Todo queda en silencio, poco a poco un sudor frío nace por mi columna vertebral y dejo de respirar. Eliseo gira su rostro hasta mí, su cuerpo se encuentra tenso y al abrir su boca, sangre sale de él desplomándose en el suelo. Puede sentir el suelo temblar cuando Eliseo cayó, mis ojos no se apartan de él.
—Tienes tu oportunidad —la voz de ella vuelve a parecer, giro lentamente mi rostro y la veo cerca de Camilo—. Agarra el arma.
Quedo confundida por unos segundos, hasta que bajo la mirada y veo el arma de Eliseo, el miedo me invade de inmediato.
—Tienes que hacerlo, es tu única salida, él te matará.
Miro de nuevo a Camilo, este está recargando su arma con una sonrisa muy amplia, aquello hizo que me hierva la sangre.
—Tienes los segundos encima, debes hacerlo con rapidez —me avisa ella—. Yo te ayudo.
Ella desaparece de mi vista, de repente me siento muy furiosa; me muevo rápido, agarro el arma de Eliseo y me giro hacia Camilo que aún está con aquella asquerosa sonrisa, llevo el arma al frente, la sujeto con mis dos manos y disparo.
La bala se clava en su sien. Camilo cae de inmediato al suelo, no antes de golpearse un poco con la pared, dejando rastro de su sangre en ella. Poco a poco bajo el arma, respirando con brusquedad, parpadeo unas dos veces y de golpe suelto el arma.
Bajo mi mirada a mis manos y puedo jurar ver pequeños rastros de sangre, mi cabeza duele y mi vista falla al ver doble; cierro mis ojos de golpe y trato de controlar mis nervios y miedos.
«Eliseo» llega su nombre en mi mente. Me muevo con rapidez a su lado, donde lo veo aun con los ojos abiertos, su sangre sale con abundancia en su pecho; miro con rapidez a mí alrededor y al no ver otra cosa más que cuerpos, hago presión con mis manos en su herida.
Él suelta gemidos de dolor, su respiración se vuelve a cada segundo más lenta; noto que cierra sus ojos y dura más tiempo en abrirlos.
—Eliseo, no te duermas, vamos, debes estar despierto.
Vuelvo a mirar para otros lados, hasta que veo en el bolsillo de Camilo, la pantalla iluminada de un celular; me alejo de Eliseo por unos segundos y le quito el celular al muerto. Veo una llamada entrante que tiene como nombre Tiburón.
Antes de tomar una decisión, un sonido fuerte invade mis oídos y luego llega una explosión rompiendo los vidrios que quedan aún de pies, el celular vuela de mis manos y caigo al suelo, me rastro hasta Eliseo para presionar de nuevo su herida.
—Mierda —exclamo al ver que doy paso a la desesperación. Llego a escuchar algunos autos llegar y el sonido de los disparos vuelve a estar presente; me muevo y trato de arrimar el cuerpo del herido hacia un lugar un poco seguro.
Escucho como pasos se acercan, agarro el arma de Eliseo y esta vez puedo ver como mi mano me tiembla a cada segundo que no logro tenerla quieta. Veo a dos hombres bien protegidos y por unos segundos se me quedan viendo, hasta que disparan hacia arriba y por el susto, se me escapa un disparo.
Al mirar, uno de los hombres se pega a la pared, respirando con fuerza.
—Bist du in Ordnung? [¿Estás bien?] —pregunta el hombre al que no disparé.
—Ja [Sí].
Respiro con profundidad al oír aquel idioma tan familiar. Bajo el arma—. Una ambulancia —menciono de repente— ¡Eliseo necesita una ambulancia!
Uno de ellos se lleva su mano cerca de su boca y en su idioma dice algo; a los segundos, los dos alemanes se ponen en marcha, uno sube por las escaleras, mientras que el otro revisa el pasillo largo.
—¡Oigan! —grito, pero ninguno de ellos me hace caso. Vuelvo a ver a Eliseo—. No te duermas —comienzo a quitarle la camisa, al despejar su ropa, puedo ver la herida, pero su sangre sale y sale, sin intensiones de parar— Eliseo háblame, dime algo, lo que sea.
—Elena —su voz es casi un susurro— Elena… lo siento…
Es la primera vez que él menciona aquel nombre, por un momento me quedo en silencio para ver si sigue hablando, pero al paso de los segundos él no abre más sus ojos.
—¿Eliseo? —lo llamo, al no tener respuesta, mi corazón golpea con fuerza y el miedo me invade; deslizo dos de mis dedos por su garganta y siento su pulso débil—. Eliseo, debes de abrir los ojos, por favor, ábrelos.
Mi voz es casi un susurro, un hilito de mucho temor; su piel poco a poco va perdiendo su color, agarrando uno más blanco.
Miro hacia la entrada—¡Una maldita ambulancia! —grito, todo lo que mis pulmones pueden darme, vuelvo a verlo—. Eliseo, abre los ojos.
Mi cuerpo es empujado hacia atrás, choco con los pies de Camilo. Al ver al frente, tengo a un hombre de espaldas agachado junto con otros hombres y en ello puedo ver a Giles. Khalid se encarga de llevar a Eliseo entre sus brazos y sale corriendo de la casa.
Sin perder tiempo, me pongo de pies y lo sigo. Veo varios autos y muchísimos hombres armados y protegidos, como los dos alemanes que entraron a la casa; Khalid monta a Eliseo en la parte de atrás de un de los autos.
A los segundos él sale volando del lugar, seguido de un segundo auto con cuatro hombres en él. Coloco mis manos en mis rodillas, empiezo a respirar, llorar y a sentir las náuseas; de reojo observo varios cuerpos tirados en diferentes distancias.