Khata

Prólogo

Prólogo
 


—¿Cómo te llamas? —le preguntó el hombre mayor con una sonrisa cálida en su rostro.

La niña secó sus lágrimas con el dorso de su mano antes de devolverle el gesto, sólo que un poco menos cálida.

—Khata. —dijo ella con una voz melodiosa.

El hombre frente a ella, el cual se había arrodillado para estar a su altura volvió a sonreír, ésta vez, la niña sonrió más ampliamente.

—Un lindo nombre y, ¿Ella tiene uno? —señaló la muñeca desgastada que la pequeña abrazaba con fuerza junto a su pecho.

—Acassia. —dijo haciendo que el hombre se mostrará sorprendido.

La pequeña borró la sonrisa de su rostro ante el gesto.

—No pasa nada, pequeña. —le aseguró él tomando asiento el piso del hospital en dónde se encontraban.

Había ido al sitio con la intención de ver a su amigo Mauricio el cual trabajaba como doctor en ese hospital, cuándo observó a la pequeña llorando desconsolada en el suelo. Se veía abandonada, hambrienta y muy cansada para la edad que tenía. No le ponía más de seis años y ese hecho le rompió el corazón.

Brandon siempre había creído que los niños eran un regalo de Dios para percibir la inocencia y el amor real. Se desvivía porque a sus dos hijos nunca les faltará nada, mucho menos amor, porque así creía que debían de ser las cosas. Los niños no deberían de sufrir antes de tiempo. Deberían de tener alegrías y buenos recuerdo y Katha no parecía tener ninguna de las dos.

—Lo siento. —dijo la pequeña con inocencia.

A Brandon se le encogió el corazón ante sus palabras.

—No tienes por qué. —dijo tomando la desgastada muñeca entre sus manos cuando la pequeña se la ofreció. —Es sólo que mi hija se llama igual. —el vestido azul le recordó a los ojos de su hija y ya la extrañaba, el cabello oscuro le recordó a su hijo que poseía un carácter único a su corta edad de trece años. —¿Dónde está tu madre, pequeña? —preguntó luego de devolverle a la niña su preciada posesión.

El rostro de la niña volvió a tener miedo y él volvió a desesperarse.

—Mamá entró a esa puerta. —señaló las puertas que impedían el pasó. —La espero aquí.

Él sí entendió lo que significaba sus palabras y le dolieron mucho más de lo que imaginó. Lo marcaron tanto que le costó el respirar por unos segundos. 
Ella era una niña, debía de conservar su inocencia, sin más dolor. Y él se encargaría de que así pasara, porque en ese momento entendió; que los hijos son quienes te escogen a ti como padre. Y dependía de él ser el mejor para ellos.

(…)

—¡No te lo permito! —gritó su esposa masajeando su frente. —Ya tenemos dos hijos, es suficiente.

Era la quinta vez que hablaban el tema y la mujer cada día se cerraba más.

—Ya lo decidí. —dijo él tratando de no sonar autoritario. Aunque lo estaba haciendo. —Khata será parte de la familia, la adoptaré como mi hija.

—¿Qué pasa? —su hijo mayor entró a la habitación luego de escuchar los escandalosos gritos de su madre.

La rubia mujer envuelta en un fino vestido y tacones inmensos comenzó a llorar llamando así la atención de su hijo que corrió a abrazarla mientras fulminaba a su padre.

—Baran, hijo. —dijo su madre en un intento de sonar destrozada. —Tu padre pretende hacer algo muy malo, pero quiero que sepas que yo los protegeré de todo.

—¡Por favor, Bárbara! —exclamó su esposo al ver el teatro que montaba. —De todo haces un drama.

Baran apretó sus dientes al escucharlo hablar así.

—No le hables así a mi mamá.

—¡¿Un drama?! —gritó al mismo tiempo. —Pretendes traer a una extraña a la casa de tu familia, volverla tu hija de un día para otro y dices ¿Qué es un drama?

—¿Eso es cierto papá? —preguntó su hijo abriendo mucho los ojos al escucharla.

Brandon suspiro hondo para controlarse un poco.

—¡Sí lo es! —exclamó arto de lo mismo. —Es mi última decisión y no se habla más. Tú y Acassia tendrán una nueva hermana. —dijo tomando su sombrero con la intención de salir de la hacienda. —Y a ti Bárbara no te pido que seas su madre, pero yo sí seré su padre y no hay nada que me haga cambiar de opinión.

(…)

Tres semanas había pasado desde que conoció a Khata, a su hija. Y por fin luego de lo que le parecieron meses podía llamarla así.

Se había encargado de que sus empleados organizarán la bienvenida de su pequeña de sólo seis años. Le había preparado una hermosa habitación y Acassia lo había ayudado feliz con todo. Su hija de nueve años estaba emocionada de tener una hermana y no dejaba de hablar del tema en cada momento. A diferencia de su esposa y su hijo los cuales no le habían dirigido la palabra desde su última discusión. Esperaba que cuando conocieran a la pequeña todo cambiaría y si no era así, esperaba que por lo menos no la tratarán mal, ya que no lo permitiría y lo menos que quería era dividir a su familia.

La pequeña sonriente con el vestido de flores había sido una sensación en toda la hacienda, Khata Sandemetrio: su hija. En las calles del pueblo no paraban de hablar de su llegada, y de lo bueno que era la familia Sandemetrio por ello. 
Su hija Acassia no dejaba de abrazarla cuando la observó por primera vez y mucho menos dejó de llevarla de un lado a otro presentándola como su hermana y eso lo llenaba de mucho orgullo. 
Su esposa y su hijo no estaban y los excusó pensando que tal vez habían llegado antes de lo previsto.

Hasta que aparecieron, y todo sucedió en cámara lenta. Las personas hicieron silencio, la música se apaciguó y todas las miradas cayeron sobre ellos, específicamente en él: su hijo Baran.

Se había posicionado frente a la niña con pasos firmes como todo un hombrecito. Y el niño al ver a su nueva hermana, una idea loca pasó por su cabeza. No sabía describirlo pero pensó por un momento que tal vez estaba muerto, porque esa niña le había parecido una alucinación. 
Baran la miró fijamente y nadie pudo describirlo, pero luego el desprecio había aparecido en su mirar en menos de un segundo y actuó con total coraje al escuchar las palabras de Acassia.




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