Había tomado la decisión de visitar la casa de Derek, era mi último recurso, pues ya no tenía otra forma de saber qué había sucedido con Ariana, así que me presenté allí. La mansión perteneciente a la familia Dileono no era tan grande como la Mansión Constan, pero aún así era una casa imponente. Cubierta con colores pasteles casi blancos y ventanales de cristal. El jardín delantero era pequeño con el espacio suficiente para que los autos entrasen. Presentaba un pequeño jardín en medio de una circunferencia que definía el camino y al llegar a la entrada de la casa me encontré con una puerta blanca de madera.
—Bienvenida, señorita, por favor, espere aquí —dijo la criada que me recibió, dejándome en lo que parecía un salón de espera.
—Está bien, muchas gracias —respondí con un asentimiento de la cabeza.
Cuando la puerta del salón se cerró, no pude evitar mirar cada detalle a mi alrededor, quería absorberlo todo de un solo vistazo. El salón tenía dos ventanas que lograban iluminar cada extremo de la habitación, revelando el tapiz de color plateado en las paredes con detalles en plata que centelleaban con el Sol. Desde el techo colgaba una hermosa lámpara y algunas también se extendían a través de las paredes. Los muebles tenían un tono gris con un aspecto moderno que desencajaba con el salón.
Me giré al oír la puerta abrirse y me encontré con Ariana.
—¡Deborah! —exclamó mi amiga antes de lanzarse en mis brazos. Su abrazo me aprisionó hasta dejarme sin aire.
—¿Qué fue lo que pasó? —pregunté cuando nos separamos.
Tenía moretones en los brazos y en su rostro tenía un enrojecimiento en la mejilla.
Los ojos de Ariana se llenaron de lágrimas: —Mi papá, vio una foto mía tocando un instrumento en la calle. Solo fue ese momento que tomé los instrumentos, pero a él no le gustó. Vino e intentó llevarme de vuelta a casa. Si no fuera por Derek, no sé que sería de mí.
—Ay, Ari, cuánto lo siento por ti —dije dándole un nuevo abrazo, uno en el que pudiera comprender todo mi apoyo.
—Fue horrible —sentí como su cuerpo se sacudía mientras el llanto llenaba la sala.
Dejé que mi amiga se desahogara mientras le daba algunas palmaditas en la espalda. No podía imaginar lo difícil que había sido para ella ser secuestrada por su padre. Pensaba en mi papá, un hombre cariñoso y bueno, y no podía imaginarlo haciéndome eso, y me parecía poco probable. Derek había tenido razón al decirme que no conocía al padre de Ariana, realmente no conocía a aquel monstruo para nada.
—¿Qué vas a hacer ahora? —inquirí cuando ella se calmó y nos separamos.
—Aún no lo sé —respondió jugueteando con las manos—. Mi padre está preso por este crimen, yo aún estoy asimilando lo sucedido. Solo sé que no voy a volver a estudiar derecho.
—¿Estás segura? —inquirí.
Sabía que a Ariana nunca le había gustado la carrera, pero dejarla me parecía radical. Mi amiga simplemente asintió.
Continuamos hablando un tiempo más hasta que se hizo tarde. Al salir de la sala de estar nos encontramos con Derek, que acababa de llegar.
—Buenas tardes, Derek —saludó Ariana con una sonrisa.
Mi amiga se veía distinta, con sus ojos llenos de brillo y el tono hacia Derek era diferente a las veces anteriores.
—Buenas tardes, Ariana —saludó Derek antes de girarse hacia mí—. Buenas tardes, Deborah, necesito hablar contigo.
Vi como la sonrisa de mi amiga se borró, aunque trató de disimularlo muy bien. ¿Sería posible que Ariana estuviese enamorada de Derek? No, no podía ser, siempre se estaban molestando uno al otro.
—Me voy a mi habitación —anunció Ariana dedicando una última mirada a Derek antes de girarse hacia mí—. Gracias por venir a verme —añadió dándome un abrazo.
A continuación la vi desaparecer por una puerta.
—Mañana el club visitará un orfanato —informó Derek llamando mi atención.
Cierto, el club del príncipe. Había olvidado que estaba en aquel club de manera obligatoria para poder graduarme de la escuela. Me dejaba asombrada que hubiesen decidido visitar un orfanato, aunque posiblemente fuesen con miles de cámaras como siempre había visto. Tenía el criterio que para hacer el bien no era necesario ir con cámaras.
—La visita será en la tarde, luego de que terminen las clases —añadió Derek.
—Está bien —respondí con un asentimiento de la cabeza—. Nos vemos mañana —agregué antes de dirigirme a la puerta para marcharme.
Cuando salí sentí que podía respirar, aún esperaba un mal comentario por parte de Derek, pero se veía diferente conmigo, algo parecía haber cambiado.
*****
Al día siguiente, después que terminaron las clases me dirigí al punto de encuentro. Ahora que Ariana no estaba me sentía sola, no tenía con quién hablar o reír por nuestras tonterías.
Unos minutos después de llegar al punto, apareció Derek en un descapotable, como no podía ser de otra forma, tenía que ser un auto de lujo. Aunque era un lujo distinto al de William, no había chóferes, ni reverencias exageradas, pero sí autos de lujo, miradas frías y actitud prepotente.
—Sube —ordenó Derek deslizando sus gafas de sol un poco hacia abajo permitiendo que viera sus ojos.
—¿Dónde está el resto? —pregunté mirando en ambas direcciones sin entender nada.
—William está ocupado con un tema y Susan también tiene lo suyo, lo que nos deja a tí y a mí —respondió antes de devolver las gafas a su lugar original.
Sabía que el club de William era bastante exclusivo, pero no esperaba que tanto como para solo haber cuatro personas.
—¿Vienes o no? —inquirió esta vez sin dirigirme una mirada.
Abrí la puerta del copiloto y subí. El auto rugió antes de salir a la velocidad de una bala haciendo que mi pelo se enmarañara en mi rostro. De haber sabido que iríamos así, me hubiese traído un pañuelo para acomodar el pelo como había visto en las películas.
—Puedes poner el techo, mi pelo y yo te lo agradeceremos —pedí a Derek intentando apartarme el cabello de la cara, aunque era imposible, si lo soltaba, volvía a desparramarse, y era mejor ni pensar en los nudos que se harían.