Frías gotas de lluvia caían en la tierra de aquel lugar en el que todo era caos, el sol se escondía entre las grandes montañas dando paso a la oscuridad que poco a poco se hacía más densa y el frio penetraba hasta los huesos. Miles de soldados cabalgaban entre los cuerpos sin vida que yacían en el barro, el fuego que lo consumía todo a su paso iluminaba su camino. Aquel hombre imponente, aún con la sangre fresca en su rostro levantaba su espada en señal de victoria.
—Los príncipes están postrados, diciendo ¡clemencia!
Ninguno alza su cabeza a lo largo de los nueve Arcos. Libia está desolada, Hatti está pacificada, Canaán está despojada de todo lo que tenía malo, Ascalón está deportada, Gezer está tomada, Yanoam parece como si no hubiese existido jamás, Israel está derribado y yermo, no tiene semilla. Siria se ha convertido en una viuda para Egipto. ¡Todas las tierras están unidas, están pacificadas!
Petrie y Spiegelberg.
El faraón de la dinastía XIX de Egipto Merenptah, orgulloso por sus grandes victorias en las extensas campañas militares que había tenido a lo largo de su gobierno, y finalmente había logrado la victoria contra los libios.