Estoy perpleja, los disparos dejan de sonar; Eliseo se asoma varias veces por la ventana rota, mientras que me quedo aún pegada a la pared, sin mover ningún musculo.
—Hay que movernos —dice al mirar el arma larga; mi respiración está entrecortada y siento como mis piernas se vuelven gelatinas, caigo de golpe al suelo y suelto un gemido del susto tan repentino.
Eliseo se gira de inmediato y me ve en el suelo, se agacha por unos segundos sin quitar mucho la mirada del pasillo.
—Odette, tienes que ser fuerte, hay que movernos, nos están acorralando y si no hacemos algo nos mataran ¿lo entiendes?
Trago con fuerza y asiento sin estar convencida en nada. Los disparos vuelven de nuevo, cierro mis ojos y llevo mis manos a mis oídos. Él me agarra los brazos.
—Vamos, hay que irnos.
Me levanta con brusquedad y sin sentir del todo mis piernas caminamos con rapidez por el pasillo, protegiéndome con la espalda de Eliseo, él dispara a dos personas, caen de inmediato al suelo.
Me hace una seña para no moverme; veo como él camina con cuidado hasta la entrada; mientras tanto mi vista viaja por aquellos cuerpos, noto como la sangre empieza a salir y como uno de ellos queda con la vista abierta.
Reprimo un gemido de asco y dolor, escucho un sonido suave y al levantar mi mirada de los cuerpos, Eliseo ha cerrado la puerta de la entrada, me hace una seña y de inmediato estoy en su espalda mientras él apunta hacia arriba subiendo las escaleras.
—Necesito que te escondas y espere hasta que yo te busque —comenta al estar en el pasillo—, escóndete bien y por nada del mundo salgas.
—¿Y tú qué?
—Debo de proteger lo que pueda, mientras llegan refuerzos.
Vuelvo a mirar los dos cuerpos desde esta distancia y no pude dejar de imaginarme a Eliseo en ese estado.
—Hey, hey, mírame —agarra mi barbilla con cuidado mientras mis ojos se cristalizan—. Escóndete bien ¿sí?
Muevo mi cabeza varias veces sin estar de acuerdo a su decisión; la puerta de la entrada se abre de golpe, él me empuja hacia atrás mientras dispara hacia los intrusos, con el arma que le quitó antes aquel hombre.
—¡Odette, corre!
Empiezo a correr y me encierro en mi habitación con un solo golpe, miro para ambos lados en busca de algo fuerte para atravesar la puerta. Corro hasta el escritorio y lo empujo hasta que atraviesa la puerta. Los disparos no cesan y cada segundo los nervios me matan.
Escucho un silbido fuerte y rápido, al girar mi rostro veo a un hombre en la entrada del baño, mi respiración me falla al ver que tiene la misma vestimenta hawaiana que los intrusos. Puedo ver como el hombre deja caer unas joyas al suelo y sus ojos se llenan de lujuria.
—Déjame ayudarte —cerca del hombre aparece ella, parpadeo varias veces y sigue ahí a su lado, trato de controlar mi respiración, al ver a una doble de mí.
—No —llego a responder y el hombre sonríe con fuerza.
Me doy vuelta para tumbar el escritorio de mi camino, pero a los segundos sus brazos me rodean y lleva lejos de la puerta. Grito y trato de soltarme de su agarre. Ella aparece al frente de mí.
—Agáchate, agarra una de sus piernas y tira con fuerza.
—¿Qué?
—Mmm, eres una mujer muy hermosa —el hombre empieza a colocar su nariz en mi cuello.
Siento repugnancia; los disparos no dejan de sonar—¡Hazlo, Ody! —grita mi otra yo.
Me agacho con rapidez, agarro su pierna y tiro con fuerza; su cuerpo cae al suelo con brusquedad, suelta algunos gemidos de dolor.
—Agarra la laptop —esta vez le hago caso y la agarro—, sostenla con fuerza y a la cuenta de tres te giras con la laptop extendida al frente.
Mi vista está en ella, y no puedo creer de cómo ha crecido tan igual a mí, tiene las mismas facciones y posiblemente gestos; pero hay algo en ella diferente, un carácter más inhumano.
—¡Tres!
Me giro con violencia y siento como la laptop golpea algo con mucha fuerza; al ver mejor, veo como el rostro de aquel hombre se voltea con brusquedad, escupiendo sangre y posiblemente, algún diente suelto.
Tiro la laptop al suelo al ver aquello, el hombre sigue tosiendo, la sangre no deja de salir y cada segundo me dan nauseas.
—No te quedes mirándolo, tienes el tiempo encima. ¡Corre! —corro hasta el escritorio y empiezo a moverlo.
—No, no te vayas por ahí —me detiene mi otras yo.
—Esta es la única salida.
—No, vete por la ventana.
—¿Estás loca?
—Llegaras a la otra habitación, ahí podrás esconderte hasta que acabe todo esto, fue lo que dijo él ¿no? ¿Esconderte?
Respiro y camino hasta la ventana, la abro y puedo ver algunos desconocidos correr con sus armas, mi corazón empieza a dolerme al saber que Eliseo es el único con vida. Me agarro del marco y empiezo a salir; me muevo con cuidado hasta que llego al techo inclinado.