Karma★

Ella

Sol:

16/02/2007

Eran las siete de la mañana y no lograba conciliar el sueño, pero tenía que hacerlo sino Gerardo me pegaría. Aunque ya estaba acostumbrada, no era algo que ya no doliera.

Era mi sexta vuelta que daba para tratar de acomodarme y dormir, al ver que, claramente no funcionaba esto, me levanté de la cama, pero sentí una mirada sobre mí, y en efecto. Estaba despierto.

—¡¿Qué haces despierta mujer?!

—N-nada s-solo no puedo dormir, —titubeé— pero ya voy a acostarme, tú duérmete. —al decir lo último la oración sonó como una orden, y me arrepentí de ello al instante. ¡Por qué tenía que abrir mi boca, Sol, cállate! No quería que tan temprano me pegara, sí le tenía miedo a mi propio esposo. Estoy completamente harta de vivir con miedo, de no poder vivir feliz con mi marido e hija Elena, esto no era vida. No me separo de él, pues Elena aún es pequeña, y no lo entendería, no quería dañarle la imagen de su padre o que no tuviera una figura paterna en casa.

—Más te vale, ya vente y no vayas a hacer ruido —dijo con voz grave y cara de enojo.

—Sí, sí no te preocupes, ya vengo —salí a tomar un vaso de agua y así poder soltar todo el aire que estaba reteniendo allá dentro, tenerlo cerca me mantenía alerta y nada tranquila.

Por fin me había podido dormir, pero tan poco me podía levantar tarde. Todo es como una cárcel, no es bonito y lo único que me mantiene viva es mi niña, y aun así no creo estar segura de que eso le importara a mi esposo. Era hora de llevar a Elena a sus clases.

—Buenos días, mi niña. Levántate, ya es de mañana, mira a los pajaritos, se te va a hacer tarde, mi cielo— mientras trataba de abrir sus verdes ojos, dejé un beso sobre su mejilla. Y el simple hecho de poder verla despertar me hacía sentir feliz. Ella es mi motor.

—Sí, mamá. Buenos días, ya voy— dijo aún adormilada, sacando sus cobijas color amarillo pollo dejándome ver que traía puesta su pijama favorita por tercera vez en el mes, afelpada, color morado con dibujos de unicornios.

Salí de la habitación dispuesta a hacerle el desayuno a los dos.

—¡A desayunar!—, grité colocando los platos en la mesa.

—Vamos —dijeron ambos al mismo tiempo.

Había regresado de dejar a Elena de la escuela, y Gerardo todavía estaba en casa, lo cual era extraño pues siempre salíamos todos juntos y en cierto punto cada quien tomabas otro rumbo. Solo que esta vez la llevamos entre los dos, y no era algo habitual, pero creo que el llevarla juntos la hizo muy feliz.

De la nada, empezó a gritar. Sabía que tenía que preparar mental e incluso físicamente pues Gerardo era una persona que no podía contenerse cuando estaba enojado.

—¿!Qué te pasa!? Me moviste mi loción, ¿qué crees? ¿¡Que por eso ya no me voy a ir con ella!?— seguía gritando como loco, y sus palabras impactaron en mí como bala. Dolieron.

—Se te acabó, no quería moverla ¡Solo la tiré! —grité y cuando reaccioné era porque su puño venía directo a mi cara.

Su mano tomó mi mejilla apretando la tan fuerte que sentía que le iba a romper. —¡¡¿Qué te pasa? ¡¡¿Por qué me gritas?!!, ¡¿quién te crees que eres para gritarme?!— su voz estaba cargada de furia, las venas de su cuello se podía notar a metros por la presión que ejercía al tensar su mandíbula.

Creí que iba a desmayarme. Su cara estaba roja, sus venas cada vez se podía notar más y más, incluso pensé que se le saldrían y sus dientes estaban tan apretados que puedo jurar que escuchaba cómo rechinaban y estoy casi segura de ver un pequeño hilo de sangre salir de su nariz.

Aún con su mano sobre mi barbilla me tiró al suelo, y comenzó a golpearme a puño cerrado en el estómago dejándome sin aire, después en su cara después en la cara y después con sus dos manos las puso alrededor de mi cuello a querer ahorcarme. Podía sentir su furia sobre mí, me iba a desmayar. Tenía que hacer algo, no podía morir, mi hija...

—¡Espero te mueras, y si no, yo mismo te mataré! Ella es mejor que tú. Ojalá jamás te hubiera conocido, Sol. Te odio, no sabes cómo has arruinado mi vida, ¡te odio!

—Más te vale dejarme en paz, ya hice una grabación donde dije todo lo que pasa en esta casa, y si algo me llega a pasar todo saldrá a la luz, tarde o temprano —de dónde había sacado la la fuerza de decir todo eso, no lo sabía. Y lo peor es que era mentira. No había ninguna grabación. Pero su agarre empezó a su avisarse. —Entonces suéltame o te juro que ese video llegará a manos de los policías. Te darán tu merecido, Gerardo. ¡Lo harán!

Y aunque moría de miedo, alcancé a decirlo y él por fin me soltó, comencé a toser y me limpié las lágrimas que habían salido por su culpa. Tenía coraje, y miedo, mis piernas temblaban al igual que mis brazos y manos, mucho miedo.

Sabía que tenía que hacer un cassette diciendo la verdad, porque presentía algo y si moría, mi hija se quedaría con un maltratador y no quería pensar, pero incluso con un asesino y no deseaba eso. Y así fue como determiné grabarlo, y por suerte, tenía algunas pruebas que mostraban lo que pasaba en casa, en mi mente, en mi cuerpo.

Cuando Gerardo se fue, me dispuse a ponerme a grabar un testimonio. Mi testimonio.

"Hola, soy Sol Gutiérrez, tengo 43 años, y tengo una hija: Elena. La cual, hoy tiene 10 años, pronto cumplirá los 11. Y Gerardo; mi esposo.

Grabo todo esto porque hace dos años mi esposo empezó a tener una actitud rara, y a lo cual, me enteré, por él, que estaba saliendo con alguien, incluso iban a casarse. Hace un año y cinco meses vi como mi esposo le ponía veneno a todos los alimentos que yo iba a ingerir, y así, poco a poco estoy muriendo.

Me pega y tengo varios moretones por lo mismo. Por ejemplo este. Este, o este. Y, hay uno que no se ve a simple vista, está en mi antebrazo izquierdo, no se ve mucho. Ni siquiera solo utilizar camisetas de manga corta, para nada. Para que mi hija no pregunte nada, me maquillo. Creo que eso realmente buena en eso.




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