Karma★

Pistas

Elena:

10/01/2011

Después de todo lo relevado por... ¿Mi mamá? Me quedé pensando sobre todo. ¿Con mi papá no estaba a salvo totalmente? No lo podía creer, no tenía sentido. Él no me haría daño, era mi papá, aunque, pensándolo bien mi mamá... Pensaba lo mismo acerca de ella...

Y lo hizo.

Dos días después una vez más, hizo aparición mi mamá. Sí, había decidido llamarle de esa manera, la confianza que me había dado, su rostro, ella, solo ella, tal vez sí era mi madre.

—Hola, mi cielo, ¿cómo has estado?

—Hola, m-mamá, bien, gracias por preguntar... ¿Qué tú no ves todo? Desde donde quiera que estés.

Rio —Sí, pero, no todo es lo que parece, a veces puedes mostrar una sonrisa y estar muerta por dentro. O, mostrar una cara limpia y que solo se vea así por el maquillaje.

Mis dudas aumentaban cada que hacía un comentario, siempre parecían que tenía un mensaje, como si no fueran frases al azar.

—Mamá— suspiré —, la vez pasada me dijiste que tenías algo que decirme. Que con mi papá no estaba a salvo, ¿qué quieres decir con eso? Lo siento, pero no le encuentro sentido, es mi padre.

—Quiero que lo veas por ti misma, y que entonces, en verdad me creas.

La interrumpí de inmediato, dando un paso para enfrente casi en automático, —Mamá, yo..., yo te creo. Dime, por favor, ¿qué pasó?— no le creía, al menos no lo suficiente para contarle cosas personales, fuera o no mi madre.

—Hija, gracias, no soy tonta, estoy muerta, pero te conozco y no es así, no me crees. Entonces, por favor, escúchame y entiende. —sonrió mirándome.

»En el cuarto mayor en un rincón junto al televisor hay un video donde está la verdad y encontrarás lo peor tienes que ser fuerte y entender que cada pista es el camino hacia la muerte.

—Sé que eres inteligente y entenderás. Analízalo y mientras más rápida y callada seas, mejor. Es importante escapes, no muestre sus debilidades ante la gente, esta te comerá viva si lo haces. Cuando te enteres, no pueden sospechar nada y cuando hagas justicia, descansaré en paz y vivirás tú sin miedo, eso espero. Dejaré de molestarte, lo prometo.

Así de fácil se fue. Desapareció. Mientras caminaba de su cuarto mi cuarto repetía todo el tiempo la frase.

—¡Claro!— grité.

¡El cuarto mayor es el que alguna vez fue el de mis padres! por Dios, estaba ahí ¿Cómo no pude entenderlo desde un principio? El miedo comenzó apoderarse de mí, una vez más. Pero esta vez no sabía la razón. O quizás sí ¿Qué iba a encontrar?

Corrí de inmediato hacia la habitación, abrí la puerta y empecé a ver todo con detalle. Televisión... Sillón... Cama.

—Claro— fui al televisor, estaba recargado en un mueble de madera, como una mesa con cuatro patas y un palo en medio, casi como si fuera un soporte. Mi padre la había puesto dos palos más, y divisiones para guardar discos y películas. Sábados de películas, domingos de canciones y recuerdos. Había un cassette que llamó mi atención inmediato, tenía una etiqueta con el nombre de Sol y una cinta transparente pegada a este, parecía casero si se podría llamar de esa manera.

Al agarrarlo sabía que tenía que verlo y enterarme de todo lo antes posible. Pero el sonido de la puerta abriéndose quitó mis ganas de verlo en ese momento, así que lo agarré, salí del cuarto de mis padres y me metí al mío, por último metí el cassette a mi mochila.

Tres días después estaba sola en casa, ya no era difícil ni extraño, solo que esta ocasión era porque mi papá por fin había podido conseguir trabajo. Mi padre era de esas personas que cuando querían algo ponían todo su empeño en ello. Y eso le estaba dando buenas noticias.

Así que era el momento de ver el video. No había excusas ni tiempo que perder.

El video duraba casi una hora donde mi mamá explicaba toda la situación tratando de no llorar, por supuesto no lo logró. Y yo menos.

Estaba más que enojada, frustrada y esperaba a mi padre para gritarle todo en la cara. ¡Todo fue mentira! O bueno no, él dijo la verdad modificando las cosas a su favor.

No entendía nada.

Al final del video ella decía que esa era su palabra, y por difícil que suene ambas sabíamos que no era suficiente con eso, mi mamá era inteligente, por eso tenía pruebas. ¡Bien! Pero no recordaba dónde. Mal.

Afirmaba que estaba en un cuadro, de los muchos que había en la casa, por suerte mencionó que la prueba estaba en un cuadro de su cuarto. Mi papá aún no movía nada, así que tenía que darme prisa por si quería hacerlo. Y no iba a hacer una tarea fácil. Tenía aproximadamente unos siete o nueve, dependiendo el cuarto. Mi mamá también tenía una fascinación por las obras de arte de cualquier autor, y más si se trata de pinturas en miniatura. Eso explicaba porque poseemos tantos recuadros por toda la casa.

Cuando estaba buscando en todos los cuadros, a detalle —bastante detalle— de que nada se me pasara, y que solo me faltaban cuatro más; mi papá llegó.

Iba a salirme lo más rápido posible del cuarto, pero él ya estaba fuera. Me preguntó qué hacía en su recámara.

Su voz era una mezcla de enojo y miedo, como si ya supiera que me había enterado de todo. De que era un asesino. Y que no iba a dejar pasar ese detalle.

Mi mirada era retadora así que la relajé como pude, tenía que zafarme de alguna forma lo más veloz que pudiera. Pero ya era demasiado tarde.




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