14/01/2012
Estaba más que enojada, triste y furiosa, todo lo negativo que puedes sentir hacia una persona, lo sentía hacia él. Mi papá. Me había convencido de que el plan que tenía en mente, lo merecía. Mi padre merecía pagar sus actos.
Y sonará muy tonto, pero lo hice. Le hablé a la tumba de mi madre— Mamá, sé que lo antes mencionado por mi papá es mentira. Por eso, tengo un plan. —murmuré esperando que él no pudiera escucharme—. Seguiré su juego, como si no supiera nada, para después hacer todo lo que esté en mis manos para verlo sufrir, tengo conocimientos, no creas que es por algo malo — volteé a ver si Gerardo se encontraba cerca, pero no lo vi por ninguna parte, tal vez ya se encontraba en la camioneta. Así que le conté a mi mamá todo lo que tenía en mente.
Continúe —Sé del tema por los vidrios que veo. Sé que puede sonar un tanto macabro, pero se lo merece, por favor, ¿si?— supliqué esperando una respuesta o alguna señal, y si bien no creía que me la daría, la dio. Estaba feliz, mi papá pagaría por sus actos, porque “todos los actos tiene consecuencias, algo así como un karma”.
Escuché que mi papá se iba acercando, así que disimule.
—Creo que hoy iré a conocer a la mujer que le gusta a mi papá, me siento feliz y emocionada por eso porque al fin va a poder ser feliz... Lo que hiciste no estuvo bien, mamá. —con el dolor de mi corazón, dije—: Y pagaste con una muerte tus acciones, bien merecido.
—¿En serio estás emocionada, mi niña?— preguntó mi papá emocionado, parándose al lado mío y dándome la mano para que pudiera pararme.
—Sí, papi. Obviamente, y muy feliz por ti. Otra vez estás feliz, te veo diferente.
—Gracias, mi niña. Despídete de... Tu mami, ¿vamos?— señaló la camioneta.
—Ya voy, papi— sonreí —, adiós, mamá. Gracias por dejarnos ser feliz, y sí, todos los actos tienen una consecuencia —dije con una sonrisa de boca cerrada, y murmurando finalicé —: te amo.
Saliendo del cementerio, nos subimos a la camioneta, mis nervios por conocer a esta mujer incrementan, ¿se suponía que era con la que había engañado a mi mamá?
—¿Nerviosa?– preguntó mi papá. Creo que se notaba mi cara.
—No, no para nada, solo estoy emocionada, —respiré hondo, pensando— Sí, es eso...— dije soltando una carcajada junto con aire que tenía acumulado en mi pecho.
—Bien, llegamos. –dijo estacionando la camioneta en frente de una casa pintada de blanca, un poco grande, al menos más grande que mi casa sí era. Una señora de pelo negro salió de la puerta, no muy alta, traía puesto un mayon negro deportivo, y una blusa pegada a su cuerpo. Tenía un buen cuerpo siendo realistas, era mucho más joven que mi mamá, unos diez años menos, parecía.
—¡Hija! ¿Estás bien? Sal del coche, ven.
Así salí del coche, las piernas me temblaban y tenía sentimientos encontrados, esto no podía estar pasando, quería llorar, incluso podía sentir... Miedo.
Ella al instante de llegar al frente suyo, me sacó de todos mis pensamientos. Saludando con mucha emoción.
—¡Hola!
—Hola, nena— saludó mi papá, y al darse cuenta de sus palabras, se tapó la boca con ambas manos. Hubo un pequeño silencio.
—Hola, soy Elena —me presenté, rompiendo el silencio.
Quería hacer esto —aunque me hubiera costado— para demostrarle a mi papá que no me había afectado.
Mentira.
—Hola, Elena. Estás bien grande, tu papi ya me ha contado sobre ti. Pero pasen, que hace haciendo frío afuera, ¿o no tienes frío?
—Si un poco –contestó mi papá, poniendo una mano en mi espalda, dejándome un escalofrío por todo el cuerpo, volteandome a ver.
—Vamos, adelante con confianza –dijo la chica abriendo la puerta. Era educada, parecía buena... Pero aún no me daba buena espina.
Ella gritó, y mi cuerpo comenzó a temblar. Esto no era posible.
—Iker, baja ¡Vino tu papi! —no pude caminar más, mis pies no se movían, un nudo en mi garganta apareció, trataba de pasar saliva, pero molestaba. Dolía.
¿Papi?, ¿mi papá era su...? ¡Oh, maldita sea!
La mujer volteó a ver a mi mamá y de igual manera a mí, preguntándome si no me molestaba. Que solo era porque ya se habían encariñado.
Pues sí, señora, claro que... Espera. ¡Eso quiere decir que mi papá ya había venido en repetidas ocasiones aquí! Y también, que muy probablemente esos días de juntas y trabajos, nunca fueron días de juntas y trabajos, ni mucho menos entrevistas. ¿Y si ese hijo sí es suyo? No. No, no. No, por favor...
—No, no se preocupe. Todo bien. ¿Puedo pasar a su baño?— necesitaba estar lejos de ellos.
—Claro, al fondo. —indicó donde estaba.
—Gracias. —dije caminando hacia donde me había indicado, decidí voltear antes de entrar al baño— Que bueno que se hayan caído bien —sonreí incómoda. Quería llorar. Salir de ahí. Respirar.
Mientras entraba a su baño pude escuchar la voz de un niño pequeño; Iker por lo que había escuchado.
Las paredes eran amarillas, tenían algunas calcomanías de peces en la regadera, tina y muchas cosas de bebés.
Cuando salí ya no estaba el pequeño, ni ella. Tiempo después regresó sola. Y en un momento volvió a irse. Mi papá me explicó que tenía que ir a cambiarlo, que nosotros ya nos retiraríamos. Según mi padre, le caí bien. Y de regreso él estaba feliz, satisfecho.
Yo trataba de explicarme a mí misma qué es lo que acababa de ocurrir. Podría catalogar la visita como entretenida, quizás. No, la verdad no sabía cómo describirla. Pero había algo raro.
La señora mencionaba que ellos dos se conocían de hace tiempo, y mi padre lo negaba, diciendo que era de hace unos meses. Y ella lo afirmaba “exacto” decía, era su palabra favorita ante mi padre, parecía.
Ella no sabía la existencia de mi mamá, mi papá le había dicho que ella había muerto en el parto, por lo que entendi.
La prometida de mi papá se llama Johana, y su hijo Iker. Sí, era hijo de mi papá, mi hermano.
Iba a cumplir los dos años, la señora acababa de cumplir treinta y cinco años. Y muchas cosas más que tenía que procesar.