Karma★

Despedida

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Gerardo:

—Ahora, escúcheme usted a mí —exigí a mi jefe—. Saldré de esta oficina, cómo lo que muy pronto seré, porque me lo merezco. ¡Yo merezco todo! Desde que Sol se fue, estoy tan solo que...

—¡Número uno! No permito que nadie me grite a mí, ¿entendió, señor Gerardo?— mi jefe, mi maldito jefe se veía enojado. Su piel roja y las venas de su cuello se podían visualizar. Sus dientes tronaban, y estaba seguro que en cualquier momento su quijada se saldría de lugar por la presión que ejercía en ella— ¡Número dos! Usted no puede decir nada de aquel tema, porque todos estamos consientes que cambio a una mujer extraordinaria por alguien que, si, lo quiere. Pero jamás será como Sol— odiaba aquel nombre, si lo dije fue para aparentar, pero este señor no parecía tan estupido como ella.

Ojalá se esté pudriendo.

—Quizá usted así lo dice porque muy en el fondo estuvo enamorado de ella— al instante de decir aquello, las náuseas aparecieron, dándome ganas de volver el estómago —, ¿cuál mujer? ¿Una que le es infiel a su esposo?, ¿una mentirosa? ¡Qué mujer tan maravillosa! —ironice, rojo de la rabia. Siempre se sacaba el tema de ella, siempre ese tema.

Ni muerta puedes dejar de rondar en boca de otros.

"Papá, ¿crees que mamá haya dejado herencia? ¿O tal vez, un testamento?"

"Papi, ¿te acuerdas de esa bruja? La del cuento, Sol. Qué mala"

"Amor, no creo que contarle esas cosas a Iker sea bueno, ella fue parte de ti, al final de cuentas por ella está Elena".

Y ahora esto. Perfecto.

¿Elena? Como si mi hija me importara, mi plan fue claro; Irnos a vivir a Miami, y dejar a Elena, al final, ya era adulta.

Pero algo me decía que ella sabía algo, y no podía dejarlo así.

—No se atreva a hablar así de ella— la voz de mi jefe me trajo al instante— Y quizás sí. Era una mujer hermosa de alma, cuerpo y sentimientos. Pero tristemente ella se fue con usted— dijo haciendo una cara de repulsión —Sabe que, estoy seguro de que usted tuvo algo que ver con su muerte. Y sepa, señor Gerardo sepa, que si lo que sospecho es verdad no pararé hasta meterlo tras las rejas— mis ojos se abrieron como platos, bastardo.

—Lo que esta diciendo es una acusación muy grave, retírelo— dije tratando de no sonar nervioso, aunque mis ojos viendo un lado a otro, me delataba. No podía saber nada, era imposible.

El tema nunca fue investigado, ya que, su causa de muerte fue por salud, y así se lo hice creer a todos. Su familia no quería verme, y ni yo a ellos. A Elena la vieron muy poco, aunque la realidad fue porque les dije que ella no quería verlos.

La gente alrededor no sirve, estorban, son inútiles. Ni defender al prójimo sirven.

Mi jefe me veía directo a los ojos, una mirada fuerte y sería, como si pudiera leer mis pensamientos. Tenía que largarme.

—¡Me voy! Tengo una excelente propuesta de trabajo que me espera. No tendré que soportarlo más —agarré mi maletín —idiota.

Antes de darme la vuelta, él dijo algo:

—Váyase como el perdedor que es ¡Váyase! ¡Y espero que vean que usted mató a Sol!— traté de detenerme, pero antes de reaccionar estaba arriba del escritorio, jalándolo de su corbata.

Me acerqué a su oído diciéndole —: Y quizás si, yo fui quien la asesinó, ¿pero sabe qué? Ya no puede hacer nada, ella me prefirió a mí, antes que a usted. Y esa, esa fue su sentencia de muerte— pensé que guardaría silencio, mas no fue así.

—Claro que se puede hacer algo, señor Gerardo —dijo con tranquilidad, y eso me daba cólera— Si yo encuentros pruebas que lo incriminen, todo puede pasar. Encontraré testigos.

Yo reí bajándome de ese asqueroso escritorio.

—¿Testigos? ¿Usted cree que si hubiera testigos estarían vivos?— sonreí.

—Le faltó alguien —yo entrecerré los ojos, no entendía —Su hija.

Y después de tanto tiempo volví a sentir miedo, miedo a que me descubrieran. Elena era buena, había estudiado algo relacionado, así que la única solución era matarlo. Solté mi maletín y fui directo a él, comencé a golpearlo, una y otra vez.

Un golpe.

Dos golpes.

Tres golpes.

—¡Ayuda! ¡Auxilio! —la secretaria había entrado—, ¡el señor Gerardo se volvió loco! ¡Quiere matar al jefe!— si no hubiera entrado, lo hubiera hecho. Él no ponía resistencia, solo sonreía victorioso.

Lo entendí, si lo mataba tendría cargos en mi contra y no podía arriesgarme a tanto. Agarré mi maletín, escupiéndole en la cara y salí corriendo de ese lugar.

Antes de salir, mi exjefe mencionó algo que me puso nervioso por un instante— Lo mejor, es tan tentador, que solo alguien estupido lo toma.

Treinta minutos después llegué a casa, me metí a bañar y cuando salí abrí la computadora. Ahí estaba, esa oportunidad.

El mensaje era claro. Al igual que mi respuesta.

"Buenas tardes, claro que me encantaría. Tengo libre el sábado por la tarde"

La respuesta llegó de inmediato, me sorprendí.

"Nos vemos el día sábado a las 6:00 de la tarde. Su estancia será de un día: sábado 6:00 a domingo 6:00 pm, sin más que decir el boleto se le otorgará ese día cuando se le pase a recoger, ¿alguna duda?"

"No".

Cinco minutos después un mensaje llegó a mi correo. Era de la empresa.

"Gracias por confiar en L-L-O-L-A

La dirección es: Calle Zina, #53, colonia Linia.

El boleto incluye una sola persona, con cuarto, piscina y sauna o masaje, si deseas gimnasio, cuarto de videojuegos o comida por separado tendrá un costo extra. La información que se le brinda no puede compartirla, a menos que se le otorgue un permiso. La maleta que lleve con usted no puede pesar más de 5 kg, no olvide llevar los papeles adecuados"

Adiós, Elena. Adiós, Sol.




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