Katerina Rouse

Capítulo 7

En medio de un bonito día de verano, estudiando una lección escuché la voz de Don Arturo, hace casi un mes que no ha estado en la casa por lo que escuchar que ha vuelto me alegra. Bajo las escaleras para saludarlo, y al verlo lo noto más cansado que lo usual, y con ojeras que antes no había visto. Al notar mi presencia fijó su atención en mi sonriendo y alzando sus brazos hacia mi dirección. De inmediato me acerqué dándole un fuerte y efusivo abrazo y me alzó en lo alto sin que me lo esperara.

 

—¿Cómo has estado, pequeña? —me preguntó con sus vivaces ojos azules—. Me contaron que tus estudios fueron mal por un tiempo pero que has retomado las buenas calificaciones de siempre, me siento orgulloso por ti.

 

Luego miró hacia el fondo del pasillo mientras me bajaba de sus brazos. Rafael lo contempla con expresión seria apoyado en la pared con los brazos cruzados. Don Arturo le sonrió extendiendo sus brazos hacia él. 

 

—¿Cómo te va, hijo? —le preguntó con cariño.

 

Más Rafael solo bufó sin ánimos de acercarse.

 

—Qué bueno que ya has llegado, te ves bien —y sin decir más le dio la espalda alejándose por el pasillo dejándolo con los brazos extendidos. Su padre solo sonrió.

 

Quisiera entenderlo, pero no soy más que una niña ¿Por qué un hijo que no ha visto a su padre por casi un mes no corre a su encuentro? Siempre recuerdo que cuando mi papá regresaba de trabajar estaba tan feliz de verlo que saltaba de alegría apenas entraba por la puerta de la casa. Levanté mi rostro hacia Don Arturo y aunque sonríe no pasa desapercibido la tristeza que refleja. Él al darse cuenta de mi atención me acarició la cabeza.

 

—No te preocupes, tu hermano es así, es como su madre, no demuestran cariño —señaló entrecerrando los ojos.

 

Pero ¿Cómo sabe si es querido si no le demuestran cariño? Me confunde, pero con eso siento esperanzas de que Rafael si me quiera, aunque demuestre lo contrario, y que llegué a decir que no espera el día que no pueda verme más. Supongo que así de raro es, aunque no me convence.

 

—Es bueno que haya vuelto, don Arturo —habló Rosaura, la ama de llave—. ¿Cómo ha salido todo?

 

—Mejor —respondió escuetamente—. Pero tenía que volver, en dos días es el cumpleaños de Rafael, no puedo faltar a algo importante como eso.

 

—Entiendo, sea bienvenido entonces, llamaré alguien para que suba sus maletas —y mientras ellos se alejaban por las escaleras me quedaba pensando en que si es el cumpleaños de Rafael algo debo darle.

 

¿Qué darle a un niño que lo tiene todo?

 

**********o**********

 

 

Desde el día anterior comenzaron con los arreglos, preparando cada detalle para la celebración que se daría hoy. El suelo lo limpiaron tanto que veo mis zapatos reflejarse en ellos, los muebles lucen como nunca he incluso despejaron la sala principal para el baile. Han preparado mucha comida, postres y todo lo que pudiera imaginar. Incluso hasta yo tengo listo mi regalo, Anna, la señora de la cocina me ayudó a preparar unas galletas para Rafael, las cuales envolví en un pañuelo de tela que había bordado en mis clases y que me había gustado como había quedado después de fallar con los hilos y tener que repetirlo una y otra vez.

 

Todo esto me tiene muy emocionada. Los cumpleaños en casa siempre fueron más austeros, aunque nada le gana a la tarta de manzanas que mamá preparaba para los cumpleaños. En el orfanato en cambio no se celebraba dicha fiesta.

 

Sin embargo, a pesar de todo lo magnífico que pueda resultar tantos arreglos, para los ojos de Rafael parecía no importar. Él solo se dedicaba a montar su caballo, entrenando e ignorando lo que se hacía como si no se tratase de su fiesta.

 

Solo se acercó cuando todo estaba listo, y porque Rosaura lo reprendió por no ir a saludar a los invitados que estaban llegando. Tampoco me siento cómoda con tanta gente, además muchos me ignoraban o no parecía agradarles mucho mi presencia, incluso cuando estaba saliendo del lugar alguien susurró "la adoptada esa" por lo que detuve mis pasos.

 

—No puedo creer que mi hermano, Arturo, se le haya ocurrido buscar a una niña a un orfanato —indicó una mujer de cabellos claros, ojos azules pero mirada de desprecio.

 

—Tienes que entenderlo, perdió a su mujer e hija en ese horrible accidente, tal vez busca en esa niña llenar el vacío de su hija... —habló otra con expresión dolida.

 

—Tonterías, mi hermano se ha vuelto un blando, si fuera el de antes nunca se le hubiera ocurrido tal estupidez, está perdiendo la cordura, eso como familia nos preocupa y... —susurró algo más a la otra en el oído sin que pudiera escucharla.

 

Salí del lugar. Me siento feliz con mi nuevo vestido celeste, con la gran cinta azul de mi medio cabello tomado, y mis zapatos negros, me siento como una princesa y con ello intento olvidar que hablaban de esa forma a mis espaldas.

 

—Aunque la mona se vista de seda, mona se queda —exclamó un niño de cabellos claros y ojos de color de miel, mientras jugaba con otros niños, incluido Rafael. Me contempló con altanería—. Eres la adoptada.

 

Solo arrugué el ceño sin decirle nada, ni idea quien es ese niño tan mal educado, por lo que mejor voy a ignorarlo.

 

—Niña tonta —y me mostró su lengua con burla.

 

Apreté los puños, molesta ¿Que se cree ese mocoso? Yo no soy tonta como él. Y sin más le di la espalda saliendo del lugar cuando sentí un fuerte golpe en la espalda ¿Acaba de lanzarme su pelota? De rabia le pegué tan fuerte que voló lejos, tanto que quedó atrapada en la copa de los árboles. 

 

—¡¿Que has hecho?! ¡Tonta! —me gritó el mismo niño de antes dándome un empujón—. Esa pelota mi papá la trajo de Europa ¡Tienes que recuperarla de una u otra forma!




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