Kattleya: Diarios de la Flor

1. Maltratos a la Flor

Pensilvania -  Agosto 13 de 2015    

  3: 45 Pm

 

Detesto la monotonía. Odio respirar y sentir que no pertenezco a ningún lado, pero esa en mi normalidad. Asistir a un instituto privado llenó de personas que odiaba. Era apenas soportable por la compañía de mi mejor amiga, Melina.  Ambas éramos becadas  por lo que la amistad surgió por ser marginadas, aunque  no lo mejoraba demasiado.

 

El día era soleado y no había mucho que hacer. 

Entre a la escuela a las 7: 45 y estuve en todas las clases con normalidad.

Escuche los mismos comentarios y pase una prueba sorpresa de Química. Todo estaba como debería. En el receso todo fue igual, solo las dos sentadas en una banca del patio. El resto de las clases fue normales y para cuando debía acabar la jornada trataba de jalar las manecillas del reloj sobre la pizarra. Cuando el dia escolar por fin termino y la campana resonó entre las paredes salimos  corriendo hasta nuestros casilleros a dejar algunos libros e irnos a casa.

 

—¡Ey—  Grito Melina mientras apoyaba su mano sobre mi hombro—  Recuerda que mañana estudiaremos para el examen de Mandarin.

—Lo se.

—No me hagas esa cara — Pincho mi mejilla con su uña color verde neon — Siempre dices que vendrás y luego tengo que llamarte doce veces y marcar a tu jefe para que te saque la cabeza de lo que sea que hagas en esa cafeteria.

—No lo olvidare  —Le respondí entre dientes—  Lo prometo — Dije aburrida.

—¡Oye! No me respondas para callarme.

 Su dedo pequeño se enrosco con el mio y cuando me miro con ambos entre lazados me eche a reir. 

—¿Lo prometes por el dedito?—Y se quedo esperando por la respuesta— Anda ya.

Jalé sus dedo con el mio y lleve su mano hasta mi dije de mejores amigas.

—Lo prometo por tu dedito. - trate con todas mism fuerzas no sentirme tonta por decirlo.

Estalle en carcajadas y le di la espalda para salir del pasillo. Ella corrio molesta y me giro como en un baile de salon. Ambas hicimos grititos agudos que solo llamaron la atención. Varios alumnos pasaron a nuestro lado y susurraron entre ellos comentarios que podíamos escuchar. Juntamos nuestras manos y dimos un semi giro  que hizo que nuestros dijes imantados   de mejores amigas se jalaran y unieran en mitad del espacio entre nosotras.

 

Reímos y nos abrazamos. La sentí abrazar mi espalda y cerré los ojos con un suspiro. Ella movió sus manos en mi espalda y las mantuvo con movimientos circulares. Sabia lo que diría, sus silencios siempre estaban antes de comentarios profundos y la deje decirlo.

—No dejare que continues triste por él — Me susurro al oído.

—¿Quien dice que hay un tiempo limite para llorar a tu novio muerto?

—Sabes que no es lo que quise decir. — Me soltó y me miro a los ojos — Digo que puedes no verte miserable cuando no sonries.

Le mire enojada. Negué y agache la mirada a mis zapatos de uniforme. Nuestras manos aun continuaban unidas y sentía su apoyo. De verdad que adoraba que quisiera verme mejor, pero no podía simplemente borrar lo que sentía, no podía meter la mano a mi pecho y encontrar entre las venas de mi corazon la que estaba marcada con su nombre. No cuando me estaba ahogando con el dolor.

—Dos años no ha sido suficiente — Susurre.

Soltó mi mano y levanto mi cara para que la mirara.

—No existen años suficientes para que le olvides y no es lo que digo que hagas. No lo olvidaras nunca y probablemente afecte todas tus futuras relaciones y no podemos hacer nada para cambiar eso mas  solo pido  que trates de comenzar a respirar sin que parezca que te torturan.

 

Asenti analizando sus palabras. Necesitaba responderle algo y no sabia el que. Estaba aturdida y lo que me decía tenia sentido pero no me había dado a misma  el tiempo para digerirlo. Su mirada estaba fija pero no en mi. Abrí la boca para responderle pero su tono de piel de por si palido bajo y fue muy notorio que algo le pasaba. 

Volví el rostro para ver hacia su angulo de vista pero solo vi autos y chicos atravesando el portón.

 

—¿Que estas viendo?

—Nada .  .  . —Sus manos temblaron ligeramente.

—Ya . . . No me digas.

Su mano fue hasta nuestros collares de amistad y tras dudarlo un segundo los separo. Me miro a los ojos y con expresión indescifrable dijo.

—Lo siento .  .  . Me tengo que ir - Mir al piso y trago saliva — No me odies . . . —Levantó la vista—  Por favor.

—¿De que hablas?

—No importa. — Me silencio con su mano cuando quise debatir—  Mira mi hermano llego.

Seguí su dedo y vi el auto rojo. 

No se despidio, simplemente corrio hasta el auto. Golpeo a la ventanilla y cuando John la bajo hablo con él y este abrió la puerta del conductor para seder la silla de manejo. Me extrañe por ello, pero antes de dar un segundo paso el auto arranco y quede viendo el sendero por el que desaparecio.




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