Khata

Prefacio

Prefacio


 


 


26 / 07 / 2010 


 

—¡Es una malcriada! —gritó la mujer dentro de la habitación mientras la pequeña escuchaba desde el pasillo abrazada a su muñeca. 

Las lágrimas corrían por sus mejillas de una manera silenciosa. No era la primera que su padre Brandon se peleaba con su esposa por su culpa. Aunque, él le repetía que no lo era, ella a su corta edad de siete sabía que si lo era. La señora Bárbara no la soportaba y en más de una ocasión se lo había hecho saber. La pequeña por su parte trataba de no hacer cosas que la enfadaran, pero su sola presencia lo hacía. 
Al igual que a Baran, su, bueno; el hijo de su papá. En más de una oportunidad le había dejado claro que no eran hermanos y que nada lo haría cambiar de parecer, al igual que con la señora Bárbara con él trataba de no molestarlos. La realidad, era que le daba mucho miedo hacer algo que ocasionara su partida de la hacienda. No quería alejarse de su hermana Accasia y mucho menos de su papá. 

Sin embargo, las peleas eran más frecuentes y cada vez peores. 

—Ya estarás contenta. —la voz enojada del adolescente a sus espaldas la hizo dar un brinco entre lágrimas. —Por tú culpa están peleando, como siempre. 

La niña sorbió por la nariz, mientras negaba entre lágrimas. 

—Yo… no quise. —dijo entrecortada mientras Baran se acercaba de manera amenazante hacia ella. 

Tenía algo en la mirada, pero ella aún era muy pequeña para diferenciar algunas cosas, así que sólo creyó que era enojo. 

—Todo lo que pasa es tu culpa, niña. —dijo con rabia. —Desde que llegaste a esta casa no han pasado más cosas malas. 

La niña abrazó con fuerza su muñeca haciendo que su hermano lo notará. 

—¿La quieres mucho? —dijo al tiempo que se la arrancaba con fuerza. 

—¡No! —gritó ella al tiempo que Marcelo, el hijo de la cocinera entraba por el pasillo al escuchar los gritos. 

El pequeño era un año menor que Baran, tenía fracciones rubias y era muy dulce igual que su madre. La hacienda era muy grande y a Brandon no le importaba que viviera ahí ya que el pequeño buscaba ayudar siempre en lo que podía, y con los caballos era igual de talentoso que Baran y en más de una ocasión se lo había hecho saber. Sin embargo, para Bárbara era una total abominación que los hijos de los empleados hubieran entre ello como si nada, pero como siempre; para Brandon su opinión no era muy valiosa. 

—¡Déjala! —exclamó parándose frente a la niña como todo un caballero. 

No era primera vez que la defendía de los gritos de Baran, y tampoco primera vez que se ganaba un castigo por ello. Pero, a Marcelo no le importaba, Katha era demasiado dulce y buena par ser maltratada de esa manera y mientras él pudiera la defendería. 

Los ojos del adolescente ardieron de furia ante lo que veía frente a él. 

—¡Tú no te metas! —dijo con los dientes apretados. —Mejor ve a ver qué hacen los caballos o que se yo. Esto es entre ella y yo, nadie te ha llamado. 

—No voy a permitir que le hagas daño. 

Katha había aprovechado su conversación para tratar de tomar su muñeca, pero Baran se dió cuenta y la colocó por encima de su cabeza haciendo que la niña llorará con rabia. 

—¡Dámela! —gritó más fuerte llamando así la atención de los adultos que discutían en la habitación. 

—¿Qué pasa aquí? —una muy enojada Bárbara salió seguida de su marido, al ver la situación le lanzó una mirada a Brandon la cual él había ignorado, ya que al salir de la habitación corrió junto a su hija al verla llorar. 


 

22 / 09 / 2015 

 


Baran se había ido a estudiar a la ciudad. Veía a su padre deprimido y no lo soportaba, él no decía nada, eso era cierto. Sin embargo, ella podía notarlo, y su alma se partía ante eso. 
La señora Bárbara luego de despedir a su hijo salió a presumirlo por todos los rincones del pueblo, para hacerles saber los demás que no eran mejor que ella, y nunca lo serían. 
La había escuchado decirlo un sin fin de veces y en ocasiones lo creía, esa mujer era un tanto difícil. 
Pero su padre, si extrañaría a su hijo, era su primogénito, su compañero. Y a pesar de que siempre peleaba con él (la mayoría) por ella, era su hijo y ahora estaría lejos quien sabe cuántos años. 

