Karion: Reencarnación en lobo

Bestias, cacería y el lobo

El sol apenas empezaba a dejar pasar sus primeros rayos por entre las ramas y las hojas de los árboles mientras a la luna de plata, la más pequeña de las dos, la hacía esconderse en el horizonte, dando lugar al amanecer en el bosque. El ambiente de la mañana, los sonidos y colores hacían que todo se sintiese vivo y vibrante arrebatándome la somnolencia del despertar rápidamente, pero dejándome con una sensación agridulce ante lo hermoso de mi entorno, pero con la pesadez de que había perdido mi anterior vida ante la incertidumbre en la que me encontraba. De todas formas me incorpore en mis cuatro patas y salí lentamente del pequeño refugio de piedra que me había dado cobijo durante la noche, haciéndome la promesa de que finalmente iba a cazar algo durante el día.

 

Aun así había algo que quería probar primero y era acerca de la curación a base de maná que logre observar con el lagarto de hielo, esto para lograr cerrar de una vez por todas la pequeña herida que tenía en el lomo. Para esto apagué mis sentidos nuevamente y me concentré en aumentar y desviar el flujo de maná hacia la zona donde se encontraba la herida, haciendo circular poco a poco la energía a través de mi piel, pero sin ver ningún resultado al cabo de un tiempo. Definitivamente había visto al lagarto curarse y eso tenía que haber sido alguna clase de magia, por lo que debería de ser posible, pero tenía que descubrir de qué forma. Por lo que sabía las heridas normalmente se curan con la generación de nuevas células que ocupan el espacio de las pérdidas, por lo que tal vez debería intentar algo similar.

 

Esta vez al desviar el maná hacia la herida intente impregnar la zona con maná como si lo estuviese acumulando, pero mucho más suave, como si de estimular las células se tratase en un proceso lento y delicado. A su vez también intente liberar el maná fuera de mi cuerpo en la pequeña zona que representaba la herida, como hilando y conectando toda la estructura con el fin de regenerarla. Poco a poco iba sintiendo cómo se recuperaba y sanaba, pero era un proceso sumamente lento y que exigía toda mi concentración. El control del maná en general era complicado pero este proceso era en especial muy meticuloso y especifico por lo que resultaba bastante difícil, pero después de un rato que fácilmente podrían haber sido un par de horas ya prácticamente había logrado sentir como la herida estaba completamente curada.

 

Justo estaba terminando de curarme cuando súbitamente un rugido furioso, de increíble poder y que parecía capaz de romper el cielo en dos, retumbó a lo largo del bosque proviniendo por encima de mí. Tal estruendo terminó sacándome de mi concentración de manera irremediable y me obligó a alzar la vista inmediatamente. A través del pequeño claro en el que me encontraba logre divisar como una criatura masiva, que casi lograba cubrir por completo la zona por la que pasaba del sol, volaba majestuoso e imponente a través de las nubes de la mañana. Apenas lo pude observar por un par de segundos, pero se trataba de un verdadero dragón de escamas azules que así de veloz y raudo como apareció ante mi vista siguió su trayectoria sin vacilaciones hacia las montañas más allá del valle, para finalmente perderse entre el horizonte.

 

Si el oso acorazado que me había encontrado la noche anterior ya me generaba una sensación de pequeñez y sobrecogimiento, lo que produjo el dragón en mi cuerpo salía completamente de lo que alguna vez podía creerme capaz de sentir. No era miedo o terror, en lo más mínimo, pero con el poco tiempo que estuvo por encima de mi y con el rugido que genero logró mover definitivamente cualquier concepto que alguna vez tuve de lo que era verdadero poder. Simplemente resultaba en una criatura cercana a lo que llamaría de alguna manera divina. Aun asi su paso por el bosque, más allá de sacarme de mi proceso de curación, no tuvo ninguna trascendencia real, por lo que el impacto inicial rápidamente se fue diluyendo con el pasar de un par de minutos.

 

Dejando de lado el dragón, a pesar de ser solo una pequeña herida y tomarme bastante tiempo, había logrado usar magia para curarme. Esto era algo extremadamente bueno pues implicaba que a largo plazo una herida de cualquier tipo no acabaría irremediablemente con mi vida. Todavía tenía que practicarlo bastante, en conjunto con mi manejo general del maná, pero era una herramienta que me iba a ser definitivamente útil. No había podido terminar el proceso del todo, pero prácticamente ya se encontraba cerrada la herida del lomo y ya no me producía ningún dolor, por lo que ya daba por terminada la tarea y ahora solo me faltaba explorar el bosque y conseguir comida.

 

Siguiendo algunas de las rutas por las que había pasado en la noche me adentre mas en el bosque llevándome una gran sorpresa por todos los seres que iba viendo ya activos por el día, variando en comportamiento entre simplemente ignorar mi paso por entre los árboles, correr ante mi presencia o simplemente ser observados por mí a la distancia. Las primeras criaturas de las que me di cuenta eran unas piedras en su mayoría cubiertas por musgo que a primera vista eran simplemente eso, rocas inanimadas, pero que una vez las observabas más detenidamente resultaban ser diversos golems de roca que variaban en tamaño, desde unos no mayores a una pelota hasta otros tan grandes como carros, siendo también de diferente formas y estructuras pero que en conjunto no me atrevía a molestar.

 

Otros eran un grupo como de 5 animales parecidos a liebres o conejos, de mí mismo tamaño, pero que ostentaban unos colmillos que recordaban bastante a los de un jabalí apuntando hacia el frente. Estas pequeñas bestias apenas las pude ver de espaldas mientras corrían, pues conforme me acercaba aún inconsciente de su presencia, empezaron a correr lejos de mí. La vida en el bosque era vasta hasta el punto en que incluso algunos árboles empezaban a moverse ante mi sorpresa, desenterrando sus fuerte raíces del suelo y desplazándose a alguna otra zona con más nutrientes. Pero incluso con la mayoría que aparentaban ser árboles normales sentía circular fuertemente el maná por sus hojas y ramas, irradiando vida en el proceso. Partiendo de esto otros pequeños monstruos que fácilmente podrían ser como monos hechos de madera se desplazaban saltando entre las ramas y camuflándose con el entorno mientras convivían con criaturas más normales como las que simplemente eran como ardillas ordinarias.



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En el texto hay: romance, magia, reencarnación

Editado: 12.03.2021

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