19/02/2020
Hoy iría a recoger mis títulos.
Traía puesto un pantalón de mezclilla, un top gris con mangas cortas, y tenis blancos con algunos toques grisáceos, de bota. No era algo que ameritaba la ocasión, pero la celebración la dejaría para después.
—¿Quieres ir contigo?— sonreí al teléfono cuando Iker mencionó que quería acompañarme a conocer lo que fui mi escuela unos años— Tendríamos que ir a pedirle permiso a mamá y...
—¡Ya se lo pedí!— me interrumpió rápidamente—. Traigo puesto una playera verde como... Agua, dice mamá. Pero yo digo que es menta, y un pantalón cortito marrón, ¿combino contigo?
—No hay por qué preguntar eso— Iker era un buen niño, le había agarrado un gran cariño y él a mí, lo que, de alguna manera, me hacía sentir bien en ciertas ocasiones. —Paso por ti en media hora.
—¡Bien!— festejó —¡Mamá! ¡La nena pasará por mí en media hora! Nena, tengo que colgar, lavarme los dientes y ponerme loción de papá para que huela divino, y poder acompañar a una dama como tú.
—Gracias, Iker. Nos vemos en un rato— colgué, agarrando mi bolsa, algunos papeles que necesitaba. Por último, retoqué mis mejillas, pestañas y labios.
La aplicación de carros me avisaba que el mío estaría muy pronto por llegar, así que salí y en efecto allí estaba, por lo cual me subí indicándole la dirección. En el transcurso de mi casa a la de Johana una solicitud de seguimiento me había llegado, no aceptaba ninguna por lo que le di eliminar sin más preámbulos.
—¿La esperaría, señorita?— preguntó el chófer estacionándose fuera de la casa.
—Si es tan amable —contesté.
Iba a tocar, pero la puerta se encontraba ligeramente abierta, así que entré.
—No quiero que te bajes los calcetines, por favor, Iker.
—¿Johana?
—Oh, Elena. Llegaste... Bien, Iker, estás listo, todo un caballero— ella dio algunos besos al niño, para después girarlo a mí —No interrumpas, son cosas importantes. Y no te le separes, por favor.
—Sí, mamá —él sonrió al verme— Qué guapa que te ves, nena. Pareces de esas princesas— tomó mi mano, sin dejarme de ver con ese brillo peculiar— ¿Me veo guapo yo?
—Bastante —reí.
—Muchas felicidades, Elena. De verdad, cualquier cosa que necesites me mandas un mensaje, hija.
—Gracias, Johana —le di la mano a Iker para que la sostuviera, girándolo en su lugar, ya estaba más alto— Vámonos.
Al salir, le indiqué de nuevo la dirección al conductor, y en el camino Iker venía haciendo un par de preguntas. Era muy tierno, el viaje era largo y a mi pequeño hermanastro le dio sueño entonces durmió por unos minutos.
—¿No se le olvida nada?— volteó el conductor a verme y ver sus asientos.
—No. Iker, llegamos.
—¿Ya?— abrió los ojos, bostezando —¡Llegamos!
Al bajar del coche, ambos caminamos. Él observaba a todos lados como si se tratase de un museo. Y yo lo cuidaba.
Ya en el salón, varios de los que en su momento fueron mis compañeros se encontraban. Algunos con sacos, otras con vestidos.
—¿Es tu hijo?— preguntó una compañera acercándose a nosotros.
Iker volteó a verme, sonriendo. Enseñándome sus pequeños y blancos dientes. Le devolví la mirada.
—No. Es mi...
—¿Y el papá?
—Elena, puedes acompañarnos, por favor— un profesor había llegado para salvarme, pero no podía dejarlo ahí solo.
—Yo lo cuido.
—Gracias, —acepté al escuchar su voz, y salí por aquellos papeles.
El proceso no fue tan tardado, pero aunque sabía que Esteban lo cuidaba me preocupaba. Al terminar de firmar, salí corriendo y cuando subía los escalones, y mis pulmones casi explotaban por el esfuerzo, escuché su risa, al bajar la vista pude observarlos muy cómodos en alguna palapa de la universidad, exhale bajando más calmada hasta llegar a ellos.
Iker se encontraba sentado en frente de Esteban, en la mesa, y el grandulon en la banca de cemento.
—¡Nena, llegaste!
—Hola —saludé, enseñando mis papeles.
—Felicidades, Elena —Esteban, cargó a Iker, bajándolo al piso y se acercó a darme un abrazo.
Sin siquiera esperarlo, correspondí al abrazo gustosa. Sentía una necesidad de sentirlo, abrazarlo y...
—Tienes buenos gustos, nena. —Ambos volteamos a verlo— Si fuera mujer, yo también lo hubiera aceptado como novio.
—Oh, no. No. Estaban no es mi novio —aclaré.
—Aún no, campeón. Ella se merece algo muy bien planeado— nuestras miradas volvieron a encontrarse, en sus ojos había un brillo disturbio que no sabría explicarlo, pero me gustaba.
—Es hora de irnos, Iker.... Gracias por cuidarlo— dije, aún confundida, pero feliz.
—Tengo hambre— me comentó mi hermanastro, agarrándose su barriga y volteando a ver a el señor pide números creativo.
—Hablando de— Iker le guiñó el ojo, y al momento de percatarse de mi mirada volteó su rostro riendo —. Me gustaría invitarte a una cita... Distinta.
—Definamos distinta, Estebancito.
—Bueno, ¿qué tal preparar nuestra propia comida mientras platicamos de la vida?— alzó sus brazos, para después bajar uno y agarrar a Iker de la mano, ahora caminamos a la salida.
—Puede ser.
—¿No te convence?— preguntó.
—Sí, lo hace— dije.
—Bien— no quitaba su mirada de mí, —un gusto, campeón. Cuídala, y gracias —susurró—. Adiós, Elenita.
—¿Antes o después del baile?— inquirí— La cita, antes o...
—Antes— su sonrisa no se desvanecía— Ah, y, por favor, acéptame la solicitud.
—¿Nos vamos, nena?
—¿Tienes algo que ver con todo esto, no es así, Iker?— pregunté, haciéndole cosquillas, negando con la cabeza.