El mercado FaT, en segundos, se encuentra abandonado, los visitantes corren por sus vidas, mientras que los dueños de las tiendas se encierran en sus casas. Mi cuerpo se encuentra completamente tieso, sin quitar la vista de ellos, de él; mi respiración se vuelve superficial y al ver que él trata de agarrarme, inconsciente, me arrastro hacia atrás. Antes de que él pueda seguir, su vista se va detrás de mí y noto como su sonrisa crece en aquel rostro, veo sus dientes amarillos y torcidos.
—¡Pero miren a quien tenemos aquí! —exclama con una gran alegría— ¡Al mismísimo Khalidis! —el arma de él se alza al cielo y dispara como un desquiciado, me cubro los oídos al escuchar el primer disparo y luego sus carcajeadas—. Me imagino que ella es tu zorra.
Mi respiración se corta al no poder apartar la mirada en él, alguien me sujeta por debajo de mis axilas y suelto un leve grito por el miedo, pero me pongo de pies al ver que es Giles y me coloca detrás de él.
—Esta es una zona de paz, Tiburón —habla Eliseo—, estás rompiendo el acuerdo.
—El acuerdo dice que se puede comenzar una matanza cuando vea a alguien robar —y mi mente puede llegar a entender algo, entiende que tal vez aquella anciana me dio el juguete teniendo la certeza de que Tiburón me estaba viendo—. Y ella, ha robado un juguete.
Sujeto a Giles por algún lado de su chaqueta.
—Eso es mentira —susurro con el miedo en la garganta apretándome. Giles solo gira un poco su rostro y lo mueve.
—Estás pasando líneas, Tiburón —vuelve hablar Eliseo—, te aconsejo que bajes tus niveles de estúpido y analices la situación.
—Oh, ¿eso crees? ¿qué no he analizado la situación? —y al decir sus últimas palabras chasquea sus dedos, un sonido fuerte y limpio; sombras aparecen en el suelo y al subir mi vista observo a varios hombres en las terrazas de algunas casas, con la misma vestimenta hawaiana y apuntándonos con sus armas.
Gimo y mis manos aprietan más fuerte el lugar que tengo sujetado, dejo que mis ojos se muevan, observando a cada hombre de Tiburón y con aquellas ansias de asesinar. De reojo noto a los hombres de Khalid, no son mucho comparado a los hombres de Tiburón. Giles me agarra la mano y me empuja a una dirección diferente, entramos a un callejón estrecho y largo, él me cubre con su cuerpo y dispara a los hombres que salen. Escucho los disparos y entiendo que se ha formado una matanza entre ellos.
—¡No te detengas! —grita.
Mientras corro subo un momento mi vista y veo dos hombres asomarse en aquellas terrazas, pero de inmediato sus cuerpos se van a un lado al recibir varias balas por Giles. Sigo corriendo sin detenerme siguiendo aquella espalda ancha y musculosa; él me suelta la mano y noto como se van a una parte detrás de su chaqueta y saca algo para colocarlo en su pistola. Los disparos se escuchan tan cerca, como si cada una de ellas me estuviera pasando por los lados. Dos hombres salen al final del callejón, Giles me empuja a un lado y escucho un leve gruñido de su parte, pero no se detiene para dispararles.
—¿Estás herido? —pregunto al ver la tela de su chaqueta rota.
—No es nada. No te detengas.
Llegamos al final del callejón y me encuentro con dos caminos iguales de estrechos y largos, mi cerebro se queda pensado por cuál camino ir; mi respiración es agitada y no llega por completo a mis pulmones, siento como la mano de Giles me agarra del codo y me jala por el callejón de mi derecha.
—Vamos, no te detengas —responde agitado; él se detiene de repente y dispara a dos hombres más, sus cuerpos se extiende en el suelo y con toda la fuerza paso por un lado, sin poder quitarle la mirada. Al final de ese callejón se muestra dos caminos más, la derecha es otro camino estrecho y largo, mientras que la izquierda tiene una escalera que conecta con la terraza de la casa.
—Mírame —dice él, lo hago—, vas a subir aquella escalera —me indica—, te llevarán a las terrazas de las casas, busca un lugar para esconderte, hay algunas casas abandonadas, escóndete y no salgas hasta que te busquemos.
—¿N-no vienes conmigo? —mi voz es traicionera al preguntarle.
—No, tengo que seguir, darte tiempo para que puedas esconderte —su respiración es fuerte y profunda.
—No… —suelto.
—Lo harás. Tú puedes. Ve.
Antes de que pueda moverme, varios hombres de Tiburón se asoman por el callejón, Giles me empuja hacia las escaleras y él se oculta en la pared, las balas golpean la pared del frente y cuando dejan de disparar, Giles sale y dispara.
—¡Joder, vete! —me grita.
Sin esperar un segundo grito, subo las escaleras y al llegar la terraza me quedo quieta visualizando mis posibilidades, la mayoría de las terrazas tienen ropa u objetos en ellos, hasta que mis ojos encuentra una totalmente vacía, pero a una larga distancia. Corro hasta el final de la terraza donde me encuentro una tabla que conecta con la siguiente casa; respiro al ver lo que tengo que hacer y con sumo cuidado camino en ella con la vista baja, viendo mis pies alinearse con aquella tabla. Suelto el aire al llegar a la terraza y sigo. Doy un leve salto al ver la distancia muy mínima con la próxima; quedo en el suelo y antes de levantarme, mi respiración se corta al ver la espalda de un hombre apuntando con su arma hacia abajo, pero al segundo veo como una bala se le introduce en su pecho y el cuerpo cae de la terraza, cubro mi boca para no gritar.