Alexa se queda mirando la pelota blanca.
Muerdo mi lengua al ver en el número que se detuvo.
Los invitados se les escapan exclamaciones de asombro, sorpresa y hasta, posiblemente, de terror.
Alexa se le cae el rostro de triunfadora.
La bola se detuvo en el número once, que está al lado del treinta. Un aplauso en particular hace que rompa mi mirada en Alexa, veo a Salazar avanzar mientras aplaude, los invitados empiezan a seguirlo.
—¡Magistral juego, reinas! —Alaga el ruso—. Nos mantuvo entretenido por unos minutos, hasta creo que algunos invitados realizaron apuestas.
«Quería la piedra» opino en mi mente, «pero me alegra no ser la perdedora».
—Dos reinas arriesgando todo, eso nos puede dar una idea de cómo serán para el futuro —Búbka mira a Khalid por un momento—, sin miedo de perder, interesante. ¡Es un gran triunfo!
—¿Triunfo? —la voz de la francesa es severa—. ¿Qué triunfo? Solo he perdido mi tiempo en este juego.
—¡Oh! Cariño, pero si tú misma colocaste las reglas —menciona Detta.
Salazar la mira—. Acepta el empate, cariño. —Y aquello es una advertencia.
«Ella estaba dispuesta a perder su empresa con tan solo pasar dos noche con Khalid ¿Por qué?» me pregunto al ver tal actitud. Alguien me sostiene la mano y al voltearme, lo veo, su agarre es cariñoso; se acerca a mi mejilla y deposita un pequeño beso, me coloco tensa al ver aquel acto.
—Felicidades, querida —comenta. Un mesero pasa y le arrebato una de las copas, tomo un largo sorbo y lo dejo en una mesa cercana. «Necesito aire».
—Oh ¿no hay beso de triunfo? —pregunta Salazar, metiéndose en donde no lo llaman.
—¿Beso de triunfo? —estoy confundida.
—Un beso, en los labios, Odette —contesta Eliseo—. Salazar quieres que le des un beso a Khalid en los labios.
—No —suelto de repente en voz alta y cierro mis ojos por un momento al ver lo que hice.
—¿No?
—Debes hacer que parezca real —ataca Detta—, sino lo haces tú, lo hago yo.
«No, tú no vas a volver a manejar mi cuerpo, quédate quieta». Las miradas vuelven en mí y puedo jurar que Alexa sonríe con lo que está pasando.
Khalid gira mi barbilla y hace que mueva mi rostro hacia él, sus labios tocan los míos a los segundos, presionando con fuerza, suelto un leve gemido y él aprovecha la oportunidad para irse a mi labio inferior, lo muerde y lo succiona a su antojo; vuelvo a gemir al sentir sus suaves y cómodos labios, mis manos inconscientes se colocan en sus brazos y solo sigo el beso. Las manos heladas de Khalid encajan en mi rostro, dejando leves besos hasta separarse con cuidado.
—¿Satisfecho? —pregunta Khalid a Salazar.
—Eso debería preguntarte yo —dice divertido—, tú no eres hombre de satisfacer a los demás.
—Sabes, tienes razón —y Khalid se mueve con velocidad y me vuelve a besar.
Mis manos se encuentra en su pecho, tratando de hacer presión, pero él tiene más fuerza; este beso es más salvaje, deja mordidas cada dos segundos; su mano me sostiene mi cintura empujándome más hacia él, por suerte no llego a sentir ninguna erección; suelto un último gemido y él se separa.
—¿Satisfecho? —esta vez pregunta el mafioso ruso.
—No, pero con eso basta —responde—, lo suficiente hasta que lleguemos a casa.
—¡Esos malditos hicieron una apuesta mental! —Aclama Detta—. ¡Esto es increíble!
«¿Apuesta?» no lo entiendo.
—Khalid le retó después del primer beso, pero Salazar le dio donde más le duele y por eso el segundo beso —relata Detta— y ahora han quedado en un empate, ya que Khalid no se dejó intimidar por los invitados y Salazar no bajó su guardia ofreciendo su amabilidad.
«¿Me usó?»
—Bueno… tú lo usaste como apuesta —recalca Detta.
Las náuseas se hacen presente, paso mi mano por mi vientre y aguanto mis ganas; empiezo a buscar con la mirada las puertas para el baño, pero no hay señal de ellas.
—¿Dónde queda el baño? —Me acerco a Khalid.
Khalid desvía su mirada en Salazar, los invitados ya están en sus asuntos, disfrutando de la velada que aún queda.
—Subiendo aquellas escaleras —señala con uno de sus dedos.
—Odette ¿te encuentras bien? —pregunta Eliseo desde el micrófono; subo mis manos y los apago.
Entro por un camino libre de personas y moviendo mis piernas rápidamente; al ver la escalera, subo agarrando un poco mi vestido. Veo un pasillo a mi lado izquierdo, una baranda con algunas columnas me ocultan de los invitados y más allá miro dos puertas con las manillas de colores diferentes, uno azul y el otro rosado.
El baño es amplio con varios cubículos de puertas plateadas, los lavabos tienen el grifo de un blanco brillante y la cerámica es de un color crema. Entro a uno de los cubículos y vómito; pierdo la noción del tiempo mientras estoy ahí pero lo que sé es que los vómitos no cesan.