Capítulo 1
—Khata. —dijo la voz por tercera vez en la sala.
La joven de cabello castaño se encontraba sentada en la esquina más alejada. Perdida en sus pensamientos, o en los recuerdos, tenía la cabeza gacha, mientras luchaba internamente por no hecharse a llorar debido a lo ocurrido.
Cinco pares de ojos se volvieron hacia ella y contemplaron su cara pálida, sus largas pestañas y sus delicados rasgos. Luego, uno de esos mismos pares de ojos se volvieron hacia la voz principal, el cual había empezado a fruncir el ceño al verla de tal manera.
—Tiene que haber un completo error. —habia dicho Barbara al procesar las palabras.
La sala en el lugar se quedó en total dime a diferencia de su hijo Baran que resopló en un intento de llamar la atención de su madre.
Al oírla el abogado negó mientras acomodaba sus gafas nuevamente.
—Brandon fue muy claro al momento de redactar su testamento. —el hombre confirmó colocando nuevamente el papel entre sus manos dispuesto a releer las últimas notas en el. —Mis bienes monetarios se repartiran a manos de mis hijos Brandon y Acassia Sandemetrio en un cincuenta por ciento, claramente partes iguales. A diferencia de la distribuidora que queda en manos de mi primogénito. Por otro lado la hacienda Sandemetrio queda en su totalidad y como su única dueña a mi hija menor Khata Sandemetrio. —Barbara tenía la boca totalmente en el piso al escucharlo. —El señor Brando también específica que los gastos de la menor están totalmente cubierto y su tutor momentáneo hasta que cumpla la mayoría de edad será el joven Baran.
Y la sala quedó muda.
Khata reaccionó con rapidez al escuchar lo último dicho por el abogado. Abrió la boca para responder pero cambió de opinión en seguida y la cerró de golpe. Se sentía tan pequeña entre todos los presentes, tan asustada.
—¿Quieres decir algo, Khata? —dijo el abogado con lentitud al ver el gesto.
Bárbara resopló molesta.
—¡Claro que tiene algo para decir! —dijo con euforia. —Que es un completo error. ¡Es una locura!
La sala la cual estaba conformada por: Baran, el cual no dejaba de acuchillar a su madre con la mirada. Acassia que lloraba sin escuchar nada más. Bruno; el hermano de Brandon, y el cual llevaba momentáneamente las riendas del negocio. Rosio; la sobrina política de Bárbara la cual parecía querer más que a su propia hija. Bárbara que no creía lo que oía para nada, y ella; Khata, que simplemente parecía no estar ahí.
—Mamá. —habló con autoridad Baran a su lado.
La actitud del hombre era mordaz contrastaba vivamente con el atractivo de sus rasgos: sus ojos tan expresivos, y su boca de labios gruesos. Se había convertido en uno de esos hombres guapos de aspecto duro, pero en esos momentos su gesto amargo, cubierto de tristeza y severidad estropeaba el efecto dandole más bien un aire temible.
—Solo digo la verdad. —habia dicho Barbara bajando un poco el tono de su voz. —A mí me ampiada el hecho que soy su esposa más nada, si fuera por él me deja en la calle...
—Tranquila tía. —dijo Rosio con voz chillona. —Lo resolveremos, algo debemos de lograr.
—Nadie va a lograr nada. —le respondió Baran con autoridad. —Ya se dijo lo que se tenía que decir y Rosio por favor, no te metas en esto.
Bárbara saltó al oírlo.
—¡Ella puede meterse si quiere!
Khata escuchó por unos segundo y luego solo se desconectó. Del lugar, de los problemas, del pensar en cómo sería su ahora nueva vida. Pero ya habría momento para eso. En ese momento solo quería llorar a su padre, solo quería retroceder un poco el tiempo y decirle que lo quería, agradecerle y besar su mejilla una vez más. Pero ya no podría.
Lágrimas corrieron por su mejilla sin importar el lugar, el acontecimiento, la hora. Era su padre, dijera quién dijera lo contrario. Siempre sería su padre.
—Vete a la hacienda y quédate ahí el resto del día. —Baran se había ubicado frente a ella sacándola totalmente del trance en el que estaba. —Afuera está Marcelo esperando.
Sus ojos la miraban con calma y su voz sonaba como un susurro. Era tranquilizador escucharlo. Ella solo asintió y se levantó con cuidado tratando de no llamar mucho la atención, sin embargo era algo imposible ya que todas las miradas estaban puestas en ella.
Salió por el pequeño pasillo de la oficina y unas cuantas personas esperaban a la salidad, en realidad esperaban la noticia. Eran dos de esas señoras que te las encontrabas en todos lados y las cuales eran amigas de todo el pueblo. Nada más que chismosas.
La observaron con pena queriendo acercarse a ella pero al ver que Khata prácticamente correr lejos del lugar se quedaron quietas en su lugar. No tenían vergüenza por nada pensó Khata con molestia.
Al llegar al auto Marcelo se dispuso abrir la puerta, sin embargo ella fue más rápida y se guardó dentro sin decir una palabra, agradeció internamente que no se dijo palabra en todo el trayecto a su casa, simplemente no quería hablar con nadie.
¿Cómo sería ahora?
Khata, no era de llevarse mal con la gente del pueblo. Sabía que susurraban infinidades de cosas sobre ella gracias a Bárbara, pero ella estaba más que feliz de pasearse por las calles ayudando cada que podía. En la hacienda era todo lo contrario, Bárbara había sido tan mala con todos que ellos simplemente sentían en Khata una clase de tranquilidad. A parte de que desde niña siempre buscaba ayudar en todo lo que podía y eso a su padre siempre le había gustado.
Su padre, ese hombre que sin ningún motivo se había convertido en el ser que ella más amaba, simplemente ya no estaba. Se había ido. Aún no podía creerlo, aunque pensaba fielmente que nunca podría aceptarlo. Son cosas que solo pasan, pero tú memoria cree que no es así.
Llegaron a la hacienda. Ese hermoso lugar en el cual había pasado su infancia, ahora era de ella. Ahora le pertenecía. Si padre así lo quiso y eso en su interior muy dentro de ella le gustaba. Eso claramente le traería muchos problemas, pero, su padre había pensado en ella al ponerla dueña. Era su hija dijera quién dijera lo contrario. A parte, Brandon Sandemetrio estaría presente en cada lugar de esa hacienda y eso la alegraba un poco.