Khalid Cafiero.

Capítulo 41

Nunca imaginé que una verdad iba a romperme en millones… trillones de pedazos. Siento como mi corazón late tan lento pero a la vez lo escucho tan cerca; de como por un momento dejo de sentir mis cinco sentido a no sentir nada, al estar en el vacío con mis trillones de pedazos. No le doy fe a lo que escuché… varias preguntas me invaden sin sus respuestas y algunas piezas no encajan, así lo coloque a la fuerza, no encajan.

—¿Y tú qué? —Ataca mi madre, Carli—. ¿Te harás el jodido santo delante de mí? Sabemos que no lo eres, y que todo eso es tu jodido plan.

La risa de Khalid agarra fuerza, resonando por toda la habitación, esa risa que no he oído desde que me secuestró. Está llena de malicia, a pesar de no verlo lo siento, siento como esa risa se introduce en cada parte de mi cuerpo, cada hueso y cada latido.

—¿En serio creíste que aquello fue mi plan?

—No, no me vas a mentir, pedazo de mierda —ataca Carli.

—Cree lo que quieras creer, Carli, eso no me importa, lo que si me importa es cerrar el trato contigo, ¿lo harás? —Hubo un silencio entre ellos— ¿o tendré que hacerlo a mi modo?

Hubo otro silencio, tenebroso y ansioso para mí.

—Dame tiempo —aquella respuesta me cae como un balde de agua helada—. Necesito tiempo.

—Algo que no tengo, te doy cuarenta y ocho horas, ni más, ni menos.

Desde la ranura puedo ver a Carli en mi ángulo de visión, aquel típico conjunto de una camisa manga larga y falda de forma de tubo, es tan común en aquella mujer, junto con los colores pasteles.

—Bien, acepto —concluye Carli—, sin tocarle ningún cabello a Odette.

—Es un trato, Gray.

Ellos dos se dan la mano, con un fuerte apretón mientras que el ambiente es un tanto caluroso y lleno de sentimientos negativos; Carli se aleja en mi ángulo de visión pero escucho sus tacones de bajo talón, camina hasta que se detiene, abre la puerta y luego la cierra, esta vez con un poco más de fuerza. Vuelve aquel silencio y por un momento deseo que la oscuridad me trague a lo más profundo y lejos de Khalid.

Oigo como él va arrimando la biblioteca hasta que la quita de mi visión y la luz de aquel vestíbulo me ciega por unos segundos. La mano de Cafiero cae con suavidad en mi mejilla y su pulgar quita lo húmedo.

—Eres tan patética en derramar lágrimas por una mujer que no es tu madre —su voz es suave y calmada—, que te engañó desde un principio.

Su mano baja hasta llegar a mi brazo, lo agarra con una presión delicada y me saca de aquel lugar, llevándome al centro del vestíbulo, no a los sofás. Pero tampoco hago el intento en caminar hasta ellos o de hacer cualquier movimiento; mis lágrimas vuelven a salir y me trago cada gemido.

—¿Y, que te ha parecido? —Khalid camina hasta una mesa donde tiene varias bebidas en ellas y dos vasos de vidrio boca abajo, él voltea uno y vierte el contenido de una de las botellas—. Tengo que admitir que tuve y tengo esa sensación de felicidad en mi pecho, saber que Carli cayó en mi trampa y tú —se gira para verme— escuchaste todo. —Sonríe y bebe de golpe.

No formulo ninguna palabra, me quedo en silencio, en parte por no darle la satisfacción y la otra parte por qué no sé qué decir al respeto, «¿qué se supone que dice alguien en momentos así?».

—Pero es algo que hubieras evitado, bonita —habla el mafioso—, ya sabes, desde el primer momento que viste algo raro en tu supuesta familia deberías de haber averiguar qué era lo que escondían.

—¿Qué? —es lo único que suelto, pero con una voz súper fina.

—¿Piensas que todo esto fue planeado de la noche a la mañana? —él suelta una risa vacía— viste las facturas de tu amado hermanito, montos elevados y luego nada, tus padres tan tranquilos y hasta se olvidaron de la existencia de él por un breve momento.

—¿Me estás culpando de algo que planearon tú y Julius? —Le pregunto—, puede ser que no haya visto las alarmas, pero nada de esto es mi culpa.

—No puedes tapar el sol con un dedo, Sara —y al escuchar aquel nombre, mi piel se eriza—. La vida te dio señales de peligro y tú decidiste ignorarlas, tú misma caíste en esto y todo por confiar en personas.

—Nada es mi culpa —me repito con firmeza.

—Si hubieras atendido tus responsabilidades, nada de esto hubiera ocurrido —dice, ignorándome.

—¿Mi responsabilidad? —Repito aquellas palabras varias veces en mi mente—. ¿Llamas mi responsabilidad espiar a mis padres o a Julius?

Khalid se encoje de hombros—. Sí, te hubieras evitado el daño mental y físico.

Al escuchar eso, mis manos se aprietan por si solas, sintiendo una furia inmensa hacia él.

—El daño mental y físico ha sido por tu culpa, todas estas cicatrices —gimo de la impotencia, del dolor, del odio que no había sentido nunca, del miedo que me hizo llorar como una niña pequeña, de las heridas y de mis ganas de matarme— tiene tu jodido nombre, por tu culpa mi cuerpo tiene heridas, por tu culpa mi mente me la jodiste y todo por un hermano que al fin y al cabo no comparto sangre. ¡Me dañaste, Khalid! —grito.

Mis labios tiemblan de la rabia y varias lágrimas resbalan por mis mejillas. Mi respiración se vuelve fuerte y dificultosa al sentir los orificios de mi nariz tapados. Siento como mi pecho sube y baja hasta que Khalid hace un movimiento, luego hace varios. Él camino hasta la mesa de ajedrez, donde dejamos la partida sin terminar; me grabo cada movimiento que hace él estando en aquella mesa.



#302 en Thriller
#142 en Misterio
#1184 en Otros
#200 en Acción

En el texto hay: mafia, drama, accion

Editado: 16.06.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.