Karma en papel

Legados familiares

Se acabó la tinta la que permitía responder misivas y acuerdos. Maldijo en silencio, para un abogado como él, no había nada más trágico que verse obligado a un descanso. Hace media hora que había ordenado a su mayordomo a comprarla y el desgraciado se negaba a aparecer.

Dispuesto a no desperdiciar el tiempo se paseaba por la biblioteca. Mirando todos los títulos de los libros con diversos temas, idiomas y autores. John no había leído ni la mitad. Desde pequeño solo se había enfocado en derecho así lo hacía su tío y él también.

Estar en la biblioteca de su padre le generaba melancolía. No recordaba mucho de él. Quizá su bigote picoso o el aliento a tabaco. A veces lo recordaba sentado en el gran sillón. Fumando, leyendo y murmurando y su madre… ¡Oh, no! Eso si que no. Se negaba a pensar en esa bruja traidora. Le había abandonado. Dejándolo solo y destrozado.

Cansado y algo triste, decidió volver a su escritorio. Tal vez el recuerdo era muy poderoso porque sin pensarlo volvió a sacar el sobre. Estaba en el fondo de su cajón. Era una carta que jamás se había atrevido a abrir.

Tenía su dirección postal, su nombre completo con la letra estilizada y de alguna manera dulce. Incluso el olor era diferente, olía a su niñez. ¿Cuánto llevaba la carta en su cajón? ¿cinco, diez, quince años? Los primeros días tras recibirla le había sido imposible dormir. Escuchaba pasos, sonidos e incluso gritos por las noches. Después… después solo había silencio. Y poco a poco la fue olvidando.

Pasó sus dedos por su nombre escrito. Si tan solo pudiera extraer la tinta y que así no existiera, quizá así podría vivir en paz. Cuando la recibió tenía miedo de su contenido, quizá ahora estaba más preparado.

Con el abrecartas separó con delicadeza el papel y extrajo el fino material. Era casi transparente con un olor extraño y con manchas. Era una sola hoja:

Querido, John, hijo mío.

No hay palabra que pueda describir mi arrepentimiento y mucho menos el dolor que llevo adentro. Dejarte… dejarte fue lo más duro de mi vida. Me privó de verte crecer. Ahora solo puedo imaginarme ¿Llevarás barba? ¿Estarás casado? ¿Habrá niños persiguiéndote por los jardines?

Sé que no te has interesado en mi fortuna desde el incidente hace más de cinco años. Sé que no has intentado escribirme y que ni siquiera me has buscado. Sé que el dolor por perder a tu padre debe ser tan profundo como el mío. Solo pensar en él… me lastima.

Yo no merezco perdón y tampoco lo busco. Escribo porque es mi deber advertirte sobre aquello que persigue a nuestra familia desde que existe. Yo misma no he sido capaz de creérmelo, pero la evidencia está allí. No puede ser negada.

Según tu padre, todo comenzó hace siglos con un hombre malvado y sus actos. Las leyes humanas pueden perdonar al hijo por los pecados del padre, pero la vida es más cruel. Aquí todo se paga. Todo.

John, estoy maldita, tú estás maldito. Todos lo estamos. Te diría que corras, pero no hay lugar dónde esconderse. Él te perseguirá. A mí ya me ha atacado. Ha clavado sus invisibles garras en mi corazón y me ha rajado tanto que veo como mis intestinos se deslizan al suelo.

Despierto y caigo en otra pesadilla. Ahí está tu padre, el hombre que amé toda mi vida y me mira con maldad. Me acaricia la mejilla, me besa en los labios y susurra que no sobreviviré por mucho. Esa noche que me fui, hijo mío. Esa noche lo entendí y lo perdí todo.

Tu padre no murió por un infarto, ni por una enfermedad, fue brutalmente asesinado. Me ha llevado muchos años poder escribir tan horrenda historia. Las manos me tiemblan y el corazón se me desboca. ¡Solo quiero protegerte! Solo quiero que mi bebé tenga al menos una oportunidad para vivir.

Cuando veo a tu padre con la garganta arrancada y la sangre salpicando el sillón, te veo a ti, hijo mío, de rodillas frente a un mal que no invocaste y que no entiendes. No hay fuerza humana que te separe del destino, pero yo puedo ganarte tiempo. El monstruo me persigue a mí por ahora.

No es que me dé miedo la muerte. Jamás lo ha hecho, pero comienzo a temer que no hay un cielo donde ir. Si mis pesadillas son ciertas, entonces no quiero irme. No quiero estar lejos de tu padre y mucho menos de ti.

¡John! ¡John! ¿Dónde estás? ¿Por qué me has abandonado? En esta casa ya solo habitan fantasmas. Se escucha el repicar de sus cadenas. El monstruo se los ha llevado a todos. Solo sus débiles huesos descansan en los camastros.

Yo estoy escondida en el sótano. Escribiendo en lo que espero sea un papel, pero la realidad ya no es segura para mí. Podría ser el cuero de algún animal y mi pluma ser un cuchillo.

Noooooo. NOOOOO. Está tocando la puerta. La araña con sus largas garras. Me ha encontrado. El Karma me ha encontrado. John, corre. Corre hijo mío y déjanos atrás. Después de todo solo fuimos una horrible pesadilla.

John terminó de leer la misiva. En la parte final había manchas de sangre y un gran reguero de tinta. No recordaba ninguna noticia que advirtiera la muerte de su madre. ¿Estaría viva? ¿Sería verdad? ¿Había un monstruo?

Tras algunos minutos de reflexión, llegó a la conclusión de que todo era una locura. Las palabras de una mentirosa. La carta llevaba cinco años sin abrir y nadie le había atacado.




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