Recuerdos de un desamor
La vio repetidas veces saliendo de las clases con el mismo aspecto desaliñado. No tenía idea de por qué Kendall usaba aquella ropa enorme y holgada que seguramente podría ser del idiota de Tyler. No le parecía nada atractiva así que le era realmente complicado entender por qué habían comentarios rondando por ahí sobre lo preciosa que era.
Tonterías
No le importaba en absoluto pero, como mínimo, esperaba que la chica Wiese no fuese tan aburrida como pensaba.
Ahora, en el comedor, la veía almorzando con una chica que seguramente era su amiga. Una simpática cobriza que conocía por lo mucho que discutía con Jace cada vez que podían. Hannah Carter, la mejor amiga de su víctima, Kendall.
¿Cómo acercarse a ella? Eso sería lo más fácil. Porque tenía la suerte de que uno de sus "mejores amigos" la conociera tan bien.
Sonrió burlón al repasar sus futuros planes con Kendall mientras veía a sus amigos acercársele con las bandejas de comida.
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Kendall Wiese rodó los ojos al oír a Hannah quejándose sobre lo mucho que Jace Harries le hacía enfadar. Estaba tan acostumbrada de oírla molesta por él que ya empezaba a ser rutinario.
—Olvídalo ya, Hannah. Lo que Jace quiere es hacerte enojar y lo está logrando.
Su amiga bufó cansina y, después de un largo silencio, se inclinó sobre la mesa para estar lo más cerca suyo.
—Tenemos que ir a la fiesta de Harries, Kendall. También estará Drake —susurró su amiga, emocionada.
Volvió a rodar los ojos. Era lo más típico y normal que la gran mayoría de chicas estuvieran coladas por Drake Donovan. Era muy guapo, atlético y, lo mejor, muy simpático. Era su amigo y precisamente por eso le era imposible verlo como algo más. Sí, tenía una hermosa sonrisa que al principio la había dejado atontada, pero su corta fantasía por él ya había terminado. Él era un gran chico pero solo era eso, un buen amigo.
—Claro que estará Drake, es la fiesta de Jace y...
Sólo entonces recayó en algo importante. Frunció el ceño, el calor yéndose de su cuerpo al pensar en ir a la casa de Harries. No podía ir a la casa Gale Harries porque lo que menos deseaba era encontrarse con él nuevamente. Había pasado un tiempo considerable desde que su relación terminó pero aún temía. Le aterraba pensar que todavía podía tener sentimientos por él.
—Sabes que no iré a la casa de Jace —negó Kendall rotundamente.
Una lánguida sonrisa, digna del gato de Alicia, cruzó el rostro de su amiga.
—He pensado en todo, Ken, tranquila —empezó a decir Hannah con orgullo—. Yo aprovecharé para fastidiar la fiestecita de Harries y tú, cariño, serás la misma de siempre. Como los viejos tiempos, ¿eh? Es una buena oportunidad para dejar esa falsa pinta tuya
Esa no era una buena razón. ¿Y qué si veía a Gale? Era una lástima que fuera el hermano de Jace, pero ahora no importaba. Había pasado muchísimo tiempo desde que todo terminó. Cuando él la engañó con quién creyó era su mejor amiga en ese entonces.
—Kendall, en serio, deberías dejarlo ir. Empieza de nuevo pero no así, no fingiendo ser alguien que no eres.
Bajó la mirada ante la conversación que ya tanto se repetía últimamente. Hannah intentaba convencerla día a día de que dejara esa pinta que llevaba, que volviera a ser la que era antes, la verdadera Kendall.
—¿Qué importa ya? —Se encogió Wiese de hombros—. No cambiará nada.
—Tampoco lograrás nada. Sé que sigues dolida pero ya ha pasado un tiempo considerable, ¿no crees? Demuéstrate que eres más que esto —dijo Hannah, tomando la manga de su enorme sudadera—. Devuélvele al mundo a Kendall Wiese. Hacer todo esto por Gale no vale la pena.
—Hannah, detente.
Eso solo bastó para encender a su amiga. Hannah, tan impulsiva muchas veces, se puso de pie y golpeó la mesa con las palmas de las manos con tanta fuerza que ahora, seguramente, habían muchos mirando con curiosidad.
—No, Kendall, detente tú —masculino su amiga, fastidiada—. Mira lo que has hecho contigo, joder —siguió diciendo, alterada, mientras le quitaba el gorro de lana que solía traer puesto—. ¿Qué es esto? Tú odias usar estas cosas, ¿y por quién?
— Hannah... —advirtió.
—Por un estúpido que jamás te mereció. —suspiró sonoramente, ahora mirándola apenada—. Es hora de pasar de página, Kenny. Demuéstrate que eres capaz de superar al idiota de Gale Harries. No es el fin del mundo, deja de destruirte a ti misma.
Eso que Hannah le decía casi a diario y, una vez más, estaba escuchando.
Y sí, estaba de acuerdo con ella, Gale no lo valía. No merecía que perdiera el tiempo por él de esa manera.
— Esto dejó de tratarse de él hace muchísimo tiempo, ¿sabes? —inquirió Kendall.
Se levantó también y caminó junto a su amiga hacia su siguiente clase.
— Entonces dame una buena razón para no ir a la fiesta del viernes.
Oh, vaya...
¿Qué decía ahora? No podía mentirle a su mejor amiga.
— ¿Sinceramente? No me apetece ir y...
— Kendall, realmente debes distraerte, me preocupa mucho verte así —La detuvo Hannah bruscamente y le sujetó de los hombros con firmeza, mirándola cara a cara—. Además es la fiesta de Jace Harries, no me dejes sola allí, por favor, él es capaz de...
Rodó los ojos y bufó sonoramente. Siempre terminaba yendo con Hannah, no sabía ni por qué se preocupaba en preguntarle si iría cuando la respuesta era clara.
—Sabes que no te dejaré sola —murmuró Hannah Carter y se giró para seguir andando.
Un pequeño gritó de triunfo se profirió a su lado cuando, de pronto, la escuchó maldecir por lo bajo. Se detuvo bruscamente casi a mitad del pasillo al notar que Hannah había dejado de caminar consigo. Entonces los vio. Jace, fastidiando una vez más a su amiga junto a sus mejores amigos y discutiendo como si hubiese mañana.