Al terminarme el té salgo de la cocina, observo a varios hombres subir a trote las escaleras, y a los segundos unos gritos invaden mis oídos. Subo las escaleras hasta ver en el pasillo a varios hombres afuera, sus rostros son de preocupación y furia. Me acerco al hombre más cercano
—¿Cómo sigue?
—Mal —me responde el hombre de pecas junto con una barba—, la fiebre no le baja y cada vez bota más sangre, y ya empezó a delirar.
Un segundo grito proviene de la habitación, pero aquello no son gritos, sino gruñidos; no puedo evitar tener dolor, nadie merece sentir un dolor así… «¿Qué estás diciendo Odette? Él te ha maltratado y ha hecho de tu vida un infierno», pienso. «Puedo darme media vuelta y salir corriendo en busca de ayuda y volver con mi familia. Tengo la oportunidad». Doy uno leves pasos hacia atrás, fingiendo que los gruñidos de Khalid no me gustan; bajo las escaleras rápido al ver que nadie me está mirando; de repente una señora mayor empieza a subir las escaleras con una olla de agua, escucho unos pasos detrás de mí.
—Gracias, Marta —el hombre agarra la olla y vuelve a subir; aquella señora desaparece de inmediato. Al tener el lugar solo, termino de bajar los escalones que me falta y salgo de la casa, sintiendo el frío de la noche pero antes de bajar los peldaños, un auto se estaciona con violencia y Eliseo se baja con una bolsa en la mano. Se sorprende un poco al verme afuera, pero eso no le impide en acercarse.
—Por favor, sálvale la vida —me susurra, casi a una súplica.
La habitación tiene un ambiente caluroso, donde el olor no es agradable, siendo sangre ligada con sudor; miro al herido, acostado en la cama mientras su respiración sube y baja rápidamente, y en algunas ocasiones da violentas sacudidas. Me acerco a la cama, dejando la bolsa a una esquina y vaciando todo lo que Eliseo compró, busco lo primero que es el alcohol y los guantes.
—¿Qué hace ella aquí? —Pregunta Khalid en susurro pero audible.
Me atrevo en responderle—. Salvando tu trasero —estoy enojada al ver la situación en que me he metido yo sola.
Abro el alcohol, me echo un poco en mis manos sin importar que haya mojado un poco la cama, agarro los guantes. Busco lo necesario y me siento a un lado de la cama, cerca de la herida, dejo en la mesita los otros objetos.
—Eliseo, agarra a Khalid, esto le va a doler —aunque mis posibilidades a que le doliera son muy pocas.
—¡Aléjate de mí! —Chilla Khalid enojado, actuando como un bebé—. ¿Dónde está el maldito de Vex?
—Está en una cirugía en España, en la zona de la mafia española; necesitas que te saquen la bala ahora, no aguantará más.
—No, puedo esperar al doctor —ya está delirando, donde sus ojos se van a un lado, cayendo dormido por un segundo, luego da otra sacudida para despertarse.
—¡Has perdido mucha sangre, Khalid! —Grita Eliseo con la misma tensión al verlo así— ¡Ya andas delirando! ¡Odette, hazlo ya!
Doy una última mirada a Khalid pero él me esquiva, viendo hacia otra parte. Le quito el saco del brazo con cuidado, observo lo empapado de sangre que está; comienzo a limpiar alrededor de la herida con povidona yodada, con movimientos en forma de espiral, quitando gran parte de la sangre seca, hasta ver la herida profunda. Agarro el bisturí y sin pensarlo, corto pequeñas líneas, una hacia arriba de la herida y otra hacia abajo.
—Esto te dolerá —aviso, agarro la pinza con dientes, introduciéndola en la herida, no presto atención a sus gruñidos, aunque los escalofríos viajan rápido a mi cuerpo; empujo más la pinza.
—¡Joder!
Sigo empujando la pinza poco a poco hasta que siento algo fuerte que le impide el paso, respiro un momento y trato de ajustar la pinza con la bala, sin hacer mucho daño, al tenerlo lo voy sacando poco a poco sin cambiar la dirección en la que indica mi mano; saco la bala y él respira, lo miro por un momento y veo como gotas de sudor bajan por su frente, tiene los ojos cerrados. Extiendo mi mano y agarro la caja de sutura, la tijera porta-aguja y una aguja curva; con el porta-aguja lo sujeto en la aguja curva y lo introduzco a un lado de la herida pasándolo hacia el otro extremo, le doy dos vueltas al hilo en la tijera y lo sujeto al extremo corto, haciendo un nudo y uniendo algo de la piel; realizo otro nudo y voy poco a poco cerrando la herida.
—Eso fue genial —detrás de mí se encuentra uno de los hombres mirando todo en primera fila. Sonrío a su comentario, hago nuevamente el mismo nudo del principio, para cerrar y dar por finalizado la sutura. Miro a la mesa y me doy cuenta que algo falta.
—Tú, ¿me puedes pasar la venda? —Él asiente y busca en la esquina de la cama, agarra la venda—. Gracias.
—Y por cierto, me llamo Davy —responde. Voy colocando la venda alrededor de la herida, dándole varias vueltas, sin presionar mucho; al terminar y me levanto de la cama, me quito los guantes de sangre, lo hecho en la bolsa donde estuvieron los materiales, sin esperar nada de parte de Khalid, salgo de la habitación. Los hombres se levantan del suelo al verme salir, esperando a que anunciara algo; me quedo mirándolos por unos segundos mirando sus rostros largos y enfadados. Trago un poco por los nervios.
—Se pondrá mejor —comento con un tono muy bajo y lleno de dudas—, logré sacarle la bala y coserle la herida, la hemorragia se detuvo y ahora hay que esperar hasta que llegue el doctor.