Toda la situación era simplemente embriagante, la construcción que tenía de la realidad cambiaba completamente a partir de la explosión sensorial que estaba experimentando y que lo deformaba todo dotándome de una claridad sin precedentes. Estaba percibiendo el mundo de una manera mucho más intensa y completa y esto hacía que realmente no pensase en el impulso instintivo que estaba sufriendo al dejarme llevar por el aroma de mi presa, correr salvajemente por el bosque con todo lo que me permitía el ir a cuatro patas y darle caza en un movimiento rápido y natural a mi objetivo. El conejo finalmente había dejado atrás cualquier señal de vida y poco a poco de su cuerpo pude ver salir una pequeña y débil, casi imperceptible, aura azul que me invadió al mismo tiempo que sentía esa energía mezclarse con mi cuerpo.
La nueva visión que tenía del mundo no se atenuaba en lo más mínimo, no iba a permitirlo, pero igual me tenia que acostumbrar poco a poco a todos los nuevos tipos de estimulación sensorial que me invadían, así como aprender a diferenciar cada elemento. Lo que si se iba apagando poco a poco era la emoción de ese impulso salvaje por el que simplemente me deje llevar, la adrenalina fue perdiendo efecto y la razón fue regresando a mi mente, aunque era muy difícil, por no decir imposible, el olvidar la sensación al correr por el bosque libre como un lobo. Algo era diferente, pero al mismo tiempo era lo mismo, simplemente parecía como si me quitaran una venda que estuve llevando todo este tiempo.
El ambiente a mi alrededor estaba completamente en calma con el sonido ahora mucho más claro de varias pequeñas criaturas a mi alrededor, pero entre los que destacaba el hermoso canto de unos pájaros cercanos. Era un pequeño claro en el que un césped amable lo cubría todo y donde unas flores doradas de formas que nunca antes había visto, como recordando a unas campanas, se disponían al fondo. Entonces deje el conejo inerte en el suelo al mismo tiempo que pensaba en lo que venía a continuación, alimentarme de él. Despejando completamente mi mente solo me dejé llevar por el hambre que venía aguantando desde hace varios días y sujetando el cuerpo del conejo con una pata y desgarrando su pelaje procedí a morderlo y arrancar un pedazo de su carne.
Conforme di el primer mordisco lo único que pude pensar era en la sensación que me traía. Todavía estaba caliente e impregnado en sangre, además de presentar una textura fibrosa. Sumado a eso el sabor no era realmente muy destacable y aunque no era malo como tal si que resultaba algo soso, pero a pesar de ello me traía una cierta sensación bastante reconfortante y satisfactoria acompañado de un cierto sentimiento de culpa. Tratando de dejar el sentimentalismo a un lado y viéndolo en la práctica como lo que realmente era, un lobo alimentándose de su presa, todavía resultaba extraño. Como cuando sientes que estás haciendo algo malo, aunque no necesariamente lo sea, pero aun asi lo disfrutas.
Cuando maté al ciempiés realmente no llegué a generar mayor emoción o culpa netamente de su muerte, tal vez por lo cegado que estaba en el momento o porque esté recordaba más a un insecto sobre el que no interiorizas que tiene vida o alma; pero el sentimiento de ahora era algo diferente. Aunque en cierta forma comprendía que era natural, aun así era algo que me incomodaba ligeramente, pues era una criatura con la que hasta podía llegar a empatizar. De cualquier manera, esperando que con el tiempo me iría acostumbrando poco a poco al proceso y sin querer pensar en nada más, seguí devorando todo lo que quedaba del conejo. Iba pasando de comer su carne a sus órganos y hasta triturar la mayoría de sus huesos para tratar de aprovecharlo lo más que podía, no quería que su muerte fuese en vano. El conejo era relativamente pequeño por lo que al cabo de unos minutos ya solo había dejado su pelaje y un par de huesos demasiado grandes como para comérmelos, saciandome en el proceso y pareciéndome curioso el que no poseía una piedra mágica como la del ciempiés.
Siempre fui una persona relativamente tranquila por las comodidades que me daba la vida moderna y acomodada, pero ahora eso parecía muy distante; había matado a otra criatura y me había alimentado de ella directo de su cuerpo, cosa que, aunque no me generaba un conflicto mayor o algo por el estilo al tener claros mis motivos, sí que me producía un sentimiento ligeramente agridulce a pesar de que había logrado calmar mi hambre. Aunque lo que me parecía más raro y que me asustaba un poco es que esto lo empecé a sentir solo después de ya haberlo matado. Cuando falle en cazarlo a la orilla del arroyo dude un poco antes de actuar, pero desde que libere mis sentidos y corrí por el bosque hasta cuando finalmente lo capture en mis fauces algo más surgió desde dentro de mí, un instinto salvaje que se sentía completamente liberador y maravilloso y cuyo bajo efecto simplemente actúe.
De todas maneras, ya había terminado mi cometido, por lo que solo seguí caminando tranquilamente hacia el arroyo disfrutando de todas las nuevas sensaciones que ahora recibía abiertamente. Meticulosamente fui recorriendo el bosque sin seguir un camino completamente recto y perdiéndome voluntariamente dentro de él. Las flores, los pequeños insectos, los diferentes animales que se desplazaban por la tierra, los pájaros, los árboles y hasta el mismo bosque, todo se sentía infinitamente más vivo y vibrante, con una identidad mucho más propia e individual que se componía de aromas, sonidos, colores y hasta su propio rastro de maná particular que parecía flotar por el aire. Así lentamente me fui familiarizando con cada uno de estos rasgos de todo lo que me encontraba delante mía mientras gozaba de mi paseo por entre toda la naturaleza en la que me hallaba completamente sumergido. Incluso lo que hace no mucho me desagradaba, como lo era el caminar descalzo por la tierra, ahora era algo que me tranquilizaba a cada paso, significaba el sentir la vida de todo el bosque a través de mis patas.