Katerina Rouse

Capítulo 10

—¿Qué es eso? —pregunté viendo una caja decorada que acaban de traer y han dejado sobre mi escritorio.

 

Alcé mi mirada interrogante hacia mi padre, no recordaba que hoy fuera mi cumpleaños u otra fiesta para recibir algo. Sin embargo, si lo han traído a mi escritorio mientras estudiaba debe ser algo para mí. Me puse de pie intentando controlar mi emoción, la verdad es que me excita recibir regalos, la curiosidad de ese momento en que vez la caja y no la abres aun es una sensación plena.

 

—Es un regalo de Tomás —exclamó mi padre leyendo el sobre que acompañaba aquel objeto—. No me esperaba que empezará a mostrar más interés e incluso enviándote regalos tan pronto.

 

Detuve mi curiosidad en seco. Tratándose de Tomás podría esperarse lo peor, más considerando nuestra última conversación. Arrugué el ceño desconfiada, es seguro que no fue él el responsable de este detalle.

 

—Debe ser Don Domingo —balbucee desviando la mirada y volvió a prestarle atención a mi libro de estudios.

 

—No recuerdo que haya tenido estos detalles ni siquiera con su mujer —me contempló alzándose de hombres para luego extender el sobre hacía mí. Lo tomé con cierto desinterés. El mensaje está firmado y escrito con tinta, la letra es bonita, demasiado para pensar que pueda ser de mi “prometido”. Solo en pensar en eso me dio escalofríos, y si de verdad es de él ¿Habrá mandado algo para mostrarme disgusto?

 

"Con todo respeto te envío este presente, querida Katerina. Tomás Castilla”

 

¿Querida? Puedo hasta imaginarme su sonrisa irónica al tan solo pensar en que cara he puesto al ver que me ha llamado de esa forma. No pude evitar arrugar el ceño preocupada y mirando con detención aquella caja sospechosa, podía tener hasta una serpiente venenosa. Escuché la risa de mi padre y lo miré sin entenderlo.

 

—Cualquiera pensaría que estas recibiendo un obsequio de tu peor enemigo —señaló divertido.

 

—Créeme, papá, que es como me siento de verdad —respondió entrecerrando los ojos.

 

Me tomó de ambos hombros con suavidad.

—Sé que Tomás no ha sido muy… considerado, pero dale una oportunidad, es un buen muchacho, estudioso, que no se mete en problemas y…

 

—Que arruinó mis sueños…

 

Dije esto último arrugando el ceño. Me miró con tristeza, y suspiró antes de volver a sonreír, acariciando una de mis trenzas mientras su mirada se posaba hacia las ventanas.

 

—Un día vas a entenderlo —y luego de decir eso miró su reloj de bolsillo dándome un beso inesperado en la frente—. Voy atrasado, debo ya irme, cuídate.

 

—Ve con cuidado —intenté sonreír, no quiero que se sienta mal justo cuando debe viajar.

 

Lo acompañé a la puerta y me despedí de él mientras se alejaba en el carro sin pasar desapercibido su palidez y esa tos que cada vez parece más incesante. Me asusta, los recuerdos de mi madre y la tuberculosis que la mató son como una sombra que me persigue cada vez que me doy cuenta como mi don Arturo comienza a perder el brillo de sus ojos. Pero por más que le he preguntado, por más que he hablado con doña Rosaura, me lo han negado varias veces. Y no sé si todo se deba a mi paranoia.  

 

Aun así, volví a escribirle otra carta a Rafael para por lo menos ver si esta vez me responde y viaja a ver a papá para confirmar que no es cierto que está muy enfermo y lo ha estado escondiendo. No sé porque lo sigo haciendo, nunca ha respondido uno solo de mis correos, solo hemos tenido noticias de él cuando ha mandado su registro de notas a papá, desde que se fue a estudiar al extranjero junto a sus tíos, ni siquiera en vacaciones ni en fechas especiales ha venido a vernos.

 

Luego de entregarle la carta al chico de los mandados volví a mi escritorio a seguir estudiando, cuando mis ojos se detuvieron en la caja que sigue ahí encima. Titubeé, debí abrirlo en frente de mi padre por si me ha enviado algo desagradable tener evidencia de sus malas intenciones y con eso recibir apoyo cuando les diga mi decisión de anular este compromiso. Suspiré. Le di la espalda, pero mi curiosidad no me deja en paz.

 

—Sabes Katerina Rouse lo que le pasó al gato —hablé en voz alta, sin poder sacarle la mirada encima.

 

Me acerqué con cautela desatando la cinta. Suspiré, y me asomé lista para salir corriendo si fuera necesario. Adentro hay tres libros, unas cintas para el cabello, un broche de mariposa y un collar, además de otra carta en cuyo sobre esta mi nombre “Para Katerina” indicando la privacidad de este.  

 

"Mi padre me dijo que te gusta leer, así que pensé que estos libros podrían interesarte. El broche y el collar te los envía mi mamá, y esas cintas las compré para que puedas lucirlas aún con ese peinado infantil tuyo que como te he dicho no te luce, pero como eres de testaruda incluso ahora debes estar usándolas mientras lees esto. Cuídate, trencitas”

 

Tomé las cintas con mis manos, son de tono violeta, gruesas. Quisiera reclamar su mal gusto, pero es lo contrario, me gusta ese tono de color y son de un buen grosos justo para mis trenzas. Luego bufé recordando el apodo con que me ha llamado en la carta y claro al volver a decir que mis trenzas no lucen bien.

 

—¡Oh señorita, que lindas cintas para el cabello! —exclamó Daniela entrando de sorpresa.

 

Di un salto ante su presencia. Y aunque intenté ocultarlas ya era tarde, ella acababa de tomarlas para examinarla, y sonríe ansiosa. No quise decirle que las había recibido de parte de Tomás por lo que tuve el buen tino de esconder la carta.

 

—No he vistos unos de esta calidad desde que la señora aún vivía, va a lucir preciosa, dicen que son difíciles de conseguirlas —dijo devolviéndomelas, para luego avisarme que ya es la hora de la merienda.




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