04/01/2011
Era hora de ir a la escuela, ya era regreso a clases. Y tenía que apurarme pues me tocaba la primera hora con el profesor que si llegas un minuto tarde a su clase, no te deja pasar.
—Nos vemos papá. Te quiero, ¡no te olvides de pasar por mí!— grité con fuerzas abriendo la puerta, mi emoción de volver a la escuela era inmensa.
—Sobre eso, hija... No voy a poder. Tengo una junta de trabajo, perdóname ¿Si?
—Ah, si, está bien, papá. No te preocupes, entonces nos vemos en la noche, adiós. —Me despedí con una sonrisa.
—Adiós, yo también te quiero— alcancé a escuchar mientras cerraba la puerta.
Después de unos minutos, llegué a clases y me reuní con mis amigos; Maria, Fernanda y Orlando. Tomé la decisión de no contarles nada de lo que había visto y escuchado aquella vez, porque, como no había vuelto a suceder, me convencí de que fue producto de mi imaginación, o tal vez, lo confesado ese día me había afectado de tal manera que por ende vi lo que vi, solo lo dejé pasar.
Era la hora de salida, mi día fue fluyendo bastante bien, era el primer día esperaba fuera así todos los restantes. No tenía dinero para irme en autobús así que me fui caminando, no era el gran problema pues el clima estaba demasiado lindo, fresco y como si fuera el día perfecto. Así que saqué mis auriculares, puse mi playlist preferida y disfrutaba de cada árbol, gato o persona que veía pasar. Todo lo malo se me olvidó, y el asunto de mi madre ya no dolía, ahora era solo coraje.
—Papá, ¿estás en casa?— pregunté mientras dejaba mi mochila café, en el sillón. No hubo contestación alguna, el silencio que se escuchaba era inmenso. Me encaminé a mi cuarto para cambiarme y después hacerme algo rico de comer, mis dotes de chef los había sacado a mi abuela, su sazón era delicioso y único.
Al salir de mi cuarto pude escuchar un pequeño ruido, no le tomé importancia pues traía audífonos aún, y estaba escuchando una nueva canción de mi artista favorito, así que imaginé era algo de la música, no le di relevancia.
Al terminar de cocinar, me senté a disfrutar la increíble lasaña que preparé. Puse videos acerca de asesinatos, era un gusto que nadie sabía de mí. Todos pensaban que veía videos de maquillaje, moda, etc., y aunque sí los veía no era lo único que consumía en redes sociales. Era algo así como un gusto culposo.
Al terminar, me levanté y puse ahora, videos de terror para lavar los trastes y posteriormente, ponerme a hacer la tarea de Igualdad, hasta que, un ruido en el cuarto de mi padre llamó mi atención. En ese instante recordé aquella vez, lo que vi, lo que escuché... Como tenía curiosidad acerca de lo que había tratado de decirme, tuve la valentía de entrar a la habitación para verla otra vez, y sí, ese fue el reencuentro con el fantasma.
Cuando entré a la recámara pude observar esa figura hermosa, deslumbrante, pero con un cierto dolor en su rostro. Se veía tan extraño... Como si quisiera ser feliz, pero algo lo impidiera.
—¿Cómo has estado, hija mía? Te dije que volvería. Quiero terminar de contarte lo que no pude, ¿te acuerdas? —dijo con una expresión un tanto extraña, después sonrió y siguió —. Bien— suspiró—, tu papá no siempre te dijo la verdad. Es difícil lo sé, más adelante entenderás mejor, mi cielo. —hubo un largo espacio de silencio, yo tenía ese ligero presentimiento del cual sentía que tenía que hablar y cuando estaba pensando en qué decir, el silencio se esfumó por un leve susurro— no quiero que lo odies y te pase algo— ¿Estaba hablando de papá? —¿Cómo has estado, hija? ¿Qué tal tu primer día de clases? Quiero que sepas que te he extrañado mucho, me encantaría abrazarte y cantarte esa canción... ¿Recuerdas?
Ella sonrió, y mencionó que siempre estaría ahí, en su corazón. Quiso tocarme, iba a hacerlo, agarraría mi mano y estoy casi segura que era para ponerla sobre su pecho, pero no pude, algo hizo alejarme de ella, como si fuera un repelente, sin mencionar que mientras más cerca de mí se encontraba, sentía frío. Mucho frío.
—Bien, me ha ido bien, creo que, yo también te he extrañado, pero estoy muy enojada contigo, no pensé que fueras ese tipo de persona. Creo que ese fue mi problema, ¡no pensé!, jamás pienso.
—No todo lo que te dijo tu papá es cierto, hija. No quiero que guardes rencores o coraje, solo no comentes nada sobre esto, ¿si? No creo que te crea y te puede hacer daño.
—¿Daño? ¡Por Dios, es mi papá! Mi papá no me dañaría. Soy su hija y me quiere lo suficiente para no hacerme daño, ¡no creo que haya alguien que pueda hacerme tanto daño como tú lo hiciste!— y aunque hace unos minutos traté de contenerme y actuar de manera relajada no pude más, y lo solté. Era imposible que ella dijera eso ¡Ella!
—Lo mismo pensaba yo. ¿Puedo pedirte un favor?— no sé si fue mi imaginación, pero sonó como si quisiera cambiar de tema o ir a algún punto en específico, algo bien planeado.
—¿Lo mismo pensabas tú?, ¿qué quieres decir con eso?— pregunté indignada.
—Me temo que si lo digo ahora, te pondrás bastante mal. Cuando digas que estás lista para escucharme, entonces hablaremos.
—Está bien. —intrigada acepté. Algo me decía que lo que me confesara —a pesar de estar ansiosa por saberlo— no estaba lista para escucharlo.
—Tu papá llegará muy pronto, nos vemos, cielo. Te cuidaré desde donde sea que esté. Quiero que sepas que siempre quise y querré lo mejor para ti, y me temo que tu papá no es lo mejor, perdón, hija. Prométeme que serás fuerte, y mantendrás el secreto, hazme el favor de no odiarme, quizás suene muy difícil, pero no lo es. Sé el gran corazón que tienes, sé que aun con todo lo que te metieron en tu cabecita, me amas. Y jamás dejaras de hacerlo.
Y se esfumó.
Y sin más, solté a llorar. Era un llanto lento, breve, casi como si no estuviera allí. Como si no existiera, y dolía. No estoy segura qué duele más, el que no pudiera llorar, o que, mi mamá tenía razón; jamás dejaría de amarla. Y aunque intentara odiarla, no me saldría, siempre estaría en mi corazón.