— ¿Qué haces aquí? — La furia en su voz le encogía el corazón. Nefertiti estaba perpleja y sólo podía observar aquellos ojos profundos con culpa ¿Qué hacía ella ahí? Ya siquiera podía recordarlo. La madre de Bomani bramaba a su lado, su llanto partía el alma y su miedo era palpable. Bomani soltó su brazo, las manos de aquél hombre dejarían marca seguramente pero no podía importarle menos. Se acercó a su madre lento y con los brazos abiertos, como quién trata de calmar un animal herido.
—Madre, por favor madre. Tranquila, escúchame. Yo te voy a proteger, nadie puede hacerte daño.
La voz de Bomani alertó a aquella mujer que lo observó con horror. Su rostro se desencajo al ver al general y comenzó a gritarle ahora con furia.
— ¡¡¡Tú!!! —Henutmire se levantó del suelo como un resorte y comenzó a avanzar lentamente hacia Bomani— ¡¿Qué haces aquí?! ¡Tú, abominación! ¡Tú, monstruo! Te odio ¡te odio! ¡Todo es tu culpa maldito engendro del inframundo! —Henutmire corrió hacia el general y comenzó a golpearlo, le arañaba la cara y los brazos, golpeaba su pecho con sus puños. Nefertiti miraba todo con horror, el general no hacía nada, permitía que su madre le golpeara y trataba de contener a su vez un posible colapso. La escena era estremecedora. Nefertiti no comprendía nada ¿Por qué le hacia eso a su hijo? ¿De qué lo culpaba?
Las siervas de Henutmire entraron rápidamente a la sala, sus rostros palidecieron al ver al general pero rápidamente pusieron manos a la obra y separaron a su señora de Bomani. Le hicieron señas para que se alejaran de la habitación y contuvieron a su señora cómo pudieron. Bomani dio media vuelta, su rostro era de profundo dolor y tomó el brazo de Nefertiti nuevamente, esta vez con suavidad y la guío lejos de los aposentos.
Fuera los esperaban las siervas de Nefertiti, Taite y Nuzi, quiénes asustadas escuchaban los gritos de Henutmire. Al salir de las habitaciones ambas corrieron hasta Nefertiti, pero esta les hizo señas para que se retiraran. Necesitaba hablar en privado con el general. Una vez solos Nefertiti se atrevió a ver al general a la cara. Bomani estaba ausente, su rostro y sus brazos surcados de finas trazos rojizos. Aún no soltaba su brazo, era como si no notara su presencia. Ella se sentía culpable, no entendía nada pero evidentemente su visita había provocado que Henutmire perdiera el control. Posó su mano sobre la de Bomani, acarició ligeramente su dorso con sus dedos. Esto hizo volver del transe al general que asustado vio como la joven mujer trataba de consolarlo. Al ver sus manos unidas separó el contacto como si quemara, se volteó y tomó distancia de la chica. Llevó ambas manos a su cabeza tratando de ordenar sus ideas.
—¿Por qué estabas en los aposentos de mi madre? — Musitó el general por lo bajo, ya sin furia en su voz. No quería darle la cara, permanecía en dirección a la gruesa muralla con los ojos cerrados y el entrecejo fruncido.
Nefertiti suspiró.
—Yo... — Hizo una pausa ¿Qué decir? La verdad era una jugada poco astuta pero sentía la necesidad de ser honesta—. He oído rumores... Necesitaba saber si Henutmire estaba en aquella habitación en contra de su voluntad y de qué manera eso se relacionaba a ti.
Ya estaba, lo había dicho. Ante esa respuesta el general no pudo contenerse más y volteó hacia la muchacha que parecía temblar internamente pero que mantenía su gesto digno y la espalda recta.
—¿ Por qué eso debería importarte? ¡¿Por qué te inmiscuyes en la vida de otros?! — La furia de Bomani ahora era palpable. No elevaba la voz, aún cuando concretamente estaban solos seguían dentro de la casa Jeneret, un lugar habitado por muchas personas. Necesitaba ser discreto aunque le costara un infierno.
—Quería saber si podía confiar en ti —. Nefertiti lo miraba a los ojos, no iba a correr la mirada. Si ganaba su desprecio era algo que bien podría comprender pero no iba a ser una cobarde.
—¿Mi confianza? —Musitó él sin comprender.
— En el harén estoy sola, general. En Egipto no tengo más que enemigos y debo cuidar mi posición de Tiy y Sitamón. No busco destruirlas, solo quiero seguir con vida y proteger a quienes están a mi lado—Se detuvo un segundo ¿estaría bien seguir? Se exponía demasiado, no sabía porque le daba explicaciones a este hombre. Debería irse de aquí, el plan había fallado y bien podía conseguir otros aliados. Todo lo que rodeaba al general era confuso y parecía no ser más que una suma de problemas extra en sus hombros ya cargados. Pero contempló aquél rostro herido, aquellos ojos tristes. Debía seguir, su corazón le pedía ser honesta aunque eso le costara caro—. Tiempo atrás tú me preveniste, eso me hizo pensar que podías ser una buena persona, que quizás no eras un hombre de Tiy o de Sitamón. Cuando supe de tu madre me asusté, escuche que faraón mandó cortar las lenguas de sus siervas y que tú eras el único que la visitaba. Necesitaba saber la verdad, Bomani. En poco tiempo pasaré a ser una esposa real, estaré ligada a faraón toda la vida y necesito saber quién es ese hombre, necesito saber qué puede hacerme y como prever cualquier ataque. Necesitaba estar segura que tú eras bueno, que mi instinto no estaba errado. Tal vez estos motivos no son suficientes para ti pero lo son para mi. Te pido, te suplico me expliques qué está pasando—. Dicho esto Nefertiti se acercó a Bomani, con una mano trato de tocar al general quién retrocedió por puro instinto. La mano de ella se hizo un puño y la bajó a su costado. Había cometido un error, pensó para sí, debió marcharse de ahí en silencio.
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Editado: 08.10.2018