Los días avanzaban y el pedazo de tela carmín seguía guardado en la habitación del general. Cada vez que lo observaba al llegar la noche, negaba con la cabeza y se repetía la necesidad de hacerlo desaparecer pero cuando lo tenía entre sus manos le era imposible desprenderse de aquella tela manchada ¿Qué le sucedía? ¡El gran general Bomani, el hombre que había cobrado cientos de vidas en batalla y quién con sólo una mirada era capaz de intimidar a cualquier oponente estaba prendado de un pedazo de tela sucia! Bomani se tomaba la cabeza entre sus manos, masajeando sus sienes y golpeándose levemente. No, no puede ser, pensaba para sí. No puedes ser tan estúpido, Bomani. Debes dejar de pensar en esa mujer ¡Será tu perdición! ¿Acaso no había aprendido nada? El miedo a interferir en el orden establecido se interponía con sus deseos de venganza. Su corazón tampoco se lo hacía fácil. Guardó el pedazo de tela en un lugar seguro, nadie sabría darle un sentido peligroso a aquella tela sucia pero esconderla le hacía sentir un poco más tranquilo. Nadie a excepción de su amigo, claro está. Su segundo al mando insistía en reflotar el tema, lo conocía desde la niñez y eran prácticamente hermanos, entendía que estaba asustado por su destino aún cuando lo único que hiciera fuese hablar de las curvas mortales y sensual piel canela de aquella joven diosa. La paciencia de Bomani fue puesta a prueba, sabía que estaba provocandolo para ver su reacción y determinar qué tan perdido estaba. No iba a caer en una provocación barata, aún cuando sabía de la fama libertina de su amigo éste jamás osaría mantener nada con las concubinas de faraón. Era una locura, una completa estupidez.
Por otro lado estaba la amenaza de guerra. Según los papiros Kizzuwatna estaba siendo asediada por los Hititas. La ciudad era un importante punto de comercio, por ende estaba en constante conflicto ya que el reino de Mitani y el Imperio Hitita luchaban constantemente por su dominio. Los papiros informaban de la aparición de Isthar, la diosa de la guerra Hitita en el campo de batalla. Su presencia junto al poder del hijo del emperador debilitaba la moral de las tropas de Mitani. El conflicto era lejano a Egipto pero debían estar alerta. Los Hititas eran ambiciosos y deseaban el control de todos los reinos para volverse la máxima potencia.
Por su parte, Nefertiti estaba confusa. Los días avanzaban y no había oído rumores ni visto señales de problemas tras su actitud indecorosa en el Nilo. Si Bomani fuera aliado de Tiy o Sitamón era seguro que estás habrían usado ese sinsentido en su contra para desprestigiar su imagen o generar algún mal entendido con faraón. Por tanto parecía evidente que él no tenía nada que ver con aquellas mujeres, pero no estaba segura. No podía confiar tan fácilmente en un hombre de alto mando, era extraño que aquellas mujeres no buscarán un aliado poderoso como el general. O quizás era precisamente por eso que no era un aliado. El poder es difícil de manejar aún cuando la posición de ambas mujeres era importante en el reino, un general como Bomani podía ser un arma de doble filo si las cosas salían mal. Callar un esclavo o un sirviente era sencillo, si cometían un error o necesitabas a alguien a quién culpar fácilmente podías deshacerte de él o dirigir la atención al peón sin voz quién jamás haría sombra a una esposa real. Un general era un asunto completamente diferente.
Sin duda estaba ante un dilema complejo. Tenía un buen presentimiento con él, pero debía asegurarse de que era de confiar o, en su defecto, conocer su debilidad para tener control de su persona llegada la ocasión. Decidió que enviaría a Nuzi a averiguar más del general Bomani. Parte de sus motivos no eran simples estrategias de guerra, tenía verdadero interés por saber sobre aquél hombre pero se negaba a aceptar este hecho. Su destino estaba trazado y lo único que podía hacer era mover las piezas para asegurar su bienestar y el de sus seres queridos.
Tres días después Nuzi llegó con información.
— ¿Qué has averiguado Nuzi?
— Señorita, investigue con las mujeres del servicio en toda la casa Jeneret. Traté de ser lo más precavida y sutil, tal como me ordenó, pero lo que se sabe del general Bomani es muy poco. Dicen que el general es un bravo guerrero, que en el campo de batalla quién luche cuerpo a cuerpo con él verá la cara del mismo dios Seth y enfrentaría el juicio de Anubis aún sin reparar que habría entrado al mundo de los muertos. Faraón lo tiene en alta estima por sus habilidades en el campo de batalla. Se sabe también que es hijo de nobles. Del padre del general no pude averiguar nada, nadie sabe quién es o qué fue de él exactamente. Se cree es un noble extranjero que falleció años atrás. Su madre, la señora Henutmire, habita la casa Jeneret pero tiene a su cuidado sólo dos sirvientes que jamás la dejan sola. Nadie la ha visto realmente ya que nunca deja sus habitaciones, todo lo que necesita es llevado por sus siervas. Traté de hablar con ellas, señorita, pero fue imposible... Ambas mujeres eran mudas. No es que no desearan hablar, en un principio pensé que sólo me ignoraban, pero rápidamente las demás siervas me explicaron que sus lenguas fueron cortadas años atrás y por ello no podían hablar. Lo más extraño señorita, es que dicen que la orden de cortarle la lengua a aquellas mujeres provino del mismísimo faraón.
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Editado: 08.10.2018