Kendall

Capítulo 4: Divirtiéndose

A Darren le traía sin cuidado que alguien se enterase de su pequeño plan de venganza.

Es más, hasta le hacía gracia imaginar cuando, por fin, todo terminase. Cuando Kendall llorara después de haberle roto el corazón mientras él se regocijara de placer. Y todo sería por culpa suya.

Incluso estaba muy ansioso por culminar la apuesta para poder retomar su no—tan—antigua vida llena de diversión.

Porque si quería enamorar a Kendall debía, a toda costa, alejar los rumores de él. O al menos evitar que la castaña se enterara de sus andanzas y de todo lo que hacía en su tiempo libre.

Katherine era un claro ejemplo de ello.

— Ha estado bien —murmuró Bourne con aprobación mientras continuaba vistiéndose—. Vendrás mañana también, ¿no?

Se encogió de hombros sin darle mayor importancia.
Todas las tardes a las cinco, después de verse con Kendall, iba a uno de los solitarios vestidores para encontrarse con Katherine y pasarla bien.

Estaba, hasta el momento, tres jodidas semanas atado a Wiese con el trabajo, la apuesta y su venganza. Aunque no era tan malo.

Muy a su pesar, estar con Kendall era tan relajante que después de horas ñ, cuando ya debían irse, quería retenerla a su lado.

— ¿Qué hizo hoy la tonta de Kendall? —preguntó Katherine de nuevo, presionándole la mano para obtener su atención.

— Bueno... Le agrado mucho —sonrió, burlándose en silencio de castaña—. Solo necesita más confianza en mí. Es muy fácil, hasta le hago reir

Estaba muy confiado en ello. Ahora que se llevaban mejor, todo le parecía más sencillo. Al menos no fue tan difícil ganar su confianza. Incluso podía notar lo cómoda que estaba a su lado.

— Y ahora debo ir a buscarla.

Abrió la puerta, casi apresurado cuando la rubia lo detuvo bruscamente a medio camino.

— ¿Qué? ¿Ahora hasta la recoges de clases?

Entornó los ojos azules hacia ella al verla riéndose.

— Es parte del plan —se excusó con recelo y se alejó—. Y no es tu problema, nena. Tú encárgate de venir todas las tardes a complacerme y seremos felices

Una lánguida y arrogante sonrisa se formó en su rostro al salir.

A Darren no le importaba en absoluto que se pusiera a llorar o le hiciera una ridícula escena frente a sus amigos. Él no quería ataduras ni mucho menos niñas lloronas.

Darren Ford siempre tenía la razón, nunca se equivocaba y, por lo tanto, jamás se disculpaba. Lo que hiciera con su vida solo le concernía a él y a nadie más, ni siquiera a sus padres.

Y entonces, mientras llegaba al aula donde encontraría a la chica Wiese, su sonrisa desapareció de pronto. Presionó la mandíbula con fastidio al encontrar a la castaña muy abrazada a Kyle, como siempre.

No sabía qué tenían esos dos pero no era solo una amistad como ella le quería hacer creer. Normalmente estaban juntos, hablando o sonriéndose como si fueran un par de tórtolos.

Lo detestaba y apenas lo conocía. Lo único que sabía de Kyle West era que, prácticamente, era el tipo de chico con quien todas las jóvenes soñaban.

Así que se acercó a ellos con el mismo porte elegante y cauteloso de siempre.
Rodeó a Kendall por los hombros y la atrajo hacia él mientras sonreía triunfal al ver al chico fulminarle con la mirada, fastidiado con su presencia.

— ¿Lista, Kendall? —preguntó antes de depositar un beso en su sonrojada mejilla, cerca de los labios—. Estuve esperando por ti.

— Darren...

Era como marcar territorio. Desde ese día ella le pertenecía. O al menos hasta conseguir lo que quería, porque después podía regalar las sobras a quien fuera.

— Ford... —murmuró Kyle con enfado mientras se cruzaba de brazos, casi soltando humo por las orejas.

Sonrió aún más al verlo tan celoso.

Se encargaría personalmente de pedirle a Katherine que distrajera al idiota de Kyle West, que lo alejara de Kendall lo más posible. No quería inconvenientes ni mucho menos a estúpidos rondando al rededor de la castaña que, peor aún, pudieran arruinarle los planes.

No, la obediente de Katherine Bourne se encargaría de eso.

Autodestrucción

— Ford... —murmuró Kyle con enfado.

Sabía lo mucho que su amigo detestaba a Darren. Y aunque nunca le había dicho el por qué, estaba más que convencida que era por Katherine.

— ¿Nos vamos? —preguntó el castaño con una sonrisa socarrona en el rostro. Incluso parecía estar disfrutando la situación.

— Sí, acabo de...

— No —espetó Kyle de pronto, interrumpiéndola a media frase.

Y una gélida mirada fue dirigida hacia ella.

— Quedaste hoy conmigo, dijiste que me ayudarías. ¿O acaso vas a dejarme plantado por el niño rico?

Se quedó estática durante largos segundos en los que no supo qué decir. Porque en aquellos tres años de amistad, Kyle West nunca le había hablado de esa manera. Quizá habían discutido por banalidades y gritado un par de comentarios sin importancia, pero refutarle algo con tanta dureza, jamás.

— Lo siento, Ky, lo había olvidado por completo.

Tragó en grueso al ver a su amigo aún más enfadado, mirándola furioso como nunca antes. Se sentía intimidada y no sabía cómo reaccionar. Era como si no lo conociera de nunca.

Pero sí que lo hacía.

Y con una sonrisa tímida, y prácticamente ignorando a Darren, tomó la mano de su amigo.

— Darren, lo lamento, sé que quedamos pero le había prometido a Kyle que hoy iría a su casa.

Incluso sin verlo podía apreciar aquella sonrisa triunfal en el rostro de West.

— Sí... —Darren los miró con diversión, entrecerrándo los ojos con una sonrisa maliciosa, como si había algo que solo él sabía— claro, no te preocupes, preciosa.

Kyle gruñó a su lado, y el castaño le guiñó un ojo antes de desaparecer por el pasillo.



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En el texto hay: apuesta, amor, corazonesrotos

Editado: 12.06.2020

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