Accasia se encontraba en el río. Nadando un poco junto Bianca, una amiga de ambas desde muy pequeñas. La habían invitado, pero ella se negó. No tenía ánimos, y no porque el odioso de Baran se haya ido, era por él: su padre. Le preocupaba mucho y prefería estar cerca por si algo se le ofrecía. 

Fue por un vaso de agua y todo parecía estar en total silencio. Más que por una suave melodía que salía del despacho de su padre. 

No supo en qué momento terminó en la habitación de Baran, pero ahora se encontraba ahí. Se encontraba a oscuras, más que por una pequeña luz que atravesaba las cortinas gruesas, pero sin embargo lo pudo ver. Y lo que vió la dejó pasmada. 
Sobre la cama se encontraba su vieja muñeca, misma que él le había quitado años atrás.  Se encontraba limpia y cómoda sobre las almohadas. La sorprendió, muchísimo. Sin embargo, lo que más la dejó impactada, fue la nota junto a ella: 

"Es buena compañera, gracias Katha" 

 


13 / 12 / 2019 


 


—¡No te quiero aquí cuando el vuelva! —le había gritado la señora Bárbara cuando había entrado a la hacienda repleta de paquetes de compras.

Baran volvían. De eso no dejaba de hablar la señora Bárbara por todos lados. Era su cumpleaños, y por fin volvía. 
Por alguna razón Baran no había vuelto ni una sola vez desde que se había ido del pueblo y ahora lo hacía. No mentiría, están muy nerviosa. Tanto por ella como por su padre. 
Ya no era una niña, tenía dieciséis y justo en un mes cumpliría los diecisiete. Todo de ella había cambiado y esperaba o mejor dicho; tenía temor de que en él también hubieran cambios. 

Sí, no era su persona favorita. Sin embargo, siempre sintió algo extraño entre ellos. Baran se la pasaba molestándola y apareciendo en todos los lugares en los que ella se encontraba, haciéndola llorar y burlándose con cualquier cosa que tuviera relación a ella. Pero, había algo más. Una clase de protección, una clase de interés que por supuesto no debería de estar y uno mismo que la llenaba de miedo. 
Con su partida ese sentimiento había disminuido, y esperaba que con su regreso no volviera a salir a flote. 

Se encontraba en el pacifico río del pueblo. Ya había tenido su advertencia y no quería hacerle pasar por una nueva pelea a su padre por su desobediencia, y con eso un chisme nuevo para todos. Porque sí, Bárbara Sandemetrio se encargó de que todos estuvieran presentes en el regreso de su hijo, todos menos ella y la realidad es que creía que así era mejor. 

Una camisa fue tirada a su lado a la vez que el agua la salpicaba al ser golpeada con fuerza. 
Se asustó por un momento ya que pensaba estar en completa soledad, hasta que observó de quién se trataba. 

—¿Qué pasa hermanita? —dijo él mirándola fijamente con oscuridad en su mirada. 

Estaba ahí. Él; Baran, vuelto un total hombre. Con su rostro fuerte, sus ojos verdes y sus labios gruesos.  Con el torso desnudo y mojado por el agua clara que hacía notar los tatuajes de su pecho. ¡Tenía tatuajes! Su madre enloquecería al darse cuenta de eso. 

—No sabía que vendrías. —mintió nerviosa al verlo así. 

Por alguna razón tenerlo así, era una total distracción para su mente. 

—No eres buena mentirosa. —respondió mientras se sumergía dentro del agua para luego salir agitando su cabello en el proceso. Una distracción en toda la extensión de la palabra. —Mi mamá no ha dejado de hablar de eso, así que es obvio que algo debiste escuchar. 

Ella no se molestó en buscar alguna excusa. 

—Felicidades.—dijo ella moviendo los pies debajo del agua. 

Él negó de pronto ante sus palabras. Cómo si tratara de alejar algo de su mente. Su mirada se había quedado fija, observándola de tal manera que parecía estar estudiando todo de ella. Sus ojos recorrieron su rostro lentamente para luego viajar por sus labios haciendo que los de él se abrieran ligeramente, cuando su vista se depositó sobre su cuello, lo escuchó gruñir. Sintió ante ello un escalofrío por todo el cuerpo y luego un miedo al darse cuenta lo que había ocurrido; le había gustado mucho ser mirada así, por él. 

Pero todo acabó cuando el con rapidez y cara de molestia salió del río tomando sus cosas cerca de ella y marchándose sin llegar siquiera a mirarla de vuelta. Ahí estaba el Baran que recordaba. 



 




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