o dibujo para no dormirme de verdad.

Parece que no me funcionó el día de hoy, qué mal.

Me levanto, atravieso la habitación tan luminosa que parece un cuarto acolchado que tiene potencial de volverte loco, pero sin amarrarte completamente físicamente, más bien, mental y emocionalmente.

Resuelvo el ejercicio sin más y me aplauden al respecto, no sé si por cortesía, asombro u obligación, me da igual. No siento nada, aún así inclino la cabeza con gratitud.

Al regresar a mi lugar, me percato que mi cuaderno de dibujo no está y busco por doquier hasta escuchar las risas de los dos sujetos más desagradables que se encuentran comúnmente, al final de la última fila: Vaerik y Corveth.

Un par de imbéciles que no tienen esperanza en lo académico, laboral y mucho menos, en la vida en general. El primero, se la pasa garabateando y siendo el bufón del grupo, esa es su única personalidad, el intentar encajar.

Y el segundo, es un vago que lo han corrido de varias escuelas y sus padres decidieron que era hora de “aplicarse”, para mejorar su futuro, como si pusiera de su parte al revisar el celular durante todas las clases, es eso o dormir.

Supongo que mientras pagues para estar así, es suficiente. Así funciona el sistema.

Hojean y ríen como si fuera una revista porno y fueran unos vírgenes perdedores. Es patético.

Reniego, voy por mi cuaderno y me percato que se detienen a observar el dibujo de la chica que hice. Su rostro tiene una mezcla de asombro y una sonrisa más de nervios que de gracia, una curva peculiar.

—¿Es tu novia? Parece que tienes un fetiche por las asiáticas —el robusto de Corveth indaga con picardía y niego sin emitir una palabra mientras mantengo mi cruce de brazos.

Se rasca sus cortos cabellos castaños y después apoya su mano en sus mejillas regordetas, llenas de una mezcla de pecas y acné, debido a la edad.

Sé que mi postura de un chico alto, con ropa formal en su delgado cuerpo, y expresión oscura que combina con su color de cabello y ojos, puede parecer severa.



#103 en Terror
#2079 en Otros
#465 en Relatos cortos

En el texto hay: crimenes, halloween, leyenda urbana

Editado: 03.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.