Karma★

A días

^

Después de todo lo que pasó, Esteban y yo hablamos y ambos nos pedimos disculpas, así que se podría decir que ya estamos bien, me despertaba de mejor ánimo, por alguna extraña razón

El hecho de pensar que personas nuevas llegarán a mi vida, y algunas otras se irán, me emociona mucho.

Estaba en nuestra antigua casa, anoche me había quedado despierta más de lo normal, por dos razones. O tres.

Hoy era sábado, no tenía clases. Había visto algunos muebles para mí casa —hoy iría a comprarlos— y porque me había quedado despierta hablando con Esteban.

Al levantarme traía puesta mi pijama de seda color café, me hice una coleta y fui directo al baño, a hacer mis necesidades y lavarme la cara. Al salir, regresé al cuarto para abrir las cortinas y ventanas, y a tender mi cama. Ya traía hambre, así que decidí hacerme unos croissant relleno de aguacate, y un licuado de avena.

Mientras comía, decidí abrir mi bandeja de correos, esperaba algo.

Y eso que tanto esperaba, había llegado.

"FELICIDADES, ELENA.

LAMENTAMOS HABERTE ATRASADO ¡TU CERTIFICADO EN MÉDICO FORENSE Y EN CRININALÍSTICA! Y NO PODÉRTELO OTORGAR ENFRENTE DE TUS COMPAÑEROS, Y PADRES DE FAMILIA, COMO EN OTRAS GENERACIONES.

GRACIAS POR HABER SIDO PARTE DE NUESTRAS INSTITUCIONES, DE CREER EN TI. ESPERAMOS DE CORAZÓN EJERZAS TU CARRERA, CUMPLAS TODOS TUS SUEÑOS Y METAS.

UN SALUDO DE LA ESCUELA OORT. TE ESPERAMOS EL MIÉRCOLES PARA ENTREGARTE TU TÍTULO”

—Al fin, ¡mamá, lo obtuve! Soy criminalística, lo soy, madre– mi emoción era enorme, no observaba a mi mamá por ningún lado, pero sabía que genuinamente me escuchaba.

Todo estaba saliendo a la perfección.

Al terminar de desayunar, fui a lavar los trastes y a bañarme. Era momento de ir a comprar mis muebles.

Mi sueño se haría realidad, uno de ellos.

Estaba lista, salí de mi casa, cerrando la puerta y en eso la voz de mi madre sonó detrás mío.

—¿En serio, hija? Estoy orgullosa de ti, me da mucha emoción, mi niña.

—¡Sí, mamá! Lo logré —grité de la emoción. Acercándome a tocar sus manos.

Yo... Había sentido a mi mamá.

Su reacción fue alejarse, y mirándome a los ojos, dijo—: Elena, dime, por favor, que no me pudiste sentir...

—Te sentí, mamá. ¡Lo hice!— eran tantas cosas buenas que me estaban pasando, que mis emociones estaban revueltas. Y por nada lloraba. Me habían mandado unas cuantas horas atrás unas propuestas de trabajo. Nada podría salirme mal.

—Hija, yo también te sentí, pero no es bueno— pensó.

—¿Qué?— fruncí mi ceño.

—El estar en un plano que no me corresponde, tiene consecuencias— explicó.

—Entiendo, el plan será antes— murmuré, más para mí, que para ella. Mi carro estaba a punto de llegar por mí.

—Si yo vuelvo a este mundo, no será bueno. No te recordaré hija— siguió explicando —Es importante dejar ir, cuando amas a alguien. En algún momento tendrás que dejarme ir, mi niña.

Asentí, subiéndome al carro. Ahí, mandé un mensaje.

“Buenas tardes, señor Gerardo.

Le mandamos este pequeño comunicado, ya que su cita será movida para este mes. Por asuntos de la empresa necesitamos sal lo antes posible. Si todavía está interesado mándenos por este mismo correo su respuesta y fecha.

De manera rápida, le comento que si usted acepta el horario, se compromete a realizar sus horas de trabajo correctamente, nadie puede exigirle más horas de trabajo a menos que haya un contrato de por medio. Su sueldo será de $13,000 mensuales, si se le otorga un ascenso o solo se duplicará. Por lo pronto es la única información que le puedo brindar, después de mandarnos su confirmación le brindaremos la dirección, tenga buen día.

Esperamos su respuesta”.

Tenía que hacer unas cosas más en la casa, para ese día.

—Bueno— contesté una llamada.

—Hola, nena. ¿Cómo estás?— Iker ya sabía marcar—. Iker, permiteme tantito, ¿sí? Al rato a la vez —dijo Johana al otro lado del teléfono —¡Hola, hija! Te queremos invitar a comer esta tarde.

—Hola, Johana— saludé, por su nombre. No me gustaba que me llamara de esa manera, porque no era mi mamá ni yo su hija. —Gracias. Sí, claro. Con mucho gusto.

Y sin preguntarle nada, ella habló— Tu papá se presentará a una oferta de trabajo.

—Que bien. Me alegro por él.

—Nos vemos más tarde, Ruth deja eso. Adiós.

—Hasta más tarde— colgué, bajándome del coche.

Al llegar tenía una lista de tiendas para empezar a comprar, la primera era Casah.

Al entrar mis oídos fueron recibidos con una canción de Paulo londra y Becky G, que por cierto, a Esteban y a mí nos gustaban mucho esos autores.

Mientras caminaba viendo unas lámparas, choqué contra alguien.

—Disculpe, yo... ¿Esteban?

—Elenita —dijo, sonriendo—. Es lo mínimo que debes aceptar por chocar contra mí.

—De acuerdo— acepté, rendida—. ¿Qué haces por aquí?

—En mis tiempos libres me gusta venir a tiendas de muebles, para imaginar cómo quedarían cuando tenga mi propia casa. No todos somos tan cool como tú—agregó.

—Poco a poco, Estebancito.

Caminamos por otro pasillo. Y entonces hablé.

—Pareciera que me sigues, eso es obsesión, ¿sabes? Si me sigues todo el tiempo...

—¿Por qué lo dices?— preguntó.

—Pareciera que me sigues— repetí—. Porqué, casualmente, nos encontramos en todos lados. ¿No crees?

—Yo lo llamaría casualidad, o tal vez destino. ¿No crees?

Sonreí, negando con la cabeza.

Creo que me llevaría esta lámpara, y una colcha que vi por ahí. Él solo traía mi ventilador color azul agua, en sus manos.

—¿Son ciertos los rumores?

—¿Cuáles son los rumores?

—Que te graduaste— contestó.

—Sí, muy cierto.

—¿Y que habrá baile de graduación?— preguntó, una vez más.

—También— contesté.

—Bueno, entonces ¿Podría ser tu pareja de baile, Elena?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.