A unos cuantos kilómetros de la ciudad de Alejandría, se encuentra un enorme castillo que permanece oculto por innumerables hechizos protectores anti muggles y que lleva por nombre Lifrigell. En tiempos muy antiguos y mucho antes de que los alejandrinos pensasen que poseían la mayor biblioteca jamás conocida, ya en Lifrigell reposaba una ingente cantidad de pergaminos e incluso tablillas y piedras con la memoria histórica de la humanidad, y era uno de los principales centros del saber de los magos. En la actualidad, el enorme castillo alberga una biblioteca que deja muy atrás a la biblioteca del congreso de los Estados Unidos o la muy famosa biblioteca Vaticana. Lifrigell era visita obligatoria y lugar de consulta para todos aquellos magos que se habían decantado por el estudio de la magia antigua, ya que en ella se encontraban muchos textos de alquimia y estudios herméticos. Era en este santuario del saber donde Demian había pasado la totalidad de los últimos meses.
Después que Lyra había conversado con él, Demian había iniciado sus investigaciones donde las había dejado, es decir, en Grecia. Él no sabía exactamente qué buscaban los hombres de Radvansky, pero siendo que los Andrevicth eran griegos y más específicamente de la ciudad de Kassandria, él seguía pensando que estaba relacionada una cosa con la otra. Sin embargo, aquella ciudad no albergaba nada que él encontrase de gran interés a pesar de que la había recorrido palmo a palmo, incluida la que fuese la residencia de los Andrevitch. No obstante, como Demian no encontraba nada en la actual, comenzó a investigar acerca de la anterior, e incluso se desplazó hasta el lugar donde aún podían apreciarse las ruinas, pero aquello no era asunto fácil, ya que las mencionadas ruinas no eran visibles para todo el mundo y era necesario emplear algunos complicaos hechizos para tener una visión parcial de las mismas, y éstas desaparecían casi inmediatamente.
Con esta nueva perspectiva comenzó las averiguaciones acerca de la ciudad perdida, y como el único lugar confiable para él y donde podría hallar la información que requería era Lifrigell, se fue derecho hacia allá y prácticamente se encerró entre sus paredes. Durante todo aquel tiempo apenas si comía y el sueño se había vuelto un visitante eventual que normalmente estaba poblado de imágenes confusas entre lo actual y lo antiguo, quizá debido a las muchas horas que pasaba leyendo acerca de la antigua civilización que había poblado aquellas tierras; sus ojos habían perdido el brillo y estaban rodeados de oscuras sombras, su piel estaba pálida y sus dedos estaban todo el tiempo, manchados de tinta por la cantidad de notas que tomaba. Aunque había momentos en los que se desesperaba y quería enviarlo todo al demonio, cuando recordaba los ojos tristes de Lyra retomaba de nuevo sus notas y se decía que quizá ese día encontrase algo que le permitiese devolverle a su hija.
Una de aquellas tardes en las que se sentía sumamente frustrado, se le acercó un anciano al que había visto en algunas de sus visitas, pero no estaba muy seguro de si era uno de los encargados de la biblioteca o alguien que hacía uso frecuente de la misma.
Demian levantó sus cansados ojos hacia el individuo y pensó que aquel sujeto debía tener incluso más años que Dumbledore, o al menos eso parecía de acuerdo al retrato que él había visto del antiguo director de Hogwarts.
Aristilo lo miró durante unos minutos sin perder su apacible expresión y su amable sonrisa, porque con lo que acababa de decirle, confirmaba su teoría de que aquel chico no era un buscador de tesoros.