Lucky Torrence y Darren Ford
Sentada con el rostro completamente sonrojado, se sintió incómoda.
Jace y Daren se observaban fijamente como si quisieran lanzarse cuchillos con la mirada. El ambiente estaba tan tenso que deseó poder escabullirse sigilosamente.
Harries, con el rostro pungido de fría burla, se cruzó de brazos, alzando el rostro hacia el castaño y retándolo en silencio. Se veía agitado, su pecho subiendo y bajando de manera agitada. Incluso las aletas de su nariz se movía inconstantes.
Y de pie en la entrada, observando a Ford con fastidio reprimido, se veía furioso.
— ¿Y bien? ¿No me invitarás a unirme? —Se mofó el rubio antes de lanzarle una mirada a Kendall por el rabillo del ojo.
— Ya estás dentro...
Se levantó de golpe cuando Darren giró a verla. Lo vio indemne al descifrar un atisbo de preocupación en su mirada azulina.
Algo debía andar muy mal para preocuparlo de esa manera.
— ¿Puedes dejarnos solos un segundo? –cuestionó en un hilo de voz mientras le sujetaba las manos con suavidad—. Luego voy por ti, preciosa.
¿Preciosa? ¿Desde cuándo la llamaba así?
Pestañeando repetidas veces por la confusión, asintió ligeramente antes de girarse.
¿A dónde se supone que iría si...
— Espérame en mi habitación, ¿bien?
Se tensó de golpe al sentir el cuerpo de Darren detrás suyo de manera tan repentina. Susurrándole al oído, acomodó su largo cabello a un lado de su hombro.
Pero ella, negó sonrojada y, como si acabaran de golpearla, se alejó lo más rápido que pudo de él. Sonrió forzadamente cuando el calor volvió a agolpar sus mejillas por la vergüenza al sentir dos pares de ojos sobre ella.
—Yo... —murmuro cuando se topó con la gélida y grisácea mirada de Jace Harries quien, de pronto, no dejaba de sonreír con burla y triunfo—. Iré al jardín, no te preocupes, Darren, de todas maneras debo irme en un rato.
Se fue a trompicones, directo al jardín, aquel hermoso lugar donde había encontrado la piscina la primera vez.
¿El problema?
Kendall se perdió a medio camino y terminó en una habitación desconocida. Dicen que la curiosidad mató al gato, pensó mientras abría la amplia puerta de caoba. Se adentró sin ningún problema e intentando alejarse todo lo que podía de los chicos que se habían quedado conversando en el salón. Encendió la luz y, callada, recorrió la extraña habitación vacía. Vacía a excepción de un par de cajas abiertas y objetos desperdigados por doquier. Todo estaba destruido y hecho añicos. Parecía que alguien muy furioso había pasado por allí la última vez.
Con el ceño fruncido, siguió caminando cuando, de pronto, su pie crujió algo. Se inclinó apenas un poco para cogerlo cuando lo vio. Sorprendida y muy confundida tomo el recuadro entre sus manos. Darren, en medio de la fotografía, estaba besando a una chica que no le fue nada difícil de reconocer.
Lucy Torrance, ¿cómo no reconocerla cuando era la hermana de la enamorara de Tyler?
La inalcanzable Lucy Torrance, esa por la que su hermano mayor, Tyler, alguna vez estuvo enamorado. Eso, por supuesto, antes de conocer a la dulce hermana menor, Rose Torrence. Y mientras miraba la foto, lo único que deseó era que aquella relación hubiese acabado definitivamente. En realidad ya no veía juntos a Darren y a Lucy más y eso, en definitiva, la tranquilizaba de cierta manera.
— ¡¿Qué jodidos haces aquí?!
Se sobresaltó al oír la furiosa voz de Darren rugir detrás suyo.
Y todo empeoró.
En un desesperado intento por aclarar la situación, se puso de pie y el pequeño recuadro cayó de sus manos, haciéndose añicos. Se quedó quieta bajo la penumbra de la habitación, mirando aterrada los puños cerrados que Darren cerraba contra el marco de la puerta. La mirada gacha y los mechones castaño oscuro le caían sobre los ojos hasta darle una apariencia, para ella, aterradora. Retrocedió torpemente hasta chocar con la fría pared cuando él avanzó a paso lento. Tan concentrado en lo que estaba por suceder que no pudo notar que había alguien más detrás de Darren.
—Lo lamento, me perdí en el camino y... —giró el rostro a un lado cuando el aliento del muchacho golpeó sus labios, ahora demasiado cerca a ella como para poderlo evitar.
Con una mano puesta sobre el muro y la otra engarrota en su hombro, la mantenía firmemente cerca de él.
—Me gustas más cuando estas callada —Le cortó bruscamente antes de soltarla como si su contacto le quemara—. No seas tan curiosa, Kendall, puede que encuentres algo que no te guste.
Con el ceño fruncido, vio la silueta de Jace apoyado con aburrimiento contra la pared mirándose los nudillos.
—Será mejor que me vaya...
Harries esbozó una lánguida sonrisa y elevó la mirada hacia ella.
—Puedo llevarte, Wiese.
Se quedó confundida ante aquella invitación. Creyó ciegamente que así como Jace odiaba a Hannah, a ella también la aborrecía, al menos un poco.
Pero, sinceramente...
¿Qué podría ser peor?
Sé sentía vagamente entre la espada y la pared.
No quería seguir allí a solas con Darren cuando había tantas cosas que aclarar, pero tampoco quería estar con...
De pronto la idea de irse de allí, aunque fuera con Harries, se le hacía irresistible. No por él, sino porque realmente quería irse lo más pronto de aquel lugar. Asintió rápidamente con las mejillas sonrojadas y haciendo vamos intentos por ignorar la mirada de Ford puesta en ella todo el tiempo.
—Gracias, aunque... —Lo pensó mejor y dijo:— no es necesario.
—No, escucha... —murmuró el rubio con cierta incomodidad, mirando a Darren con lástima—. No quise interrumpirlos.
—Exacto, Harries, largo de aquí —espetó Darren con fuerza—. Todo esto es culpa tuya.
Negó nuevamente.
—No hay nada que hacer aquí, adiós, Jace.