Karma★

Recetas

^

Esteban:

Estoy terminando de arreglarme, quiero parecer arreglado, pero relajado al mismo tiempo. Impresionarla se a vuelto un reto, y una misión que quiero cumplir.

Pasaré por ella en un par de horas, así que debo darme prisa. Terminé de hacer limpieza en la casa, mis padres salieron. Espero lleguen a tiempo para conocerla.

—¿Qué perfume se supone que debo ponerme?— tomo mis dos perfumes preferidos. Tratando de elegir entre uno de ellos— Phantom, será.

Al colocármelo salgo de mi habitación, la cuál limpie también con anticipación. Mi escritorio está un poco hecho un asco, pero medicina es mucho estudio constantemente y no siempre puedo arreglarlo. En mi defensa, es lo único que no ordené. Abrí cada ventana de mi casa. Regué las plantas. Y vi la hora.

Aún faltaba tiempo, así que decidí estudiar un poco, ya que dentro de tres días tengo un examen. Ella por fin es libre de esta tortura llamada Universidad en medicina.

Estoy y estuve consiente desde el primer momento en que sería un caos estudiarla, pero mi corazón no me manda a otra carrera.

Termino de estudiar en el momento perfecto para salir en busca de Elenita.

—Vamos— me digo a mí mismo, sacudiendo mi cuerpo, tratando de quitar cualquier pizca de nervios que tenga.

Gracias a mis padres que me dejaron la camioneta, me subo a ella. Es amplia, muy cómoda. Unas calles antes de llegar a su casa abro todas las ventanas del coche, y reviso que huela bien —lo cual debería ser así—, y por último conecto mi celular para poder poner música desde él.

Visualizo la casa que se supone es de la ojiverde, es bastante grande. Parecía de millonarios, ¿vivirá sola? ¿Y sus padres?, ¿tendrá hermanos?

La fachada es bastante agradable a la vista, estaciono la camioneta afuera de su casa. Y antes de tocar el timbre, acomodo el asiento del copiloto con la caja blanca y la pequeña carta que le escribí.

Me fajo mi pantalón color negro arreglo mi suéter de rayas color negro y gris, acomodando las flores moradas que le compré antes de llegar. Quiero darle las gracias a mis padres por ayudarme con los gastos.

No tienen porque saberlo, ni yo porque contarlo, pero el otro día gasté todo mi sueldo de las prácticas en una Nintendo y algunos cojines que decoran mi cama en lo que consigo el lugar perfecto para mudarme y con ello el sofá que combine con estos.

—¡Van!— escucho su voz a lo lejos, empiezo a ponerme nervioso con tan solo pensar en la primera salida que tuvimos. No quiero volverla a cagar— Esteban— saluda y yo no puedo creer la vista que tengo en frente.

Trae puesto un pantalón color café, que se ajusta perfectamente a su cintura. Una blusa beige que le llega hasta su ombligo, y encima una blusa suelta mucho más corta, pues esta le llega a sus pechos. Su pelo suelto la hace ver libre, y su expresión es de felicidad.

Parece maquillada hasta cierto punto, y de cualquier forma me fascina. Sus labios se ven húmedos, parece que se hecho brillo labial, sus mejillas brillan al igual que su nariz y lagrimal. Sus pestañas negras son enormes y hacen un hermoso contraste con esos ojos.

—¿Está bien esto?— pregunta, refiriéndose a su blusa— Puedo ir a cambiarme sin ningún problema— señala adentro sin voltear.

—¡Claro que está bien, Elenita!— sonrió, y sacó mi brazo dejándole ver las flores— Es un día hermoso como para regalar flores, más a una niña tan decidida y bella como ellas. Para ti, Elena. Espero te agraden— se las entrego, y ella las toma. Sus ojos se aguadan, y sonríe. No sé cómo reaccionar pese a su actitud.

—Son... Hermosas— dice, finalmente. Y puedo sentirme relajado una vez más— Gracias, Estebancito —ambos reímos haciendo una melodía tan agradable que podría escucharla por horas.

El simple hecho de escuchar ese apodo salir de su boca, hace enrojecerme y agradecer por su compañía.

—¿Vamos?— ofrezco mi brazo, ella asiente saliendo y cerrando su casa. Al llegar a la camioneta la halaga un par de veces, —Sube, —abro la puerta del copiloto esperando a que suba para cerrarla.

—Oh, Esteban. Creo que olvidaste esto— alza la caja, yo niego.

—Es para ti, abrela.

Al abrir la caja, se encuentra con un gran collar dorado, que cuelga la letra E, le ajusta muy bien por su tono de piel. Moreno claro, como arena. Esa deliciosa arena en un día de playa.

—Por Esteban, ¿cierto?— voltea a verme con diversión.

—Por Elena— aclaro—. Quiero que recuerdes siempre quién eres y te sientas orgullosa de eso. Haz logrado tanto a tus veinticinco años de vida que tienes que celebrarlo— al termino de mis palabras se abalanza sobre mí, dándome un reconfortante abrazo.

—Gracias, Esteban. Gracias— veo sus ojos, están llorosos, espero no haber hecho algo mal otra vez—. No tienes porque hacerlo, pero es... Muy lindo— dice viéndome a los ojos.

—Quizás no tenía que haberlo hecho, pero es con mucho amor, Elenita— reímos, y ella limpia sus ojos— Eso también es con mucho amor— me agacho a darle un corto beso por su frente.

La altura es mucho más evidente, ya que al estar subido sobre el filo de la banqueta y ella abajo se marca mucho mas.

—Vamos, que tenemos mucho que cocinar.

En el camino empiezo a sentirme nervioso, no solo por el hecho de que quizás conozca a mis padres, sino porque mi casa no es la mitad de la de ella.

—¿Todo bien?— pregunta ella, observándome.

—¿Cómo estar bien si me sigues mirando de esa manera?— volteó a verla, sus mejillas tornan un pequeño color carmesí—. Si quieres una canción puedes ponerla— desbloqueo mi celular— Tómalo.

—Lindo fondo de pantalla— menciona, agarrándolo.

—Son fanático de los Teslas— confieso— Algún día tendré uno.

Cuando se mete a las playlist, pienso que es el momento perfecto— Puedes poner lo que quieras, solo pido algo.

—¿Y qué es ese algo?— dice, alzando su ceja, lo cual se me hace bastante gracioso y no puedo evitar reírme—. Hey, ¿qué cosa?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.