Minutos después de entrar en mi habitación la puerta sonó. Esperaba que Derek no me hubiese seguido hasta aquí, sería demasiado. Me acerqué a la puerta intentando calmarme, respiré hondo una última vez antes de abrirla.
—Príncipe William —susurré descolocada. ¿Qué hacía él aquí?
—¿Estás bien? —preguntó mientras sus ojos me examinaban—. Te vi subir corriendo.
No pude evitar sonreír mientras miraba al príncipe. Él siempre estaba ahí para mí, por alguna razón que no comprendía, estaba en los momentos difíciles. Cuando necesitaba de una dirección en Kensington Hall, él estaba para guiarme.
Deseaba decirle lo que había sucedido, pero era mejor que no lo hiciera.
—Todo está bien, Alteza —respondí con un asentimiento.
Sabía que William y Derek eran amigos, no quería dañar esa amistad, por más insoportable que fuese Derek. Además, ya existían suficiente rumores acerca de mí, no quería más.
—¿Por qué venías sin zapatos entonces? —inquirió él levantando una ceja.
—Eso no importa —contesté negando con la cabeza, no quería mentirle, pero tampoco decirle la verdad.
El príncipe pareció comprenderme, por lo que simplemente asintió y con una leve reverencia se marchó.
Cerré la puerta cuando él se perdió en la distancia del corredor y volví a mi habitación para lanzarme sobre la cama. Sabía que adaptarme a Kensington Hall iba a ser difícil, pero jamás habría imaginado que sería tan duro. Por momentos deseaba abandonarlo todo, pero luego recordaba todo lo que había sacrificado para estar aquí.
******
Las invitaciones para la boda de Henry eran hermosas, tenían un estilo de cartas con bordes dorados y un sello en forma de corazón. La boda sería realizada en dos días, según la invitación. Mi amigo me había enviado no una, sino dos invitaciones. Me preguntaba a quién podría invitar a ir conmigo, tal vez a Ariana.
Guardé la invitación en mi mochila y me dirigí al salón de clases.
—Ariana —llamé a mi amiga cuando el profesor nos dio 15 minutos de descanso—. Dentro de dos días será la boda de un amigo, ¿te gustaría ir conmigo?
Sus ojos se llenaron de ilusión rápidamente, pero enseguida se apagaron.
—Lo siento, no puedo, tengo un compromiso ese día —respondió con voz ahogada, casi parecía que quería llorar.
Me quedé en blanco, sin saber a quién invitar. Paty tenía trabajo ese día y estaba segura que la señora Luisa no le daría permiso, odiaba que algún trabajador se pasase el turno. Mi madre de seguro había recibido una invitación, pero lo más probable era que no fuese, ella era una maniática del trabajo, además, Fabricio le recordaba a papá y era algo con lo que le costaba lidiar.
Tal vez tendría que ir sola, mis únicos conocidos estaban trabajando o tenían un compromiso.
—¡Hermano! —escuché a alguien gritar.
No me había dado cuenta de que me había ido hacia los establos mientras pensaba en mi posible acompañante, pero ahí estaba, cerca de las caballerizas.
Busqué con la mirada a la persona que había gritado y encontré a una chica de cabellos rubios, ojos verdes y sonrisa deslumbrante. Ella venía corriendo agitando una hoja en su mano. Pasó por mi lado sin atender a mi presencia. Seguí la dirección en la que corría y encontré al príncipe al final de las caballerizas, ¿cargando paja?
Me escondí en una de las caballerizas cercana, la cual estaba vacía y, aunque sabía que estaba mal, me quedé observando la escena. El príncipe tenía las mangas de la camisa subida y paleaba la paja. Estaba perpleja ante tal escena, nunca habría esperado ver al recto príncipe William así, aunque tampoco me molestaba, lo hacía ver más humano.
—¡Hermano, mira, saqué una A! —dijo la chica sacudiendo la hoja en el aire como si de un trofeo se tratara.
Imaginaba que aquella chica era la princesa Carolina, la hermana menor del príncipe William, nunca antes la había visto en televisión.
—Bien hecho, enana —dijo alzándola en brazos para hacerla girar, mientras reían.
Era una escena tan conmovedora e íntima, que me sentí una intrusa en medio de ellos, pero tampoco podía dejar de verlos, era una escena que me removía el corazón.
—Hermano, ya tengo 17 años —protestó la princesa cuando dejaron de girar.
—Para mí sigues siendo mi enana —contestó el príncipe agitando el cabello de su hermana.
Ella soltó una nueva protesta mientras se apartaba de las manos de su hermano.
—¿Vamos a almorzar juntos? —inquirió ella dándome algunos brinquitos y él asintió.
A continuación él colocó la pala en una esquina, se lavó las manos y estiró las mangas de su camisa, volviendo a ser, en parte, el príncipe que conocía. A continuación, pasó un brazo por los hombros de su hermana y comenzaron a caminar en dirección a la salida. Me agaché para que los príncipes no me vieran al pasar y solo me alcé, agarrada de la puerta de la caballeriza para no caer, cuando estuve segura de que se habían marchado.
Saqué la invitación de mi mochila. ¿Cómo no había pensado antes en él? Sería la persona ideal para invitar, sería mi forma de agradecerle toda la ayuda que me había brindado.
Durante el almuerzo me senté como de costumbre junto a Ariana, ella había pasado la mitad del tiempo de almuerzo quejándose de su compromiso, que se trataba de una cita a ciegas. Ella no podía creer que su padre le hubiese organizado aquella cita con un completo desconocido y si era sincera yo tampoco, ni siquiera sabía porqué había aceptado ir si no quería, aunque suponía que enfrentarse a su padre no era nada fácil.
Escuché atentamente las quejas de Ariana, pero mi mente se fue perdiendo en el momento que había presenciado entre el príncipe William y su hermana. Fijé mi vista en la mesa que siempre ocupaba, su puesto estaba vacío.
«¿Estará almorzando en la preparatoria?», me pregunté mientras paseaba mi vista por el salón, pero no, definitivamente allí no estaba.
Volví a la realidad cuando un cuerpo bloqueó mi vista, levanté la mirada buscando el rostro de la persona frente a mí y encontré a Derek.