Kassandria. La Ciudad Perdida

Cap. 20 Asalto

 

Un sujeto asomado a la ventana miraba a la lejanía con expresión ausente cuando el apresurado taconeo de unas botas en el pasillo lo hizo girarse. No obstante, su expresión no podía reflejar mayor disgusto.

  • Ah, eres tú otra vez  --  dijo con fastidio
  • Dimitros, tenemos que hacer algo  --  dijo el recién llegado
  • Estamos haciendo algo  --  contestó él girándose nuevamente hacia la ventana
  • Escucha, de nada nos va a servir haber atrapado a una Potter si se la llevamos a Jensy muerta  --  insistió el sujeto
  • Escucha tú, imbécil  --  dijo girándose de nuevo  --  nosotros ya cumplimos con nuestro trabajo, ahora tenemos que esperar las órdenes de Hans
  • ¿Y no te parece que ha tardado demasiado?
  • Posiblemente nuestro señor tenga asuntos más importantes que atender
  • ¿Más importantes que una Potter?
  • Deja de fastidiar, Jörgen  --  dijo y antes de volverse a la ventana una sonrisa torcida se dibujó en sus labios  --  No me dirás que te gusta la tierna señora Potter ¿no?  --  dijo con sorna  --  Porque te recuerdo que estuvo a punto de arrancarte tu estúpida cabeza
  • Pues no te fue a ti mucho mejor

La sonrisa del tal Dimitros se esfumó al mirarse la mano que tenía envuelta en una gasa. Ellos en realidad a quien debían haber atrapado era a James Potter, pero acercarse a aquel sujeto era una tarea ímproba, porque aparte de la habilidad del muy desgraciado, sus hombres parecían dispuestos a morir por él, pero no solo sus hombres, sino que su molesta mujer tampoco lo hacía sencillo. No obstante, ellos habían hecho su mejor esfuerzo y cuando el jefe del grupo atrapó al duende, su idea era que Potter retirase a sus hombres y luego intercambiarían al duende por él mismo, el asunto fue que la adorable señora Potter se puso más difícil de lo que habrían podido imaginar y eso casi le cuesta el cuello a Jörgen que aun exhibía la cicatriz en el mismo, pero finalmente él le había acertado y había logrado sujetarla evitando que matase a Jörgen. No obstante, cuando logró atraparla y como aun estaba consciente, ella le advirtió que ningún miembro de su familia negociaría con unos criminales como ellos y a continuación casi le arranca la mano, pero como ya ella estaba seriamente herida, él la golpeó haciéndola perder el conocimiento. Sin embargo, al escuchar la breve conversación que había sostenido Potter con el jefe del grupo, Dimitros pensó que mejor una Potter que ninguno, y sin detenerse a pensar en su compañero y después de hacerle saber a Potter que tenía a su mujer, se había desaparecido.

Hasta allí todo había marchado bien, al menos por su parte, porque si bien habían fallado en apoderarse del banco y de Potter, siendo que no era él el jefe de la misión, no tendría que rendir cuentas a ese respecto, y en cambio se había hecho con un valioso rehén que sin duda le valdría el reconocimiento de Jensy, el asunto era que el segundo al mando había logrado escapar también y una vez llegados al cuartel le había ordenado quedarse allí hasta que él informase a Jensy y le transmitiese las nuevas órdenes. El problema era que de eso hacía casi dos días ya y todavía no tenían noticias, pero sabía que desobedecer una orden directa de su superior podía reportarle pésimas consecuencias y era por eso que aun esperaba.

Dimitros volvió a mirarse la mano que no había logrado sanar y maldijo por lo bajo, pero esperaba que aquella bruja desgraciada estuviese pasándolo mucho peor, y a juzgar por la necia preocupación de Jörgen así debía ser. No obstante, sacó eso de su cabeza y se concentró de nuevo en la observación del horizonte, algo que también lo había tenido preocupado, porque le había parecido ver movimiento, y aunque envió a un par de guardias a revisar el perímetro, éstos no habían reportado nada extraño, pero él seguía preocupado.

  • ¿Qué tanto miras?  --  preguntó Jörgen  --  Igual vas enterarte cuando Lisímaco regrese
  • No es eso, sino…  --  pero se detuvo y entrecerró los ojos  --  ¿Qué es eso?  --  preguntó y Jörgen se acercó
  • Pues niebla, genio  --  dijo Jörgen  --  No estás en casa, así que ¿qué esperabas?
  • Maldito país  --  masculló Dimitros que ciertamente echaba de menos las soleadas costas de su Grecia natal

Sin embargo, la preocupación de Dimitros estaba más que justificada como quedaría demostrado unos momentos después cuando sintieron un estremecimiento, aunque no tenían idea del origen, pues no se había registrado explosión alguna ni nada que lo justificase. Volvió a asomarse a la ventana y estuvo seguro de dos cosas; la primera que, aunque estuviesen en la fría Inglaterra, aquella niebla no era normal, pues la niebla no se oscurecía de aquella manera; y la segunda, que algo de seria naturaleza estaba sucediendo y no tenía nada que ver con aquel condenado clima.

  • Vamos  --  le dijo con urgencia a Jörgen  --  tenemos que cambiar de lugar y llevar a nuestra huésped a otra parte
  • ¿Por qué?  --  preguntó Jörgen mientras él lo empujaba hacia la puerta del salón
  • Muévete y…
  • ¿Van a alguna parte, señores?  --  preguntó una voz helada
  • Porque sí es así, creo que no se va a poder  --  dijo otro




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