Kibō no kage : Capítulo 1
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En la ciudad de Kobe, Japón, un joven de 17 años llamado Nat caminaba hacia la escuela una mañana, mientras el sol comenzaba a asomarse en el horizonte, tiñendo el cielo de suaves matices dorados y anaranjados. A pesar de la belleza del amanecer, Nat se sentía desanimado, como si la calidez del sol no pudiera alcanzar su interior. No tenía amigos ni nadie con quien compartir sus pensamientos, y cada paso que daba lo acercaba a un lugar donde sentía que su mera presencia era un estorbo.
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Las risas y conversaciones de otros estudiantes, rozándole al pasar, resonaban a su alrededor, ajenas a su soledad, amplificando el vacío que crecía en su corazón. Las miradas de desprecio que le lanzaban sus compañeros eran como sombras que lo seguían, recordándole que para ellos su existencia era motivo de burla. Aunque intentaba ignorar esas hostilidades, cada comentario hiriente calaba hondo, alimentando una angustia que parecía asfixiarlo.
Ese día, la confusión en su mente se intensificaba. Una idea oscura y persistente comenzaba a tomar forma: terminar con todo. Se sentía como una carga para la sociedad, un ser insignificante que solo causaba problemas. La desesperación lo envolvía como un manto pesado, y cada latido de su corazón resonaba como un recordatorio del tormento que ya no estaba dispuesto a soportar. Cuando saliera de la escuela, iría al puente. Ya había decidido cuál. Lo había visto varias veces, imaginando el vacío debajo, la caída, el final. Esa tarde, dejaría de imaginar.
Mientras avanzaba absorto en esos pensamientos sombríos, con los ojos fijos en el suelo, Nat no vio a la persona que estaba parada justo frente a la puerta de la escuela. El impacto fue repentino y brusco, sacudiéndolo de su ensimismamiento.
En el preciso momento en que se dio cuenta de lo que había ocurrido, una ola de pánico lo invadió y comenzó a disculparse con una urgencia casi frenética. Sus palabras salían atropelladas, como si intentaran deshacer el instante del choque. Entonces, el chico con el que había chocado se acercó, su presencia deslizándose como una sombra que se materializaba, dejando tras de sí un aire de misterio que intensificaba la tormenta de emociones que agolpaban a Nat.
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Nat estaba consumido por el miedo, una sensación fría que le oprimía el pecho. No sabía lo que estaba por suceder, y la incertidumbre lo paralizaba. El chico con el que había chocado se plantó frente a él, y Nat sintió que su corazón se aceleraba. No quería problemas; solo deseaba que todo terminara de una vez, anhelando escapar de una vida que ya no podía soportar.
Nat : (pensando, con su expresión volviéndose más tensa e insegura, como si no supiera si debe huir o quedarse congelado) ¿Por qué tenía que pasarme todo?
Chico : (con el semblante y la mirada suavizándose, acompañado de una leve sonrisa que reflejaba un gesto de espontaneidad y serenidad) Tranquilízate, no te voy a matar, jajajajaja
Nat : (con la incredulidad marcándose en su rostro, mientras su mirada deambulaba entre el chico y el suelo) Pero, acabo de chocar contigo.
Chico : (ligeramente confundido, pero sin dejar el tono de ligereza ni la sonrisa que se reflejaba en su mirada) ¿Y eso qué? Ya pediste perdón, no tengo motivos para guardarte rencor.
Nat quedó herméticamente sorprendido, experimentando una mezcla inesperada de alivio y confusión que se reflejaba en su expresión de incredulidad. Las palabras del otro chico, en lugar de desplegar furia o irritación por el accidente, parecían transmitir una comprensión insólita, desafiando todas sus expectativas y haciendo que su corazón tamborileara en su pecho, incapaz de comprender cómo podía alguien reaccionar con tanta empatía y benevolencia hacia un ser tan aislado y apocado como él.
Chico : (dando un paso y mirándolo con una mezcla perfecta de tranquilidad y calidez, que reflejaba su energía y entusiasmo) ¿Cómo te llamas?
Nat : (con deje nervioso, pero tratando de mantener la calma) Mi nombre es Nat, ¿y el tuyo?
Chico : (con una espontánea calidez) Mi nombre es Rindo.
¿De qué clase eres, Nat?
Nat : (ligeramente titubeante, pero relativamente calmado) Del grupo tres.
Rindo : (con voz de sorpresa) ¡Qué casualidad! ¿Cómo es que no nos hemos visto antes? Yo también estoy en esa clase, jaja.
Seamos amigos, pues, ¿quieres?
Nat se quedó atónito ante esas palabras; nadie jamás le había dicho algo así. Era un instante inesperado que iluminaba su mundo sombrío, y por primera vez sentía el destello de lo que podría ser una verdadera amistad: la promesa de un primer amigo en su vida.
Nat : (con los ojos entre lágrimas) ¡Claro!
Después de eso, se dirigieron a clase. Al entrar, los compañeros de Nat se quedaron boquiabiertos al verlo caminar junto a Rindo, cuyas hazañas de fuerza y valentía eran tema de rumores constantes. Nat, con un ligero movimiento de cabeza y una mirada tímida, se despidió de él antes de dirigirse a su puesto, sintiendo cómo su corazón latía con nerviosismo. Más tarde, durante el recreo, un chico se acercó a Nat, rompiendo la burbuja de asombro que lo envolvía.
Chico que se acercó a Nat : ¿Qué se supone que hacías andando con Rindo? ¿Ehhh, pequeño nerd?
Nat se disculpó con el chico como si él le hubiera hecho algo irremediable que no pudiera enmendar. Al verlo, el chico se burló de él, pues se dio cuenta de que Nat estaba asustado.
Chico que se acercó a Nat : Ven conmigo acá afuera.
Nat, con miedo, se levantó de su puesto y, al salir, vio que un grupo de chicos con no muy buen aspecto lo estaba rodeando.
Chico que se acercó a Nat : Aquí te daremos la paliza que nunca te han dado y te enseñaremos tu lugar.
Nat, asustado por aquello, no pudo contener un grito de miedo. Los chicos que estaban a punto de atacar se le acercaron mientras esbozaban sonrisas en sus rostros. ¡De repente...! Uno de ellos se acercó rápidamente, levantando su puño a gran velocidad. Nat cerró los ojos, pues el miedo que sentía era demasiado; solo esperaba que el impacto del golpe no fuera demasiado fuerte.