—¿Cómo te sientes?
Nos sentamos al mismo tiempo en el sofá, descansando de las seis prácticas de bailes. Estiro mi cuello hacia atrás, pegando con el lomo del sofá, cierro mis ojos y respiro profundo.
—Asustada —mi corazón no ha bajado la velocidad desde que empecé de nuevo con el baile, algo había nacido que no sé qué puede ser. Mis pies me duelen al ver que aquellos zapatos no son lo mejor para este tipo de bailes.
—Lo harás bien, solo confía en ti y todo lo que has aprendido.
—No es tan fácil —respondo—, mi vida nunca estuvo en peligro, nunca tuve que ir a un baile y hacerme pasar por la esposa de un asesino… yo no imaginé mi vida de este modo.
Mi vista se queda en la ventana que da al pequeño patio, con la grama podada y tan verde que el primer día lo creí artificial. Vuelvo a respirar; la puerta se abren y entra Marta.
—Señora, el baño ya se encuentra listo —anuncia—, le coloqué la bañera, será relajante.
—Te tratan como una princesa —masculla Davy al levantarse—. Nos veremos después. —Desaparece de nuestras vistas.
Me levanto y dejo que Marta me guíe al baño. Al llegar, ella me deja a sola y tomo mi tiempo, juego con la espuma del jabón.
—¿Lograste aprender algo, bonita?
Aquello hace que salte y algunas gotas de agua caigan por el suelo; miro hacia la puerta donde él ya está caminando hasta la bañera, giro mi vista hasta ver la toalla, extiendo mi mano pero él es más rápido y me la arrebata. Subo mis brazos a mi pecho y me cubro como puedo.
—Dame la toalla.
La malicia pasa por su rostro, coloca la toalla en el lavamanos, más lejos de mi alcance.
—Ven por el —me reta.
Quito mis ojos en él, miro el suelo y rezo para que se vaya; escalofríos viajan por todo mi cuerpo haciendo que recoja mis piernas y sobresalgan mis rodillas del agua. Khalid se sienta en la orilla de la bañera, cruzando una de sus piernas.
—No has respondido mi pregunta, bonita.
—Sí, aprendí lo necesario.
—¿Cómo qué?
Levanto mis ojos en él y él ya me está viendo—. Los pasos del baile; sostener una copa; sentarme a la hora de comer y los temas que puedo tocar.
—¿Y todo eso lo has aprendido en ocho horas?
—¿No me crees? —y el miedo se va yendo. «Mierda».
—No quiero problemas en la reunión de Salazar.
—Entonces inventa algo y no me lleves —menciono—. Di que tu querida esposa se enfermó en un mal momento —suelto mi sarcasmo.
—Sería de mal gusto no ir, bonita —en sus labios está aquella sonrisa, aquella arrogancia y egoísmo—. El baile estará hecho a tu honor.
—No lo he pedido.
Se encoje de hombros—. Eso no importa, a nadie le importa si lo pediste o no; te quieren conocer, les mata la curiosidad en saber de ti.
—No quiero ir —pronuncio cada palabra con fuerza, sin dejar que ningún gemido de miedo salga.
Khalid se acerca más y al ver aquello, mis brazos y piernas se pegan más a mi cuerpo; él coloca sus dedos helados en mi barbilla y me levanta la vista, miro aquellos ojos llenos de maldad.
—Debo de arreglar el daño que haz causado, bonita —su voz es suave—; haber matado a Camilo, Tiburón no te dejará paz, él te quiere muerta, posiblemente primero disfrute de tu cuerpo.
Mis ojos se cristalizan al escuchar aquello.
—Pero yo no puedo permitir eso —sus dedos empiezan a viajar por mi rostro—, nadie más que yo te puede hacer daño, sólo yo puedo tener el privilegio de tocarte y atormentarte.
Sus dedos sostienen una de mis lágrimas y se lo lleva a sus labios, saboreándolo como un animal.
—Iremos, y podremos fin esta situación.
—Te odio —rechino y empiezo a sentir frío, el agua ya está perdiendo su temperatura cálida.
—Y esto apenas es el primer paso, aun te falta un largo camino por recorrer, por recordar —aquellas últimas palabras hacen eco en toda mi cabeza. Khalid camina hasta la puerta.
—Él sabe algo, Ody —suelta ella.
—Te espero en el comedor, no tardes. —Y sale del baño con una sonrisa triunfante.
Dejo que algunas lágrimas caigan, respiro y salgo de la bañera. Sé que ella está haciendo todo lo posible para que el miedo no me abrace; salgo del baño y camino hasta el comedor. Entro al comedor sin tocar la puerta, veo a Khalid al otro lado del comedor, con un cigarro entre sus labios y a su lado se encuentra Eliseo y Sebastián.
Levi está sentado con Adolph a su lado pero sin tener una conversación. Me siento al frente de Adolph y este trata de regalarme una sonrisa amigable. Marta entra con un carrito pequeño lleno de platos de comida; me deja el primer plato y luego al resto. Eliseo se sienta a mi lado y Khalid en la silla del anfitrión.
—Adolph necesito que mañana por la mañana entrenes a Sara.
—¿Qué? —Pregunta su mano derecha— ¿Por qué?