Te quiero
La extrañaba tanto...
¿Cómo pudo haber sido tan idiota como para perderla con tanta facilidad? Aunque quisiera o no, sabía muy bien que alguna relación larga y estable con Kendall no sería nunca posible desde el preciso instante en el que hizo aquella tonta apuesta de la que tanto se arrepentía. O, peor aún, desde que se le cruzó por la cabeza el hacer una venganza contra Tyler, utilizando a su dulce y hermosa Kendall. La quería tanto que le dolía. Su pecho retumbaba con fuerza y su corazón latía a velocidades inhumanas cada vez que recordaba todas aquellas veces que había sido solo suya. Y su sonrisa... Darren Ford soltó un suspiro reprimido cuando la imagen de una castaña con las mejillas sonrojadas, muy cerca de él, se cruzó en su cabeza.
¿Cómo iba a recuperarla después de que Katherine hubiese divulgado fotos y videos íntimos de ellos? Kendall no había querido hablarle después de aquella última tarde que los encontró. Y aun así él sabía que tarde o temprano sucedería. No por nada había querido retenerla consigo todo tiempo que le fue posible. Recordaba con una pasión embriagadora cada momento que ambos tuvieron y eso le dolió con infinita tristeza en el pecho, como una daga sacudiéndolo de lado a lado.
―En serio, Darren, ¿borracho? Realmente estás peor de lo que imaginé. Vamos a casa, esto no es sano para ninguno de los dos.
―¡Diablos, suéltame, Drake! No iré a ninguna parte sin mi chica. ¡Que me sueltes!
Empezó a retorcerse desesperado entre los brazos de Drake, luchando por mantenerse en aquel asiento del bar en el que estuvo sentado desde que ella llegó al lugar. Sí, había estado contemplándola con una tonta sonrisa que, por momentos, empezaba a tonarse gris y triste, puñaladas en el corazón cada vez que la veía bailar con diferentes muchachos. ¿Pero y qué? Ya le había dado suficiente espacio y tiempo como para que ella lo pensara y lo perdonara. Kendall no podía tirar a la basura todo el amor que había en ellos por un error suyo. Bueno... sí podía pero no se lo permitiría, no cuando su corazón parecía salírsele del pecho cada vez que sus miradas se cruzaban en la distancia.
―Si no vas a hablar con ella y te quedaras sentado allí como un hongo entonces será mejor que nos vayamos lejos. Por el bien de ella, el tuyo y el de tu orgullo que ya está demasiado pisoteado.
Entonces su corazón disparó un latido y una sonrisa iluminó su rostro como si acabara de encontrar la solución a todos los problemas del mundo. Fue eso lo que necesitó para escurrirse de Drake y dar veloces pasos hacia la pista de baile.
―¡Tienes razón! Bailaré con ella. Kendall no puede negarme un... un baile, ha... bailado con cada imbécil de aquí y... ―soltó rencoroso con la lengua pesada y los pasos torpes.
―¡No, Darren, eso no!
Demasiado tarde, pensó cuando el castaño impactó con una distraída Kendall que sonreía a sus amigos. Darren colocó con torpeza las manos en la cintura de ella y, con el corazón latiendo enloquecido, soltó un suspiro retenido desde lo más hondo de su garganta al sentir aquel aroma que tanto ansió. Pudo sentirla temblar contra su pecho, ahora tensa y reteniendo la respiración, y eso, sin más, lo hizo sentir aún más triunfal. Se envalentonó y su interior se infló al pensar que a pesar de todo aún conseguí causar tanto en ella. Que era capaz de hacerla temblar con un solo toque, con una mirada y un beso.
―¿Bailas conmigo, hermosa?
La retuvo entre sus brazos cuando ella giró a verle para, acto seguido, intentar alejarlo. La mantuvo apresada, cara a cara y a centímetros de distancia después de meses que a él le pareció interminable. Ya había pasado demasiado tiempo sin ella, imaginándola y extrañándola con cada latido y suspiro que su cuerpo daba. Era un prisionero de sus propios errores y solo ahora era capaz de notarlo. Se mantenía cautivo por ella, pensándola y amándola incluso sabiendo que no la merecía. Pero la quería a su lado. Deseaba hacerla feliz como alguna vez lo hizo, besarla en el atardecer y despertar con ella cada amanecer de su penosa existencia.
―Estás muy bo...
―No me negarás un baile, ¿verdad? ―preguntó ahora afligido al saberse rechazado nuevamente, un ligero puchero saliendo de sus labios como respuesta―. Solo...
Una enorme serenidad lo embargó cuando Kendall, entrelazando las manos en su nuca, posó la cabeza con blandura sobre su hombro. Suspiró hondo y cerró los ojos cuando aquel preciado aroma irrumpió sus sentidos, su corazón latiendo tan desesperado, atormentado contra su pecho que tenerla envuelta entre sus brazos le supo lo más exquisito que sintió en semanas. Fue como una descarga de quietud, igual a una dosis de infinita tranquilidad que hizo su pulso aumentar a velocidades brutales. La había querido consigo con tantas ansias que su mente pareció nublarse solo por ella, absorto en el efímero instante que un baile, tan sencillo y normal, significó para él.
―Te extrañé tanto, princesa ―soltó agobiado mientras la sujetaba con firmeza contra él―Tienes... Dame una oportunidad, nena, y... y... ―Un nudo en la garganta le hizo imposible continuar hablando sin romperse frente a ella. Entonces cerró los ojos con fuerza, tragó en grueso y continuó diciendo cuando todo a su alrededor empezó a darle vueltas, todo menos ella―. Prometo hacerte feliz por siempre.
Estaba tan absorto en su sentir, en recuperarla a como diera lugar y en disfrutar ese efímero instante que le pasó desapercibo el suave sollozo que ella emitió contra el cuello de su camisa. Kendall solo lo abrazó aún más y escondió la cabeza en su cuello mientras bailaban indiferentes a lo demás. Porque entonces solo era él y ella, nada más parecía al menos capaz de irrumpir entre ambos una vez más.
Ya no, nunca más
―Darren, no ―apenas logró decir en un murmuro que el castaño alcanzó a oir.
―Kendall, vamos, es hora de irnos ―irrumpió una voz ronca al lado de ellos que lo hizo arder en furia cuando intentaron alejarla de él―. Se está haciendo demasiado tarde y no pienso dejarte con este imbécil ―culminó Kyle.