Khalid coloca una mano en mi espalda y me empuja muy leve para ir avanzando, sujeto mi vestido por un lado mientras que por el otro lado él baja su mano hasta entrelazarla con la mía. Suelto mi vestido al terminar de bajar y nos quedamos un momento quietos, visualizando mejor el lugar.
Todo está tan lleno de personas, meseros caminan por todos lados y la mayoría de las miradas están en nosotros; me intimido e inconsciente aprieto más la mano de Khalid. Un mesero aparece de inmediato, ofreciéndonos bebidas trópicas. Quiero negarme pero él agarra dos vasos de vidrio y me pasa uno.
—Dime que no tiene drogas —me acerco a su oído.
—Suplícame más y te lo diré.
Bufo y él bebe de su vaso.
—Tiene muy poco, no te hará daño —responde y da otro trago—, solo trata de beberlo con cuidado.
—¿Debo de beberlo?
Él sube una de sus cejas, afincándose en aquel aspecto.
—Vale, vale —me rindo y bebo; el sabor es dulce, tocando un punto muy débil del amargo, le doy otro trago. «Nada mal».
—Necesito que prendas tus micrófonos —ordena Detta—, hay muchas personas que no dan buena vibra.
Disimulo muy bien al llevar mi mano a mis orejas y darle un suave toque a los aparatos, escucho algunas voces en alemán.
—¿Todos son reyes y reinas? —pregunto al ver que las personas no dejan de mirarnos.
—Por lo visto, no. Hay algunas personas que son de negocios pequeños.
—¿Está Antón? —pregunta Eliseo desde el micrófono.
—¿Quién es Antón?
Khalid comienza a buscarlo en toda aquella multitud, hasta que suelta un gruñido.
—Sí, y viene para acá.
—Mierda.
Pero antes de poder responder, un saludo en alemán me saca de mi siguiente pregunta y me giro para enfrentar al dichoso Antón, que por lo visto, a ninguno de los dos alemanes le cae bien.
—No pensé en verte por aquí —contesta con un buen español—. Salazar no informó mucho de ti y de tu asistencia.
—Aquí estoy —su voz es arisca.
—Y esta debe ser tu adorable esposa —él enfoca en mí—. Un placer, soy Antón Wagner, espero que Khalid te haya hablado de mí.
—Téngalo por seguro, señor Wagner, que me acordaría de usted si hubiera sido mencionado por mi esposo —le sonrío—. Soy Sara Cafiero, pero creo que eso ya lo sabe.
—Claro —la voz de Antón es más ronca—, disculpen.
—Adelante.
Veo como Wagner se escabulle entre la multitud.
—¿Qué hizo?
—Nos robó hace años —comenta Eliseo—, estábamos recién empezando con todo esto.
—O sea, ¿no es un rey?
—No —responde Khalid—, solo es una sucia rata.
Termino con mi bebida y él se encarga de dejar nuestros vasos a un mesero; caminamos más adentro del gentío, sosteniendo mi mano con firmeza y tratando de no bajar mi rostro al sentirme intimidada por algunas mujeres. Nos detenemos cerca de la barra, Khalid habla con el barman. Detrás del barman puedo ver una colección de botellas y algunas de ellas tienen como título algunos colores.
—¿Has pedido otra bebida? —Khalid se mueve a mi lado.
—Sí, esas bebidas que están repartiendo es muy dulce.
—A mí me gusta —indago.
—Y son las más rápidas en embriagarte —se burla.
El barman se acerca y deja una copa y un vaso pequeño; Khalid me pasa la copa y el agarra el vaso. Me quedo mirando la bebida por un momento.
—No es amarga.
Y aquello me deja más confusa, «¿cómo lo supo? ¿Fui tan predecible?»
—No —menciona Detta—, él sabe algo, Odette, esto confirma mis sospechas.
Bebo de mi copa para distraerme y el sabor es mi favorito, paso mi lengua por mi labio inferior y un hormigueo viaja por todo mi paladar, dejándome una deliciosa sensación.
—Khalid —me volteo al creer conocer aquella voz, pero me consigo a un hombre alto y bastante musculoso; él desvía sus ojos en mí y de inmediato me sonríe mostrando un diente de oro.
—Salazar —Khalid coloca una mano en mi cintura, lo miro aun con la copa en mi mano.
—Ella debe ser la afortunada —dice y me regala otra sonrisa más cálida—, te has ganado la lotería con ella, una mujer muy hermosa. Un placer soy Salazar Búbka. —Me sujeta del brazo acercándose a mi mejilla y depositando un pequeño beso.
—Creo que está de más decir mi nombre, usted ya lo sabe —respondo y carraspeo un poco al ver que se separa de mi mejilla y da distancia entre nosotros. Khalid me acerca más a él, pero me coloco firme para no moverme.
—Cierto. Sara Cafiero, la mujer afortunada de estar al lado del gran Khalid Cafiero. ¡Qué maravilla!
—Gracias por las invitaciones.
—Oh querida, haría lo que sea para conocer a la esposa de mi viejo amigo —Salazar mira a Khalid—. No sabía que tus gustos fuera las morenas, pensé que eran las rubias.