Katu: La bruja de la isla

CAPÍTULO 32: POR FAVOR.

La cueva parecía encogerse a su alrededor. Las sombras danzaban en formas grotescas con cada rayo que iluminaba brevemente el espacio.

— ¿¡NO!? —gritó Daniel— ¡Dime todo lo que sepas! ¡¿No escuchaste la radio!? ¡La isla, todo el Perú y tal vez, todo el mundo pueden convertirse en monstruos!

El eco de sus palabras se desvaneció, dejando un silencio espeso y cargado, mientras su pecho agitaba buscaba respirar dentro del aire saturado de polvo y un aroma terroso, como si la misma cueva estuviera exhalando su último aliento. La cueva temblaba ligeramente y pequeñas piedras caían del techo, creando un sonido rítmico, casi siniestro.

Desde su espalda, Watson, la serpiente, siseó en su oído, su tono urgente y ansioso.

— Niño, debes escapar —la voz de la criatura estaba impregnada de un temor primitivo, sus escamas brillaban tenuemente bajo la luz parpadeante que apenas llegaba desde el exterior de la cueva.

Pero Daniel no se movió. Revolvió sus zapatillas, anclarse al suelo, sintiendo cada fibra de su ser endurecerse con determinación.

— No me iré de aquí —respondió, con una firmeza que desafiaba el temblor de su propia voz. Sus manos, empapadas en sudor, se cerraron en puños, como si tratara de aferrarse a la última chispa de coraje que le quedaba— Necesitamos saber como arreglar las cosas. Nathaniel puede volver a ser humano, todos merecen regresar a la normalidad.

Sus cejas se curvaron, quería verse amenazante, a pesar de solo tener un par de rasguños y suciedad en su cuerpo, los ojos brillosos de infancia. Sus cejas se fruncieron en un intento de parecer amenazante, aunque apenas lograba disimular el miedo que le hacía temblar las rodillas. Solo tenía un par de rasguños en el cuerpo, pero el verdadero dolor venía de la impotencia que sentía en su interior.

— ¡NIÑO OLVIDATE DE ESO!

El silencio volvió a dominar, roto solo por el sonido inquietante de las rocas que caían y el murmullo lejano del sismo que se sentía como un monstruo agazapado bajo sus pies.

Daniel apenas registró las palabras de la serpiente. Todo su ser estaba centrado en Katu, en lo que ella sabía y en lo que podría significar para el mundo. Las posibilidades giraban en su mente como un torbellino, sus pensamientos eran una maraña de miedo y esperanza, mientras volteaba su cabeza al animal.

Esta vez, sus cejas se alzaron junto a una rara sonrisa incrédula.

— ¿Y dejar que todo el mundo se convierta en algo que no quiere? No es justo. El mundo merece saber como solucionar este problema, Kaia no pudo llorar cuando Valeria y la abuela se convirtieron, y seguro Nathaniel tampoco tuvo tiempo. Y, tal vez … mis padres creen que yo ya estoy muerto.

Daniel se encogió, limpiando su lágrima antes de regresar a ver a la bruja y su brazo desprendiéndose.

— Mocoso …

Katu, envuelta en su aura lila, observó a Daniel y a Watson con una calma perturbadora, como si el caos que los rodeaba no tuviera importancia. Sus brazos entumecidos cargaban con el peso de un plano protector.

O tal vez, de toda la tierra.

— Hay algo que debes entender —las palabras de la bruja resonaron en toda la cueva— La naturaleza siempre busca equilibrio, el mundo se mueve y cambia. Los humanos también, buscan regresar a su eje para ser cuerdo, pero las criaturas como yo no. Tu amigo, por ejemplo. Su cuerpo lo entendió, encontró equilibrio en su alma. Entre el monstruo y el humano, se convirtió en algo que la tierra necesitaba.

Los ojos de Daniel se abrieron con sorpresa. Sus sospechas eran correctas, pero aún tenía que responder a su otra duda: “¿Las personas pueden regresar a su estado normal?”

Katu continuó, su mirada se suavizó por un momento. Ejerciendo más fuerza en un solo brazo, mientras su cuerpo empezaba a fragmentarse.

— Yo también he buscado ese equilibrio —admitió, su voz llena de una calma inquietante que alarmó al niño— No soy buena, y no lo necesito. Soy lo que la tierra necesita. Y desde la llegada de los monstruos, un nuevo equilibrio ha comenzado a formarse. Pero los humanos... ustedes no comprenden cómo interactuar con él. Y eso es lo que me aterra. Porque, aunque hayas logrado entender parte de ese equilibrio... morirás antes de poder hacer algo al respecto.

El corazón de Daniel se detuvo por un instante, sus ojos se llenaron de una mezcla de terror y sorpresa.

— ¿Qué? ¿Qué quieres decir? —susurró, con una desesperación creciente.

El suelo bajo los pies de Daniel tembló violentamente, y por un breve segundo, todo pareció detenerse. Los ojos de Katu se encontraron con los de Daniel una última vez, llenos de una compasión que parecía casi fuera de lugar.

— Ya no tengo energía para cerrar la grieta —siseo ella— Es una pena, Daniel.

— Wattson —susurró el chico— dile todo lo que te hable, dile todo a Kaia.

— ¿Qué?

El animal intentó sujetarse en la espalda del menor. Pero, Daniel apretó su cabeza, aturdiendo por un momento a la serpiente que cayo al suelo. Quiso volver a la pierna del chico, pero un pedazo cortado de ají aterrizó frente a él.

— Eres tan inteligente —dijo Katu con una tristeza genuina en su voz— Has comprendido lo que muchos otros no. Pero al final, este cerro... esta tierra... te reclamará.

Antes de que pudiera siquiera intentar responder, un fuerte estruendo resonó en la cueva. Un terremoto empezo en toda la isla. Las paredes se fracturaron, y enormes bloques de roca comenzaron a desprenderse del techo.

Watson se deslizó por lo poco que quedaba en el suelo, pasando por el lado de su madre que lo vio con ternura al irse de la cueva.

Los ojos de Daniel bajaron hacia un gran portal morado bajo sus pies. Era la grieta que Katu no pudo cerrar, tan gigante como el cerro.

— Es el núcleo de la isla — fue lo ultimo que dijo katu cuando todo su cuerpo se fragmentó.

Pedazo tras pedazo, piel, musculo y órganos pasaron frente al niño. No pudo gritar, no podía moverse, simplemente su cuerpo se deslizó en ese nido vacío brilloso.




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