En algún punto me quedo dormida. En aquella pesadilla, estoy corriendo por mi vida, pero no entiendo muy bien de qué estoy corriendo, sé que algo me persigue, alguien está tratando de agarrarme; sigo corriendo por aquel lugar de suelo rojo oscuro, mientras que detrás tengo a la mismísima oscuridad, pisando mis talones. Abro mis ojos de golpes y lo primero que veo es el asiento del frente vacío, giro un poco mi rostro y veo a la mujer a mi lado, recogiendo su brazo de mí.
—Al fin despiertas —comunica mientras toma un poco de distancia.
Al mover mi cuerpo todo se tensa al sentir las esposas; ella camina hacia atrás del asiento y siento sus manos frías tocar las mías, escucho el sonido de un clip y mis manos se encuentra en libertad. Con cuidado las llevo al frente, sintiéndome más aliviada.
—¿Qué hora es? —pregunto al ponerme de pies y verla caminar hasta la salida.
—Las ocho —contesta—. No sabía que hablas dormida.
No respondo, lo que hago es subir mis manos a mis ojos y limpiarlos; la veo bajar las pequeñas escaleras del jet y antes de bajar, me quedo estupefacta a la enorme casa blanca que tengo al frente, iluminado por bombillas blancas y con varios hombres alrededor, con sus armas y con algunos perros a su lado vigilando la zona. A una corta distancia de la casa, se ven varios grupos de árboles, haciendo que la zona se vea más misteriosa, con mi vista sigo el camino visible que conecta con la casa, llevando a una salida cerrada por rejas y arriba de esta se encuentra con un escrito, que no logro descifrar por la distancia.
—Esto no puede ser verdad —murmuro, me quedo tan quieta como puedo.
Bajo distraída, mirando aquella casa y cada paso que dan aquellos hombres, algunos se quedan quietos mirándome, los perros toman posición al verme y hasta sueltan algunos gruñidos. Levanto mi vista al techo de la casa y observo dos o tres siluetas en ellas, trago con fuerza al sentir mis nervios invadirme de nuevo; termino de bajar las escaleras y me percato que la chica ya no se encuentra, miro alrededor y no hay rastro de ella.
—¿Busca a tu amiga? —mi cuerpo se tensa ante aquellas palabras y me giro lentamente hacia atrás para verlo de pies, a una distancia estable, con un cigarro en sus labios.
Doy unos pasos hacia atrás, sin quitar la mirada en él.
—Creo que has tenido una charla con la pelirroja, bonita —menciona mientras bota el humo del cigarro— y espero que te haya resaltado lo muy maldito que soy y lo que pasará si no me obedeces.
—¿P-por q-que yo?
Khalid vuelve a botar el humo poco a poco e inhala el cigarro.
—¿Importa? —Se encoge de hombros—. Soy un secuestrador, el motivo está de más, puede ser un secuestro por gusto...
—¿P-por gusto? —mi voz me falla cuando más la necesito, pero hago mi esfuerzo; señalo con mi dedo la enorme casa—. ¿Qué gusto te puedo dar yo, cuando tienes todo eso?
El cigarro es inhalado por completo en tan solo unos segundos, quedo asombrada y antes de decir o hacer algo, él acorta la distancia y expulsa todo el humo en mi rostro; al principio quedo confundida, pero al sentir el olor horripilante de aquel cigarro hago lo posible por respirar aire limpio, las náuseas se hacen presente y mis piernas se vuelve débiles y caigo al suelo tosiendo, escupiendo y buscando aire. Khalid me agarra del brazo, levantándome de golpe y empieza a caminar, arrastrándome con él; el suelo lleno de pequeñas rocas hace que la suela de mis zapatillas sienta cada molestia, dificultándome caminar.
—¡D-duele! —mis lágrimas empiezan a salir, tratando de soltarme de él. Khalid se detiene y se gira, aquellos ojos tan intensos y vacíos me penetra, enviando escalofríos por todo mi cuerpo. Se agacha y rápidamente me carga en su hombro izquierdo. Chillo—. ¡Bájame! —mis manos se cierran y empiezo a golpear su espalda.
La mirada de los otros hombres es de burla, algunos con una sonrisa en sus labios y otros, soltando fuertes carcajeadas; los perros me ladran al verme, pero no se acercan y me puedo hacer una idea del porqué. Él sube tres escalones donde se muestra un porche angosto y largo en ambos lados; escucho la puerta abrirse.
—¡Te odio! —grito, pero el sentimiento de temor aparece y me hace temblar. Khalid sube las escaleras que están al lado derecho de la entrada; empiezo a moverme con violencia para que me suelte, pero recibo una fuerte nalgada, gimo al sentir el tacto de su mano en la mejilla de mi trasero y el ardor que se va apoderando poco a poco.
—Compórtate —escupe.
El resto del camino me quedo en silencio, ahogo cada gemido que desea salir de mi boca, y la vergüenza y humillación que siente mi cuerpo en estos momentos, una parte de mí se siente asquerosa. Al llegar al primer piso, observo una puerta a mi lado derecho pasar, hasta que él se detiene en una y la abre con un golpe de su pierna, la puerta se abre de golpe, golpeándose con la pared. Me tira con rudeza en la cama y me es difícil no soltar una exclamación por la sorpresa, por un segundo temo, pero al ver que él se da la vuelta para irse, una ira se expande.
—¡Hey! ¿Qué haces? —me levanto de la cama y le sigo los pasos, él cierra la puerta de golpe y escucho como le pasa llave desde el otro lado, muevo la manilla con fuerza y al no girar, doy un golpe fuerte en la puerta— ¡Te odio!