Kensington Hall

Capítulo 7

Ariana y yo nos dirigíamos hacia el jardín central por órdenes de la rectora. Por nuestro camino, algunos estudiantes nos dedicaban miradas llenas de burlas, ambas éramos consideradas como fenómenos por utilizar aquellas cómodas zapatillas, en vez de los tacones. Ariana había insistido hasta conseguir un par de zapatos iguales a los míos, según ella, no le gustaban los tacones, aunque sentía que lo había hecho para no dejarme sola y aquello se lo agradecía.

En el patio principal ya se encontraban todos los estudiantes pertenecientes a primer año de la universidad, la mayoría reunida en círculos en los que hablaban entre ellos mismos.

—Buenos días, estudiantes —saludó la rectora haciendo que el silencio se extendiera por todo el lugar—. Como algunos ya saben, existen diferentes clubes en la universidad y deben unirse a uno de ellos de manera obligatoria. Hoy en la tarde, aquí mismo, estará una representación de cada uno, y ustedes deberán anotarse en alguno —añadió después de haber captado nuestra atención.

Los murmullos no se hicieron esperar entre los estudiantes. Unos chicos a mi lado hablaban con emoción del club de fútbol, mientras que algunas chicas con gritillos contenidos hablaban de unirse al club del príncipe.

—Ojalá exista alguno sobre música —comentó Ariana a mi lado. En sus ojos podía ver las altas expectativas que tenía con el club.

Deseaba de corazón que hubiese uno así, aquello la aliviaría en medio de la universidad, aunque, posiblemente, no la vería tan seguido en las clases. Si algo me había quedado claro, era que Ariana no tenía miedo a saltarse algunas reglas para cumplir sus sueños, y aunque aquello por un lado era bueno, por otro podría traerle consecuencias.

*******
En la tarde el lugar se llenó de mesas, algunas con aspectos más regios y otras con un aspecto más colorido, en el que mostraban pancartas, autosustentable y algunos elementos que formasen parte del club. Habían de diferentes tipos, y casi para todos los gustos.

—¡Mira! —exclamó Ariana señalando una de las mesas. Esta estaba llena de colores y se notaba que tenía relación con la música—. Debo ir a ver —añadió antes de salir casi corriendo.

Sonreí feliz de ver que sí había uno para la música. Paseé por los diferentes puestos mientras observaba a qué se dedicaba cada uno. Había varios clubes artístico, algunos otros deportivos y luego estaba el del príncipe, posiblemente un club de política, posiblemente, era la mesa más llena, principalmente de chicas. Me acerqué a uno de los clubes de deportes, se trataba de equitación.

—Buenas tardes —saludé con una sonrisa, al llegar frente a la mesa. Detrás de la misma habían dos chicas y un chicos, mientras que un autosustentable, que mostraba a un jinete y su caballo, estaba a uno de los costados de la mesa—. Quisiera inscribirme en el club.

La chica sentada en el puesto intermedio me observó de arriba a abajo como si fuese un extraterrestre que acababa de aterrizar frente a ellos.

—Lo siento, pero este club es para personas bien vestidas —Habló la chica que se encontraba a uno de los lados. Sus ojos y su amplia sonrisa denotaban burla por encima de cualquier otra cosa.

Aquello me tomó un poco por sorpresa. Debía haber esperado una respuesta como aquella, pero había creído que no se comportarían así.

—Está bien, muchas gracias —respondí con una sonrisa, antes de marcharme hacia otro puesto.

«Aquí me irá mejor», dije al acercarme a un nuevo club.
Se trataba de un club de atletismo, pero, aún con mi mejor actitud recibí una negativa unida a un trato tan malo como el club anterior. Así fue en todos a los que me presenté, por lo que decidí no seguir buscando uno, estaba claro que todos se habían puesto de acuerdo para no aceptarme.

—¡Deborah, me aceptaron en el club de música! —dijo Ariana al llegar hasta mí.

Se notaba el entusiasmo que aquello le causaba, sabía que estaba conteniéndose para no saltar.

—Eso es genial, me alegro mucho por ti —respondí con una sonrisa.

Estaba feliz por ella, sabía cuan difícil era para ella tener que estudiar algo que no le gustaba. Era la oportunidad perfecta para que pudiese hacer lo que le gustaba sin tener que disgustar a su padre.

—¿A qué club entraste? —inquirió Ariana.

—A ninguno, no me quisieron aceptar —respondí. En el rostro de mi amiga apareció una expresión de enojo por lo que me apresuré a calmarla, no había necesidad de hacer un escándalo—. No te preocupes, Aria, yo de todas formas no deseaba entrar a ningún club.

Ariana me observó no muy convencida, así que le ofrecí mi mejor sonrisa y añadí:

—Todo está bien, no moriré si no entro a un club.

—Dejaré el mío —respondió ella dispuesta a marchar hacia la mesa en la que había estado anteriormente—. Si tú no entras a un club, yo tampoco lo haré.

—No, es tu pasión más grande, Ariana, yo estoy bien —respondí con mi mejor sonrisa. No podía permitir que ella renunciar a algo que le gustaba por mí, era la única oportunidad que tenía de liberarse un poco de sus cargas—. Ve ahora con tu nuevo club y disfruta este momento, lo mereces.

Ariana miró hacia las mesas, dudosa de que hacer, luego fijó su mirada nuevamente en mí, como si me evaluara no muy convencida de mis palabras.

—¿Estás segura?

Asentí. Mi amiga, aún con dudas, se marchó hacia la mesa, donde los miembros la recibieron con regocijo y la vi sonreír como una niña, era imposible que me atreviera a quitarle eso.

Como siempre que necesitaba un tiempo a solas, me dirigí al jardín abandonado. Tomé asiento en uno de los bancos mientras observaba mis zapatos. Había cambiado mi modo de vestir para estar más cómoda, pero todos parecían pensar de manera contraria a lo que el príncipe me había dicho. Quizás debía volver a usar tacones, tal vez de esa forma me aceptaran en un club.

«En este mundo debemos mantener las apariencias, porque la lucha por el poder nos exige que seamos perfectos, y confiar en alguien es muy difícil, pero tú eres libre de eso Deborah, no hay título que te puedan arrebatar, así que, no sacrifiques tu comodidad por encajar», rememoré las palabras del príncipe.




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