Elena:
Por alguna razón el miedo se fue yendo poco a poco, hasta que sentía hasta cierto punto calma... Pude reconocer esa voz, ahora ya no solo tarareaba sino cantaba, además, era, era ¡Mi mamá!
No era posible, no podría serlo, ella estaba muerta, hace tres años. Ella no. ¿Y si sí?, ¿cómo iba a ser posible?
Comencé a recorrer todo el cuarto con la vista, no había nada, ni nadie. Cuadros, cuadros y más cuadros.
Y sin previo aviso, sin yo querer mi voz salió—: ¿Mamá?, ¿estás ahí?— que absurda me veía, nadie me contestaría, decidí que lo mejor sería dar la vuelta y salirme del cuarto, un gran escalofrío recorrió todo mi cuerpo al escucharla.
—Hija, mi amor, aquí estoy, siempre estoy aquí —mi cara estoy segura en ese momento se volvió más pálida que nada, me paralicé. No era real lo que estaba escuchando —, estoy sumamente orgullosa de ti. Necesito... Confíes en mí, y sé, yo lo sé, mi cielo. Esto es muy difícil y extraño, ni yo podría creérmelo, pero necesito que me hagas un favor.
Soltó sin más, con su típica voz dulce y segura de sí misma. Mi cuerpo quería salir de ahí mismo, mis pies no reaccionaban y mi corazón estaba segura que saldría volando en cualquier momento, sentía como este daba vueltas.
Su voz daba vueltas y vueltas por todo mi cabeza, y al escuchar su voz una y mil veces, sentí amor, como si fuera realmente mi madre. Y entonces fue como si me tiraran un balde de agua helada en el pecho; mi corazón se rompió y se formó un nudo en la garganta al reconocer que en efecto, era la voz de mi mamá, esa característica voz que hace tanto tiempo no escuchaba. Que me hablaba con dulzura, sus chistes que eran realmente buenos, sus brazos y besos tan cálidos que te daban ganas de quedarte junto a ella por horas, y si lo hacías no te dabas cuenta.
Y en ese preciso momento recordé lo que mi papá había tenido la valentía de confesarme. Mi mamá no era la mujer que aparentaba.
Al reaccionar pude darme cuenta que estaba con las manos tapando mi cara, y miles de lágrimas corrían por ella. Al quitarlas me deslumbré con una luz blanca, y aunque tuve que alzar mi vista para poder ver de dónde provenía la luz tan intensa pude estar segura de que no se trataba del foco. Era algo más. Una silueta, era eso.
Con mucho esfuerzo que no sabría explicar de dónde saqué comencé a caminar lento, para acercarme a eso y entonces pude tomarle forma. Era la mujer bella que llenó mis días de alegría, pero su rostro tenía un gesto de dolor y, ¿coraje? Lo cual era confuso. Ella era mi mamá, mas sin embargo esa expresión no era algo común que, en sus días con vida demostrara.
Creí que todo había sido una simple alucinación, estaba decidida a salir de ahí y dejar pasar todo, no contar nada. Como si no hubiera ocurrido nada. Hablaría por última vez, quizás fue simple morbo de saber qué ocurriría, pero algo dentro de mí decía que tenía que hacerlo. Solo era curiosidad...
—Mamá ¿Eres tú? —pregunté y no di tiempo a que contestaran —¡¿Por qué lo hiciste?! ¡Por qué a personas que te amábamos con todo el corazón y que sin dudarlo daríamos la vida por ti! Me duele, y a mi papá también, nos duele mucho... ¿por qué lo hiciste? ¡Eres un monstruo! Siempre pensé que había sido culpa mía y de papá, ¿cómo pude llegar a pensarlo?— solté tan rápido sin trabarme, todo fue con odio, rencor y dolor. Todo al mismo tiempo. —¡Fui tan...! No vi lo que realmente pasaba, fuiste tan, pero tan mala y te mostrabas como alguien tan inocente cuando... ¡Tú provocaste todo, tú te ganaste todo, tú...!
Llanto, otra vez. Ya no podía hablar, era solo llanto, me costaba respirar, mi vista se nublaba debido a las lágrimas acumuladas, y seguían saliendo como si no hubiera un final.
—Mi cielo, no llores, por favor. Cielo... Como dijiste, nunca viste lo que pasaba en realidad, recuerdas cuando— ella hablaba como si no esperara respuesta de mi parte, y de la nada guardó silencio, de esas veces que cuentas un secreto, o algo que una persona no sabía, así parecía.
Conseguí parar un poco el llanto, no podía voltear a ver la silueta, todo dolía incluso mi cuerpo y ya no solo era eso, tenía rencor en mí, hacia mi propia madre. Y juraría que jamás pensé en sentir este sentimiento hacia ella.
El sonido de una puerta abriéndose llamó mi atención.
—Cariño, estoy en casa. ¡Traje pastel, ricitos, ven a probarlo!— mi papá había llegado, su voz animada me hizo recordar que seguía en mi cumpleaños.
Esa voz de nuevo habló —Me tengo que ir, volveré y necesitaré que me escuches, sé que es muy probable que me odies en este preciso momento, pero escúchame. Necesito que actúes normal, confía en mí. Te amo, mi cielo. Eres demasiado fuerte, pero necesitas...
En ese momento la silueta tan brillante desapareció, mi papá entró a la habitación y corrió hacia mí dejándose caer a mi lado.
—Princesa, ¡princesa! ¿Qué te pasa?, ¿estás bien?, por favor, respóndeme —su cara era de frustración y preocupación mezclada y entonces recordé mi aspecto. También que... ¿Él la vio? Su cara solo demostraba que estaba preocupado. Incluso su voz, era como si estuviera asustado.
Su mano fría tocó mi mejilla y levantó mi mentón, después me sostuvo ayudándome a levantar y en ese instante fue cuando pude darme cuenta que estaba tirada en el suelo, mis rodillas comenzaron a doler, el cuerpo me temblaba y cuando él me sostuvo fue como si el dolor aminorara. Me sentí protegida y, un momento eso no había terminado su oración, así que me limpié las lágrimas con la manga de mi sudadera y volteé hacia arriba, no había nada, ni siquiera un ruido, nada. Entonces sí fue una simple alucinación, extrañaba a mi mamá, era eso, pero algo dentro de mí empezaba a odiarla. Decidí que lo mejor sería ignorar lo ocurrido y no contar nada al respecto.
Pero algo más adentro me hacía confiar, creer que en efecto, era mi mamá. ¿Y si no era una simple alucinación? Si no era una alucinación, necesitaba saber qué me quería decir. Era demasiado extraño, si fuera mi mamá tendría una sonrisa de oreja a oreja, yo la recordaba así.